
Perder a alguien duele. No hay palabras que lo expliquen del todo. El duelo llega como un golpe seco: te deja sin aire, te cambia los días, los gestos, el cuerpo. Algunos lloran en silencio, otros no pueden dormir, otros siguen como si nada… hasta que no pueden más. Pero a veces, cuando el dolor no se afloja con el tiempo, puede generar graves problemas para las personas que sufren la pena.
En este sentido, un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) ha revelado que las personas que experimentan un duelo prolongado e intenso tras la pérdida de un ser querido tienen un riesgo significativamente mayor de morir en la década siguiente. Según los resultados, publicados en la revista Frontiers in Public Health, quienes mantuvieron niveles elevados de síntomas de duelo durante años mostraron una mayor demanda de servicios sanitarios y registraron una tasa de mortalidad casi un 90% superior al resto de la población en duelo.
Una respuesta natural que puede volverse patológica
El duelo es una reacción emocional universal y esperada ante la pérdida de un ser querido. Sin embargo, en una parte de la población, el dolor puede llegar a ser tan persistente y profundo que se asocia a trastornos mentales y físicos, incluso sin cumplir los criterios clínicos de un trastorno de duelo prolongado. Además, este sería el estudio que, según sus autores, “investiga el uso a largo plazo de la atención médica y los patrones de mortalidad durante una década después del duelo en una cohorte a gran escala”, señala la doctora Mette Kjargaard Nielsen, investigadora postdoctoral y autora principal del estudio.
Dicha investigación siguió desde 2012 a un grupo de 1.735 personas residentes en Dinamarca que habían perdido recientemente a un familiar. La edad media al inicio del estudio era de 62 años. El 66% había perdido a su pareja, el 27% a un progenitor y el 7% a otro tipo de familiar. A partir de los registros nacionales de prescripción de medicamentos, los investigadores identificaron a pacientes con enfermedades terminales y contactaron tanto con ellos como con sus familiares para invitarlos a participar en el estudio.

Con el cuestionario estandarizado PG-13, se midió la intensidad de los síntomas de duelo durante los tres primeros años tras la pérdida. A partir de esos datos, los científicos definieron cinco trayectorias distintas. Un 38% mostró un nivel bajo y constante de síntomas. El 6% presentó síntomas elevados y persistentes (trayectoria “alta”). El resto se dividió entre quienes empezaron con niveles altos o moderados, pero descendieron con el tiempo (18% y 29%, respectivamente) y un 9% que desarrolló síntomas de forma más tardía.
Una probabilidad de un 88% mayor de fallecer
Con datos del Registro del Servicio Nacional de Salud de Dinamarca y del Registro de Causas de Muerte, los investigadores hicieron un seguimiento de cada participante durante 10 años. Encontraron que las personas en la trayectoria “alta” de duelo tenían una probabilidad de un 88% mayor de fallecer que aquellas en la trayectoria “baja”. Además, su uso del sistema sanitario también fue notablemente más alto durante los primeros años posteriores a la pérdida. En concreto, las personas con duelo intenso tenían una probabilidad un 186% mayor de recibir terapia de conversación u otros servicios de salud mental, un 463% mayor de recibir antidepresivos y un 160% mayor de ser tratadas con ansiolíticos o sedantes. Aunque estas diferencias en el uso del sistema de salud se atenuaron con el paso del tiempo —especialmente después del octavo año—, el exceso de mortalidad se mantuvo elevado durante toda la década.
Pero, ¿qué explica la mayor mortalidad? Según la información presentada por el estudio, las causas fisiológicas que explicarían este vínculo entre el duelo prolongado y el aumento de la mortalidad no están aún del todo claras. “Anteriormente, hemos encontrado una conexión entre los altos niveles de síntomas de duelo y mayores tasas de enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental e incluso suicidio. Sin embargo, la asociación con la mortalidad debe investigarse más a fondo”, advierte Nielsen. La investigación también identifica factores que podrían ayudar a anticipar qué personas tienen mayor riesgo de experimentar un duelo complejo. Entre quienes presentaban síntomas persistentes, se observó “un nivel educativo más bajo en promedio, y su uso más frecuente de medicamentos antes del duelo sugería que tenían signos de vulnerabilidad mental, lo que puede causar mayor angustia durante el duelo”, apunta Nielsen.
De esta manera, los autores del estudio subrayan la necesidad de intervenciones tempranas por parte de los servicios de Atención Primaria. Según Nielsen, los médicos pueden identificar a personas en riesgo si observan antecedentes de depresión u otros trastornos mentales, y ofrecer un seguimiento específico desde el inicio del proceso de duelo. Entre las medidas sugeridas se incluye el acompañamiento psicológico, la derivación a especialistas en salud mental o la programación de consultas de seguimiento centradas en el impacto emocional de la pérdida.
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