La historia detrás de una comunidad de monjas con síndrome de Down: “Nos decían que no era una verdadera llamada de Dios”

Las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero ofrece a estas mujeres un espacio donde la oración, el trabajo y la fraternidad se entrelazan

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Las monjas que forman el Instituto de vida contemplativa de las Hermanitas Discípulas del Cordero. (Hermanitas Discípulas del Cordero/ EP)

En el corazón de Francia, una comunidad religiosa ha desafiado las expectativas tradicionales al integrar a personas con síndrome de Down en la vida eclesiástica. Según ha informado la agencia de noticias Agenzia SIR, las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero, una congregación fundada hace casi cuatro décadas, ofrece a estas mujeres un espacio donde la oración, el trabajo y la fraternidad se entrelazan en una vocación compartida. Este modelo de vida religiosa, que ha sido considerado un signo profético dentro de la Iglesia, también representa una respuesta silenciosa a los que no apuestan por la integración.

Madre Line, superiora de la comunidad, ha relatado los desafíos iniciales que enfrentaron al establecer esta congregación. “Nos decían que bajaríamos el nivel de la vida consagrada, que la vocación de nuestras hermanas era solo una idea de los padres, no una verdadera llamada de Dios”, ha explicado a la agencia de noticias. A pesar de estas críticas, la comunidad no desistió, enfrentando una larga lucha marcada por incomprensiones y dudas. Madre Line ha destacado que, aunque pocos creían en la posibilidad de una vocación auténtica para personas con diversidad funcional, su fe y confianza en Dios les permitió superar los obstáculos.

Imagen de un grupo de
Imagen de un grupo de monjas. (Canva)

Diversos trámites para conseguir la integración

Desde radio Cope han señalado que todo comenzó cuando Line, que tenía vocación religiosa, conoció a Vèronique, una adolescente con síndrome de Down. Ambas querían formar parte de la vida eclesiástica, pero no eran admitidas en ninguna congregación. Esto hizo que la francesa Line formara la suya propia. No obstante, el apoyo de figuras clave dentro de la Iglesia fue crucial para el desarrollo de esta comunidad. En una entrevista para Vatican News la hoy madre de la congregación ha señalado: “Fue el encuentro con la joven Véronique, una niña con síndrome de Down, la que nos inspiró para un nuevo comienzo. Me prometí a mí misma ayudarla para cumplir su vocación”.

Según ha detallado la Agenzia SIR, el cardenal Jean Honoré, quien en su momento era obispo, comprendió profundamente el camino que estas mujeres deseaban seguir y facilitó los primeros trámites en Roma. En 1995, la comunidad se trasladó a la diócesis de Bourges, donde el obispo Pierre Plateau las acogió con benevolencia. Tras consultar con el Vaticano, en 1999 se les reconoció oficialmente como un instituto de vida contemplativa. Este reconocimiento marcó un hito en su historia, consolidando su lugar dentro de la Iglesia.

Abadía de Fontgombault, en Francia,
Abadía de Fontgombault, en Francia, donde viven las hermanas. (Google Maps)

Una vida cercana y un entorno de apoyo

Actualmente, las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero viven cerca de la abadía benedictina de Fontgombault, un lugar que ha sido fundamental para su estabilidad espiritual. Madre Line destacó la importancia de esta cercanía, señalando que el padre abad las recibió con discreción y las ha acompañado con atención a lo largo de los años. La relación con la abadía ha proporcionado un entorno de apoyo y equilibrio, especialmente en un contexto donde la alternancia de párrocos podría generar inestabilidad.

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La comunidad no solo ha encontrado un espacio dentro de la Iglesia, sino que también ha desafiado las percepciones sobre las capacidades y el papel de las personas con diversidad funcional en la vida religiosa. Su experiencia demuestra que la vocación no está limitada por las capacidades intelectuales, sino que es un llamado espiritual que puede ser vivido plenamente por quienes lo reciben.