
El restaurante de First Dates ha vuelto a abrir una noche más. En esta ocasión ha recibido a Paqui, una mujer de 74 años, jubilada y dedicada durante décadas a la cerámica en Valencia. Con paso firme y actitud resuelta, Paqui llegó al programa presentado por Carlos Sobera buscando un nuevo compañero tras un divorcio complicado. De su pasado prefirió no dar detalles, pero dejó claro que sus prioridades han cambiado y que ahora prefiere enfocarse en el presente. “No merece la pena hablar de mi matrimonio, quiero vivir. Yo no estoy para padecer y pasarlo mal”, afirmó durante su presentación.
El propósito con el que Paqui acudía al restaurante era claro: buscaba una pareja romántica, afectuosa y que la tratara con amabilidad. “¿Cómo lo quieres físicamente? Imagino que regordete y calvo”, bromeó el presentador. “Una cosa como tú”, le contestó, entre risas. Mientras Sobera describía una lista de cualidades sobre el supuesto prototipo masculino, Paqui precisó que la imagen exterior era secundaria y que valoraba ante todo el respeto y el buen trato.

El programa eligió como acompañante para la cena a Pedro, de 76 años, un empresario jubilado también valenciano. Él mismo aseguró, al describirse, que suele dar una impresión inicial de seriedad, aunque en realidad se considera una persona simpática. En las primeras palabras, Paqui admitió, casi de inmediato, que Pedro no era de su agrado en lo físico y recurrió a una comparación gastronómica para explicarlo: “La fruta y los pasteles te los comes antes por los ojos que por la boca”. Y así fue como marcó su falta de interés por su cita desde el comienzo.
Pedro, por su parte, reconoció que Paqui tampoco se ajustaba al perfil de mujer que tenía en mente. A pesar de la falta de atracción mutua, ambos optaron por compartir la velada y conversar, con la esperanza de encontrar algún punto de conexión. Charlaron de forma distendida sobre sus vidas cotidianas y Pedro le contó a Paqui que aún convive con dos de sus hijos, quienes no han dejado el hogar y, en tono jocoso, reconoció que parecen preferir que él salga antes que ellos.

Durante la cita, Paqui dejó claras sus intenciones. No quería apresurarse a convivir o a compartir la vida doméstica demasiado pronto, sino empezar con una amistad y permitir que todo surgiese de manera gradual. Él estuvo de acuerdo en mantener cada uno su espacio y no forzar ningún paso. Esta coincidencia, sin embargo, no logró acercarlos más allá.
La distancia entre ambos se acentuó al quedar claro que no compartían intereses ni aficiones. Mientras Paqui confesaba su gusto por el baile, Pedro admitió que no era una actividad que disfrutara. La brecha ideológica también se hizo patente al revelarse que Pedro es ateo, algo que para Paqui representaba un obstáculo, al identificarse ella como una persona de fe.

La velada concluyó en el reservado del restaurante, donde intentaron limar asperezas con un baile que no logró acercarlos. Al final, la decisión fue unánime: ninguno de los dos quiso repetir la experiencia. “Pedro no me gusta, es muy bajito. Me gustan más altos, esbeltos, una cosa como yo. Y como yo no es”, dijo. Sin coincidencias ni expectativas compatibles, la noche terminó sin una segunda cita para ninguno.
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