
Una mujer surcaba a brazadas en mitad del mar, entre toda clase de criaturas marinas; día y noche, con el cuerpo agotado, pero la voluntad intacta. Nadaba sin detenerse, tal vez por una rabia antigua, tal vez por un sueño que persiguió durante más de 30 años.
Diana Nyad emergió en la costa de Key West el 2 de septiembre de 2013, a los 64 años de edad. Su historia: acaba de proclamarse como la primera persona en cruzar, sin jaula para tiburones y sin descanso, los 177 kilómetros de aguas traicioneras que separan La Habana de Florida.
Tambaleante, parecía mentira que pudiera poner pie en la arena, lanzó una frase que irá pegada a su nombre para siempre: “Nunca eres demasiado viejo para perseguir tus sueños”.

La espina que la empujó
Diana nació en 1949 en Nueva York (Estados Unidos), pero pronto se dio cuenta de que su lugar estaba en el agua, que era como su segundo hogar, un sitio seguro del que protegerse de abusos y dolores que marcaron su juventud.
A los 28 años realizó su primer intento de cruzar el estrecho de Florida. Fracasó. Lo volvió a intentar a los 29 y a los 30, pero el mar, aquel que tanto la había salvado, no estaba de su parte, por no contar con las corrientes, los tiburones o las medusas.
Parecía que su sueño se iba a quedar ahí. Retirada, se convirtió en una reputada comentarista, escritora y figura pública. No obstante, había algo que la comía por dentro. “Mi cuerpo ya no es el de antes, pero mi mente nunca había estado tan clara”, confesó en una entrevista con NPR. A los 60 años, regresó al agua.
Solo una vez más
Entre 2011 y 2012, Diana volvió a intentar hacer la hazaña, pero de nuevo, el mar no se lo puso fácil. La mujer experimentó reacciones alérgicas a la picadura de una medusa en el antebrazo que la llevó a estar al borde de la muerte. “Pensé que iba a morir”, recordó en otro evento con The Guardian.
Pero volvió. En agosto de 2013, acompañada de un equipo de hasta 35 personas, se lanzó una vez más al océano. Se valió de un dispositivo acústico para mantener a los tiburones a raya y de una máscara especial para evitar las picaduras.
Se alimentaba cada 90 minutos de batidos energéticos entregados por una pértiga. Durante las noches, nadaba en completa oscuridad, sin ver el fondo, sin ver lo que se le podía acercar. Repetía melodías en su cabeza para no perder el ritmo. Para no caer. “Nadar en completa oscuridad durante horas sin saber qué hay debajo es un acto de fe”, explicó.
Un logro no exento de dudas
Cuando por fin llegó a tierra firme, las dudas aterrizaron. La Asociación Mundial de Natación de Aguas Abiertas puso en entredicho la validez de la marca. Hubo quien cuestionaba la velocidad en algunos tramos. Pero Nyad no dudó ni por un instante: “Nadé. Lo logramos, con nuestro equipo lo logramos desde las rocas de Cuba hasta la playa de Florida, en un ambiente impecable y ético”.
Más tarde, la Federación de Nadadores en Aguas Abiertas confirmó que no había ninguna prueba de irregularidades en la travesía de Nyad. Supero sus miedos, luchó contra su cuerpo envejecido y la historia de sus fracasos, pero los supero todos. “Quería saber qué pasa cuando no me rindo”, subrayó.
Su historia se convirtió en inspiración, llegando a la gran pantalla en 2023 bajo el título de Nyad, con Annette Bening haciendo de la nadadora y dirigida por Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin. La película reconstruye los días de lucha, las dudas, los miedos, y ese instante final en el que sale del agua convertida en un ejemplo de superación.