
Los electrodomésticos se han convertido en una parte esencial de nuestra rutina, sobre todo en cuanto a la comida. Todo aparato eléctrico que utilizamos para cocinar o para conservar los alimentos es un electrodoméstico y, a pesar de que la mayoría de las personas tienen todos los básicos, la nevera, el horno, la placa vitrocerámica o el microondas, además del lavavajillas o la lavadora, lo cierto es que existen infinidad de electrodomésticos que cumplen diferentes funciones. En contraposición a las personas de otras generaciones, a las que no les importaba pasar 4 horas guisando, en la época actual buscamos la inmediatez. Quitando a algunos amantes del buen comer, parece que lo que las personas quieren es tener la comida preparada lo más rápido posible para tener más tiempo para hacer cualquier otra cosa.
Quizá, este ritmo de vida ajetreado y esa especie de ansia por acelerar el proceso de cocinar y comer lo antes posible para atender otros asuntos sea una de las razones por las que cada vez las personas tienen más tipos de electrodomésticos en casa. Por ejemplo, uno de los aparatos nuevos más reconocidos es la famosa Thermomix. Este electrodoméstico incorpora muchísimos modos de cocinado y permite desde cortar verduras, trozeándolas al gusto o picándolas hasta freír, guisar, cocinar al vapor o emulsionar. Además, la Thermomix realiza todas estas funciones y muchas más con tan solo programándola un tiempo y dándole a un botón. No hay que estar pendiente de nada más.

El horno eléctrico: la rapidez contra el medioambiente
Sin embargo, los asiduos en utilizar este tipo de electrodomésticos no deben centrarse tan solo en preparar la comida lo más rápido y eficientemente posible, sino también en como se traduce el uso de tantos aparatos en el consumo eléctrico y en la factura de la luz. Normalmente, es recomendable atender a la etiqueta energética de los electrodomésticos antes de comprarlos. Este adhesivo indica el grado de eficiencia energética de cada aparato, es decir, si para su funcionamiento debe consumir una cantidad de electricidad más alta o más baja y si, por lo tanto, son más eficientes o menos. Estas etiquetas, actualmente, están clasificadas de la letra A a la G, correspondiéndose la etiqueta A con el mayor grado de eficiencia. En resumen, un electrodoméstico con etiqueta A consumirá menos energía y podrá suponer un ahorro en el consumo eléctrico.
En este sentido, uno de los aparatos que se ha popularizado en mayor medida y que, sin embargo, conlleva un consumo de luz bastante considerable es el horno eléctrico. Este electrodoméstico, que, si se trata del hogar, suele tener un tamaño más reducido que un horno convencional, hace las veces de microondas y de horno, con la particularidad de que puede alcanzar temperaturas muy altas en muy poco tiempo.

Esto permite que se lleve a cabo una cocción uniforme y que, dependiendo de la temperatura adoptada, pueda usarse para cocinar, gratinar o calentar alimentos. Incluso, algunos, lo utilizan a modo de tostadora. Sin embargo, esta cualidad del horno eléctrico de alcanzar altas temperaturas rápidamente conlleva un consumo de potencia altísimo, que se ha estimado en un equivalente a unos 65 frigoríficos enchufados al mismo tiempo. Sin duda, este consumo de electricidad es desorbitado y, utilizando diariamente el horno eléctrico, supone un claro impacto ambiental.