Las small talks o conversaciones de ascensor son las pequeñas charlas informales que se tienen en entornos en los que no hay demasiada confianza, por lo que se intenta llenar el vacío que deja la falta de temas de conversación con pequeños temas que carecen de demasiada relevancia. De esta manera, se intenta mantener la cortesía y huir de los silencios incómodos, una cuestión que aterra a mucha gente.
Pueden darse, efectivamente, en el ascensor, pero también cuando nos encontramos a alguien conocido (pero no demasiado cercano) en el transporte público, antes de una reunión laboral con los compañeros de trabajo con los que no se ha profundizado demasiado... Generalmente se recurren a temas como el tiempo, los planes del fin de semana o las próximas vacaciones.
Pese a que es algo que hace mucha gente (mantener conversaciones pequeñas para que no se genere incomodidad por no saber qué decir), hay personas que prefieren el silencio a tener que invertir su energía en buscar cómo mantener una charla de estas características. Esto revela una serie de rasgos de su personalidad que, en cierta manera, los describe, ya que cuentan con cualidades que generalmente no tienen los que se dejan llevar por la ansiedad ante los vacíos conversacionales.
Son personas introspectivas
El silencio puede convertirse en un espacio para reflexionar y crecer interiormente sin que interfieran estimulaciones externas. De esta manera, aquellos que no se sienten incómodos en soledad suelen tener un mundo personal muy rico, por lo que no necesitan recurrir a las conversaciones triviales.
De hecho, las evitan, ya que estas no les aportan nada sustancial y les impide centrarse en cosas que les interesan mucho más. Las investigaciones psicológicas revelan que las conversaciones que prefieren las personas introspectivas son aquellas significativas, con las que pueden aprender, intercambiar opiniones y expresar un interés real.
Valoran la autenticidad
En ocasiones, las charlas informales se emplean solo para ser cortés con la otra persona, por lo que suelen utilizarse fórmulas socialmente aceptadas, pero que no cuentan con autenticidad. En cierta manera, se finge interés por lo que la otra persona está contando, pese a que la conversación no sea lo suficientemente atractiva porque la falta de cercanía impide profundizar en aspectos más relevantes.
Por ello, en estas small talks hay algo impostado, fingido, por lo que suelen evitarse por aquellas personas cuya vida gire en torno a buscar la autenticidad y únicamente invertir sus energías en aquello que les importa de verdad.
Son emocionalmente inteligentes
No todo el mundo es capaz de captar el entorno que le rodea: el lenguaje corporal de la otra persona, el tono... Saber identificar lo que la otra persona está sintiendo a través de estas cuestiones refleja una gran inteligencia emocional y permite obrar en función de lo que se percibe.
Cuando se cuenta con esta capacidad, se puede observar si la otra persona se encuentra incómoda, si simplemente está alargando la conversación por cumplir o si está en realidad interesado en lo que le estamos contando. Por ello, callan cuando ven en su interlocutor reflejada la convención social.

No perciben la incomodidad
Uno de los motivos principales por lo que se mantienen estas charlas informales es por evitar la incomodidad que supone quedarse en silencio junto a una persona a la que se conoce, sin que ninguno de los dos sepa qué decir. Sin embargo, esto no siempre tiene por qué ser así: aquellos que prefieren callar a hablar por hablar no ven en el silencio una amenaza, sino un signo de autenticidad, de reflexión y de comodidad.
Todo esto está vinculado con la madurez emocional: no se entra en un estado de nerviosismo cuando hay vacíos en la conversación y, por ello, no se intentan evitar a toda costa.
Independencia
Muchas personas también recurren a este tipo de charlas porque necesitan sentirse conectados y valorados por el resto. Por el contrario, las que prefieren el silencio son lo suficientemente independientes como para no necesitar acudir a estas acciones para sentirse plenos de forma individual.
Prefieren mantener conversaciones con las personas más cercanas o aquellas con las que realmente se vaya a convertir en un intercambio comunicativo fructífero, interesante y útil. Saben disfrutar de su soledad y eso es lo que les permite ser selectivos a la hora de elegir cuándo callar y cuándo no.
Respetan el espacio de los demás
Al igual que valoran que otras personas respeten su espacio, ellos hacen lo propio con los que les rodean. No todo el mundo quiere estar continuamente hablando (mucho menos si es por convención social), por lo que asumen esto a través de la percepción que les concibe su inteligencia emocional y les permiten mantenerse en su soledad, aunque sea acompañados en silencio.
De esta manera, callar se convierte en una forma de empatía y respeto, adaptándose al estilo de comunicación de los demás y no encontrando en ello un motivo por el que sentir preocupación, ansiedad o incomodidad.