
El Observatorio de Salud y Cambio Climático (OSCC) ha puesto sobre la mesa una cifra que refleja con el impacto de las temperaturas extremas: 1.180 personas han fallecido como consecuencia directa de las olas de calor registradas en España entre el 16 de mayo y el 13 de julio de 2025. Este dato, notificado por el sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, representa un crecimiento sin precedentes frente a los 114 decesos contabilizados en el mismo periodo de 2024.
Si se compara año a año, el incremento supera el 1.300%, lo que evidencia la magnitud del desafío sanitario planteado por el calentamiento global y sus consecuencias inmediatas. El registro de fallecimientos ha ido en aumento a medida que avanzaba el verano, según el Ministerio de Sanidad.
Solo en la primera semana de julio, el número de muertes atribuibles al calor se elevó en un 47% en comparación con el total recopilado durante el mes de junio. Esta progresión no solo es una señal de alerta para las autoridades sanitarias, sino que apunta a un fenómeno en expansión, cuya tendencia ascendente podría continuar durante los siguientes episodios de altas temperaturas.
Cambios térmicos excepcionales
El análisis efectuado por el OSCC ha incluido datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y del Ministerio de Sanidad, a fin de comprender el contexto que ha llevado a registrar un pico tan elevado de mortalidad. Los expertos han detectado un episodio de calor calificado como excepcional por su intensidad y persistencia. De acuerdo con la AEMET, la temperatura media mensual de junio alcanzó los 23,6 °C, una cifra superior en 0,8 °C al máximo histórico de junio de 2017 y 3,5 °C por encima del promedio climático del periodo 1991-2020.

La tendencia extrema prosigue: las previsiones para julio anticipan valores persistentemente altos en todas las regiones, con una probabilidad estimada superior al 70% de mantener temperaturas por encima de la media histórica. Este contexto ha propiciado la activación de 76 niveles de alerta roja por calor extremo en distintas zonas del país, cifra muy por encima de la registrada en el verano anterior, cuando ninguna región tuvo que activar este nivel del sistema de vigilancia meteorológica. Solo el actual despliegue de alertas pone de manifiesto la gravedad del evento térmico vivido en 2025.
Cambio en el mapa de riesgo
El perfil de quienes han perdido la vida por causa directa de las olas de calor muestra patrones claros en cuanto a la edad y el sexo. Del total de fallecimientos, el 95,08% corresponde a personas mayores de 65 años. Además, respecto a la composición por sexo, el 59,24% de las defunciones fueron de mujeres. Esta situación refleja la mayor esperanza de vida femenina en los grupos de edad más avanzados y demuestra que la vulnerabilidad frente a eventos climáticos extremos se incrementa con el envejecimiento de la población.
En cuanto a la distribución geográfica, el panorama plantea novedades respecto a años anteriores. Las comunidades autónomas más afectadas han sido Galicia, La Rioja, Asturias y Cantabria. Estas regiones del norte peninsular, tradicionalmente asociadas a veranos moderados, aparecen ahora entre las zonas con mayor mortalidad atribuible al calor. La explicación puede residir tanto en factores de infraestructura, habitaciones y edificios menos preparados para soportar altas temperaturas continuadas, como en una menor adaptación social y cultural frente a eventos térmicos extremos, situaciones infrecuentes hasta hace apenas unos años.
Golpes de calor en diversidad de víctimas
El plan de seguimiento puesto en marcha por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas ha documentado diez muertes adicionales atribuibles a golpes de calor desde la activación de las medidas preventivas especiales. Dentro de este grupo, cinco víctimas corresponden a personas mayores de 65 años, cuatro se sitúan entre los 52 y los 62 años y de una de ellas no se han facilitado datos precisos. Este reparto indica que, aunque el riesgo es especialmente elevado para los mayores, el efecto letal de las temperaturas extremas no excluye a otros segmentos de la población.
Estas cifras subrayan el reto que representa el cambio climático en la gestión de la salud pública y enfatizan la necesidad de reforzar los sistemas de prevención, vigilancia y respuesta rápida. El episodio de altas temperaturas de 2025 permite dimensionar un fenómeno que ya está cambiando tanto el escenario demográfico del riesgo como la respuesta sanitaria ante emergencias vinculadas al calor extremo.
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