
Cada año, Eurovisión arranca con la misma pregunta flotando en el ambiente: ¿por qué hay países que no necesitan competir en semifinales para llegar a la final? La respuesta está en un grupo selecto conocido como el Big Five. España forma parte de este club junto a Alemania, Francia, Italia y Reino Unido. Cinco nombres que, además de ser habituales en el festival, comparten un privilegio: el acceso automático a la gran final.
El origen del privilegio: dinero manda
Para entender cómo se formó este grupo hay que viajar a 1996. Ese año, Alemania —uno de los países que más dinero aportaba a la Unión Europea de Radiodifusión (UER), la entidad organizadora del certamen— fue eliminada en las fases previas. Su ausencia no solo causó sorpresa: supuso también una pérdida económica considerable para la organización.
La solución que se adoptó fue clara. Para evitar futuros contratiempos financieros, la UER decidió que los países que más contribuían económicamente al festival tuvieran garantizado un puesto en la final, sin importar los resultados previos. Así nació lo que hoy se conoce como el Big Five.
Quiénes lo integran (y por qué)
Actualmente, el grupo está formado por cinco países: Alemania, Francia, Italia, España y Reino Unido. Todos ellos tienen algo en común más allá de su peso cultural en Europa: son los principales financiadores del certamen.

Este aporte económico les otorga dos ventajas frente al resto de participantes. La más evidente es el pase directo a la final, algo que el resto de países deben ganarse en las semifinales. Pero también tienen derecho a votar en esas semifinales, lo que les permite influir en la composición de la gran final antes incluso de actuar en ella.
¿Y si no existiera el ‘Big Five’?
Las estadísticas son claras: si estos países tuvieran que competir en igualdad de condiciones, más de una vez se habrían quedado fuera de la final. No siempre cuentan con el respaldo del televoto o del jurado, y en varias ocasiones sus propuestas han sido criticadas o ignoradas por el público.
Contar con un pase directo les da margen para fallar sin consecuencias graves. Y eso, precisamente, es lo que ha generado una de las grandes polémicas del festival.
Un sistema criticado por parte del público y de otros países
Desde su creación, el Big Five ha sido objeto de debate. Muchos seguidores del festival consideran injusto que estos países no tengan que pasar por las mismas fases que el resto, sobre todo si sus canciones no destacan especialmente.
La crítica más fuerte llegó desde Turquía. En 2013, su televisión pública decidió retirarse del certamen en señal de protesta. Argumentaron que el sistema de votación y el privilegio del Big Five creaban una competición desequilibrada, con ciertos países partiendo con ventaja antes incluso de que sonara la primera nota.
Durante algunos años, el grupo fue conocido como Big Four, ya que Italia estuvo ausente del festival entre 1997 y 2010. Pero desde su regreso en 2011, el formato volvió a tener cinco miembros y recuperó su nombre original.

Un lugar asegurado, pero no garantía de éxito
Tener un asiento reservado en la final no siempre se traduce en buenas posiciones. De hecho, los miembros del Big Five no suelen destacar en la tabla salvo contadas excepciones. Aunque cuentan con más exposición, también reciben más escrutinio y, en ocasiones, son acusados de “rellenar” el cartel final sin aportar mucho al espectáculo.
Con todo, el sistema se mantiene. Porque en Eurovisión, como en tantas otras cosas, el que paga, manda. Y en este caso, ese pase directo no es solo una tradición: es parte del acuerdo económico que hace posible el mayor festival musical de Europa.