Cómo saber si una persona carece de habilidades sociales dependiendo de sus temas de conversación, según la psicología

Expertos advierten que la elección de temas y la forma de conversar pueden revelar carencias en la interacción social, afectando relaciones personales y laborales, así como la autoestima y el bienestar emocional

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Un grupo de amigos cenando
Un grupo de amigos cenando en un restaurante (Adobe Stock)

En España, una de cada cinco personas sufre soledad no deseada. Los datos que se desgranan del Barómetro de la soledad no deseada en España 2024, muestran que esta realidad forma parte del día a día de los españoles. De hecho, casi siete de cada diez personas afectadas llevan más de dos años en esta situación. Incluso entre quienes no se consideran solos en el presente, más de un tercio reconoce haber atravesado anteriormente una etapa marcada por la soledad. El grupo más impactado es la juventud: el 34,6% de las personas entre 18 y 24 años declara sentirse sola de manera no deseada. El barómetro contempla que en esta realidad inciden factores como la pobreza, la salud física y mental o el sentimiento de discriminación. No obstante, la carencia de habilidades sociales también puede formar parte de la espiral de la soledad.

La capacidad de interactuar de manera adecuada y efectiva con otras personas es fundamental para la vida cotidiana. La psicología estudia estos comportamientos y ofrece claves para identificar cuándo alguien presenta carencias en sus habilidades sociales. Uno de los indicios más visibles se encuentra en los temas de conversación y en la forma en que estos se abordan. La manera de comunicarse, elegir qué decir y responder a los demás permite detectar si una persona enfrenta dificultades para relacionarse.

Dificultad para iniciar conversaciones

Una de las señales más comunes, que recoge un artículo de la cínica Claridad Mental, es la incapacidad para comenzar una charla. Quienes carecen de habilidades sociales frecuentemente evitan iniciar conversaciones o sufren incomodidad y ansiedad al tratar de hacerlo. Sus temas suelen ser escasos, neutros o poco profundos, y existe una tendencia a quedarse en silencio o a esperar que otros den el primer paso. En situaciones laborales como entrevistas o reuniones informales, esta dificultad puede traducirse en un silencio prolongado, respuestas cortas o alejamiento físico del grupo.

Por ejemplo, en un encuentro social, quien evita integrarse o permanece al margen suele tener miedo al rechazo, inseguridad o desconocimiento para introducir temas apropiados. Esta falta de iniciativa suele estar cargada de nerviosismo y se acompaña de malestar visible.

Temas de conversación carentes de empatía

La empatía es crucial en todo intercambio social. Cuando una persona carece de esta habilidad, suele enfocarse únicamente en sus propios intereses al conversar. Ignora los estados emocionales del interlocutor y mantiene temas superficiales o ajenos al contexto emocional que percibe. Otras veces, evita profundizar en aspectos personales por temor a equivocarse o incomodar, lo que limita la conexión con los demás.

En algunos casos, el diálogo se mantiene en terrenos triviales mientras ignora evidencias de malestar o tristeza en el otro. Las respuestas se tornan cortas, protocolares y sin intención de apoyar o interesarse genuinamente por lo que la otra persona expresa.

Incapacidad para abordar ciertos temas o establecer límites

Saber marcar límites también forma parte de una comunicación efectiva. Quienes evitan ciertos temas por miedo al conflicto, o aceptan charlas incómodas solo por complacer, suelen presentar este tipo de carencia. Aceptan preguntas o bromas incómodas y no se atreven a expresar desacuerdo o incomodidad. En su repertorio social falta la posibilidad de decir “no” o de cambiar de tema cuando perciben que algo les afecta.

En relaciones personales y laborales, esta característica puede derivar en situaciones de abuso verbal, pocas veces interrumpidas, ya que la persona evita señalar sus límites. Su estrategia de conversación se basa en buscar la aprobación, dejando sus propias necesidades en segundo plano.

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Temas impropios o falta de participación

En ámbitos grupales, como el trabajo en equipo, las limitaciones en habilidades sociales alteran la dinámica de colaboración. Algunas personas imponen monólogos o llevan el diálogo a temas que no son relevantes para el grupo. Otras evitan participar, no aportan nuevas ideas y esperan instrucciones, mostrando escaso interés por los temas que se discuten.

Esta falta de sincronía suele terminar en desacuerdos, tensiones o aislamiento, ya que los demás perciben que el diálogo no fluye con naturalidad o que existe una falta de interés genuino por el trabajo compartido.

Aislamiento social y conversaciones evitadas

Una consecuencia directa de la falta de habilidades sociales es el aislamiento. Cuando el diálogo se percibe como una amenaza o una exigencia constante, la persona opta por replegarse y evitar las situaciones sociales. Su repertorio de temas de conversación se reduce a lo esencial, o bien se limita a interactuar solo con personas muy cercanas. Este patrón restringe las oportunidades para crear nuevos lazos y repercute en la autoestima.

El entorno percibe esta conducta y, ante la falta de retroalimentación conversacional, suele dejar de buscar a la persona. La ausencia de diálogo, la repetición de temas neutrales o la evasión de preguntas personales refuerzan el círculo de aislamiento.

Manifestaciones físicas durante las conversaciones

En casos donde existe ansiedad social, los síntomas físicos como sudoración, voz temblorosa o mirada evasiva aparecen con frecuencia en espacios en los que una comunicación fluida resulta necesaria. Frente a una exposición pública o ante la necesidad de argumentar sus ideas, quienes carecen de estas habilidades suelen aferrarse a temas memorizados o, en el peor caso, adoptan un silencio absoluto.

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