
El papa Francisco sorprendió a todos desde su elección, ya que siempre tuvo un estilo de vida humilde y sencillo, a pesar de todos los lujos que rodean a una figura como esta. Una prueba más fue la elección de su residencia en la Casa de Santa Marta, contigua a la Basílica de San Pedro, construida en 1996.
Este edificio está gestionado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su función ha sido siempre la de albergar a religiosos y también a los pobres del barrio.
En 1996, el papa Juan Pablo II ordenó construir la Casa de Santa Marta, conocida como ‘Domus Sancta Marthae’. El objetivo era ofrecer un lugar de alojamiento a los cardenales y arzobispos que visitaban Roma, sobre todo durante el Cónclave.
Este edificio posee cuatro plantas y está compuesta por un total de 129 habitaciones, 106 suites y 22 habitaciones individuales.
Sencillez en la segunda planta
El Papa vivió los doce años que duró su pontificado en el apartamento 201, en el segundo piso de esta residencia. Él mismo reconoció que “tenía lo suficiente para poder vivir en paz”. Una cama de madera, una silla, un perchero, un baño con ducha y un estudio contiguo fue todo lo que necesitó Francisco durante su pontificado.
Jorge Bergoglio también contaba con un despacho propio. En él tenía una mesa de madera y un sillón, además de multitud de libros. En esta sala, el Papa realizaba sus labores diarias y daba sus entrevistas.
Su Santidad frecuentaba el comedor
Uno de los motivos por los que el Francisco I eligió esta residencia también tuvo que ver con la necesidad que estar rodeado y convivir con gente. El difunto Papa solía bajar a comedor para compartir sus comidas con el resto de personas.
El comedor estaba compuesto por mesas redondas grandes con manteles blancos y sillas negras, sencillo, alejándose de todo tipo de lujos. En la pared principal hay un crucifijo y la sala luce en el techo una bonita bóveda de cristal.
“La diplomacia de Santa Marta”
A pesar de no ser un edificio excesivamente grande para cumplir esta función, en los últimos tiempos, Santa Marta se convirtió en el lugar donde recibía invitados o amigos fuera de contextos más oficiales, convirtiéndose así en una especie de centro de su actividad privada.
Muchos analistas han conceptualizado la “diplomacia de Santa Marta” para definir aquellos momentos más privados de Francisco con personalidades y con menos control del departamento de Comunicación.
Estos espacios sólo fueron frecuentados habitualmente por sus secretarios, que fueron cambiando durante los años. Los últimos en ejercer el puesto antes del fallecimiento de Bergoglio fueron el italiano don Fabio Salerno y los argentinos don Daniel Pellizzon y don Juan Cruz Villalón. Estos quienes contaban con residencia permanente en Santa Marta, concretamente en el mismo piso que el Papa.