El nutricionista Pablo Ojeda narra cuando estuvo a punto de morir por su adicción y pensó en vender un órgano: “No tenía recuerdos de mi hija mayor por culpa del juego”

Pablo Ojeda, uno de nutricionistas más conocidos en España por su presencia en redes sociales y colaborador en ‘Más Vale Tarde’ (La Sexta), acudió esta semana al programa para contar su propia historia, vinculada por completo a una situación adictiva que ha marcado su vida. Cuando tenía 22 años, Ojeda fue por primera vez a un salón de juegos que habían abierto debajo de su casa.

Las consumiciones bastante más baratas que en otros establecimientos y el hecho de que la primera partida que jugaba ganase 80 euros provocó que, al día siguiente, decidiese volver: “La sensación, el recuerdo que me dejó, fue muy agradable”. Con el paso del tiempo, “se va creando poco a poco una cierta dependencia” y el nutricionista reconoce que a los 2 o 3 meses estaba enganchado.

Pese a la dureza que supone decirlo, Pablo Ojeda reconoce ser ludópata: “A mi madre no le gusta escucharlo, pero es la realidad. El día que me relaje, vuelvo a jugar. Lo único que aprendemos es a vivir sin jugar”. Esta historia, que ha estado marcada por los secretos, los hurtos y diez años de rehabilitación los narra en Cuando me alimenté del juego, un libro en el que cuenta todas las situaciones complicadas con las que se ha enfrentado debido a su adicción.

El conocido nutricionista explicó en el programa de Cristina Pardo que ha llegado a robar y vender el coche de su padre “porque tenía los bolsillos vacíos”; hizo pasar este episodio por un hurto perpetrado por un tercero, un ejemplo del límite al que se puede llegar cuando la ludopatía controla la vida.

Otra de las historias que Pablo Ojeda ha narrado es su decisión de llegar a vender un riñón para subsanar sus deudas y seguir jugando: “Me daban 60.000 euros y podía pagar todas mis deudas. Vender un órgano para tener liquidez era una idea perfecta. Llegué a comprar los billetes para irme”.

Algunos de los síntomas con los que se enfrentó a raíz de su adicción eran “nerviosismo, falta de apetito, falta de sueño, desaparecer en momento puntuales...”; además, reconoce que “me quise quitar la vida”.

La situación escaló hasta un punto tan insostenible que apuntó todos los puentes debajo de los que podía dormir, así como “los sitios donde te podían dar aseo y comida”: “En mi mente sabía que en algún momento esa circunstancia podía ocurrir”.

Gracias a su esfuerzo y su fuerza de voluntad, Pablo Ojeda está haciendo muchos avances, aunque reconoce que, si baja la guardia, podría volver a recaer porque la adicción no desaparece. Destaca que ya no lleva dinero en efectivo, que practica deporte y que se ciñe a un horario planificado con el objetivo de superar su adicción.

El nutricionista ha pasado por un largo y complicado proceso de rehabilitación intensiva que le llevó incluso a ser ingresado. Además, tuvo que cambiar todo, sus amigos, sus ambientes...: “Estuve seis años sin ir a un bar”. Sin embargo, la ludopatía continúa teniendo un gran impacto en su vida: “Si entro en un bar, me pongo de espaldas. No puedo ver las tragaperras”.

A nivel familiar también le afectó su situación, pues ha tenido lagunas de algunas épocas de su vida: “Recuerdo que me estaba duchando con mi hija pequeña y mi mujer me dijo que hacía lo mismo con la mayor. Y en ese momento, que yo estaba en rehabilitación, no me acordaba. No tenía recuerdos de mi hija mayor por la mierda del juego”.