Los italianos empiezan a olvidar sus propias playas: “El único ser vivo que puede tomar el sol en la arena de forma gratuita es el cangrejo”

La privatización y los elevados precios han convertido el acceso a la costa en un privilegio, dejando arenales desiertos y generando preocupación entre empresarios y trabajadores del sector

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La gente toma el sol
La gente toma el sol en la playa de la isla siciliana de Lampedusa en Italia, el 22 de junio de 2021. (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

El impacto de la subida de precios en el acceso a la playa ha comenzado a notarse de forma evidente en Italia, donde a diferencia de en España, no todas las playas son de acceso público y gratuito. A diferencia de lo que suele pensarse en plena temporada de verano, muchas playas muestran hoy un aspecto desolador y semivacío. Según recoge un artículo del diario italiano Tviweb, aunque el calor y el clima parecen invitar a millones de personas a trasladarse hacia el litoral, en realidad, la mayor parte de las familias italianas han ido reduciendo significativamente sus visitas al mar por su precio.

“¿Nos hemos convertido de repente en un pueblo de montañeros o fanáticos de los balnearios tibetanos? No, es que el mar es caro. Muy. Demasiado”, reflexiona el periodista, que denuncia que Italia cuenta 8.000 kilómetros de establecimientos de baño de pago, “donde el único ser vivo que aún puede tomar el sol en la arena de forma gratuita es el cangrejo”.

El corazón del problema, conforme denuncia el artículo, es la presión económica sobre la clase media, segmentada en aquellos que perciben unos 1.900 euros netos al mes, o incluso menos. El reportaje recalca: “La clase media, para ser claros. El que los gobiernos de todos los colores tratan como si fuera la élite a la que hay que gravar hasta la sangre”.

Frente a estos precios, el periodista asegura que muchas familias han optado por limitar el número de salidas a la playa, recortando las estancias veraniegas tradicionales de 15 días a apenas un día ocasional o solo dos o tres durante todo el verano. Las playas libres suelen ser la única opción posible, aunque también ahí la situación es difícil.

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La volatilidad de la veleta del negocio

Según añade el medio, los días laborables son testigos de playas mínimamente concurridas y una notable inquietud entre los trabajadores de los balnearios privados. “Si te dicen que ‘¡hay demasiada gente los domingos’, no te dejes engañar: el lunes vuelve el desierto, las sombrillas están cerradas, los operarios de la playa se cruzan de brazos y miran al horizonte con mirada preocupada”, detalla el texto.

Esta retracción en la demanda deriva, según, el medio, en una “paradoja de un sistema que exprime a los que trabajan, que no protege los salarios, que hace que los precios se disparen (en algunos sectores mucho más que la inflación real), y luego se sorprende si la gente renuncia al mar”.

En cuanto a las estrategias de los empresarios de la hostelería costera, el periódico reflexiona que la respuesta se ha centrado en promocionar eventos, atracciones, música y fiestas nocturnas para atraer público, especialmente a la zona joven. “Las noches están abarrotadas, los jóvenes llegan por la vida nocturna. Pero la fiesta tradicional –la de las familias, de 15 días en pensión completa, de tumbonas fijas y juegos de cartas– está en crisis”, asegura.

Por todo ello, y ante un escenario que se antoja incierto, el periodista plantea que quizás haya llegado el momento de que el modelo de negocio estacional cambie y se adapte a la utilización más flexible y diversa del litoral. “Tres meses de apertura ya no son suficientes para garantizar un ingreso anual. Después de todo, el verdadero emprendedor es el que sabe leer el mercado, no el que decide congelarlo para su propio uso y consumo”, reflexiona el periodista.