
En los últimos tres años han fallecido cerca de 10.000 personas en España por causas atribuibles al calor extremo. “Mientras los gases de efecto invernadero se sigan acumulando en la atmósfera, la situación seguirá empeorando con dramática rapidez y gravedad”, advierte Greenpeace en su informe Ciudades al rojo vivo: refugios climáticos y desprotección frente al calor extremo en España.
Solo 16 capitales cuentan con red de refugios
De las 52 ciudades capitales de provincia y autonómicas analizadas, solo 16 disponen de una red pública de refugios climáticos. Las ciudades con mayor número de espacios habilitados son Barcelona (401), Bilbao (131), Murcia (94), Málaga (93) y Donosti (89).
En el extremo opuesto, se sitúa Sevilla (5), Córdoba (14), Valencia (20) y Madrid (31). La ausencia de estos espacios es total en las capitales de siete comunidades autónomas: Extremadura, Castilla La-Mancha, Cantabria, Asturias, Galicia y ambos archipiélagos.
La desigualdad se acentúa si se considera el ratio de habitantes por refugio. Donosti cuenta con uno por cada 2.100 habitantes, mientras que Sevilla solo ofrece uno por cada 137.400 personas. Madrid y Valencia tienen un refugio por cada 110.100 y 41.200 habitantes, respectivamente.
Los casos más extremos se presentan en Alicante y Castellón: un solo refugio para toda la población, lo que supone un ratio de uno para cada 35.800 y 180.000 habitantes, respectivamente.
Deficiencias estructurales: horarios, acceso y regulación
“La implementación de una red de refugios climáticos no debe reducirse a la enumeración de espacios de interior y exterior existentes, sin hacer ningún esfuerzo adicional para garantizar su efectividad”, señala el informe.
Para Greenpeace, un refugio climático efectivo debe ofrecer acceso gratuito, contar con zonas de descanso, estar abierto en las horas de mayor calor y garantizar acceso a agua potable. No obstante, ninguna ciudad española cumple con todos los requisitos.
El mayor incumplimiento se da en los horarios de apertura: “En muchos casos esto implica cierres en horario de mediodía, por la tarde, en fines de semana o directamente cierres totales durante periodos estivales. Sin embargo, el calor no entiende de horarios”.
La accesibilidad económica es otro obstáculo. Algunas ciudades han incorporado piscinas municipales, museos o centros culturales con entrada de pago a su red de refugios, mientras que otras, incluyen centros comerciales o cafeterías donde es obligatorio consumir. “La protección ante las temperaturas extremas debe ser accesible para todas las personas, sin necesidad de pago”, subraya la ONG.
Por otro lado, el informe destaca el papel de los refugios comunitarios gestionados por asociaciones vecinales y los microrrefugios en pequeños comercios que permiten descansar sin consumir.

Espacios no adaptados ni señalizados
En muchas ciudades, los espacios designados como refugios, como mercados o estaciones de transporte, no ofrecen garantías mínimas de habitabilidad ni descanso. En otras, se incluyen plazas o parques que carecen de sombra suficiente, fuentes de agua o zonas seguras.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los refugios exteriores tengan una extensión mínima de media hectárea (5.000 m²), un criterio que tampoco se cumple de forma generalizada.
La falta de información también representa una barrera. Solo algunas ciudades publican mapas o listados claros de los refugios en sus páginas web.
Desigualdad social y vulnerabilidad urbana
El informe insiste en que la vulnerabilidad al calor extremo no se distribuye de forma equitativa. “Se estima que las personas que viven en zonas urbanas son hasta seis veces más vulnerables al calor que las que viven en zonas rurales”, advierte Greenpeace.
Entre los factores de riesgo están la pobreza energética, la falta de aislamiento térmico en las viviendas y la escasa cobertura vegetal en barrios de renta baja.
El impacto del calor sobre la salud es múltiple: solo el 2% de las muertes se produce por efectos agudos como insolación, mientras que la mayoría se debe al agravamiento de enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
También hay evidencias en el aumento de trastornos emocionales durante las olas de calor. Según el Sistema de Vigilancia de Mortalidad Diaria (MoMo), “por cada grado de temperatura ambiente por encima del umbral de impacto en la salud, aumenta un 10% el riesgo de mortalidad atribuible al calor extremo”.
La urgencia de actuar
“Las carencias actuales en la red de refugios climáticos de España ponen de manifiesto la falta de adaptación generalizada de las ciudades a las altas temperaturas”, concluye el informe.
Greenpeace pide al Gobierno y a los ayuntamientos una regulación estatal que defina los criterios de estos espacios y reclama tres líneas prioritarias: acción climática ambiciosa, planes de adaptación urbana y redes de refugios efectivas.
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