Los teléfonos tontos, una vía de escape a la adicción del ‘smartphone’: “Permiten desconectar de servicios digitales, pero mantenerte localizado”

Los efectos negativos de la hiperconectividad han lanzado a muchos a comprar teléfonos más sencillos, que impiden el acceso a contenidos adictivos

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Los apodados 'teléfonos tontos' suponen
Los apodados 'teléfonos tontos' suponen una vía de escape a la adicción a las pantallas. (AdobeStock)

La década de los 2000 sorprendió al mundo con la aparición del smartphone, un teléfono inteligente que combinaba las funciones de un móvil con las de un ordenador personal. Los teclados se cambiaron por pantallas táctiles y añadían cada vez más aplicaciones: permitían hacer llamadas, sacar fotos, acceder al correo electrónico, tomar notas, navegar por internet, jugar a videojuegos... Cuantas más habilidades adquiría el pequeño aparato, más horas pasábamos pegados a él.

Hoy, el exceso de tiempo en pantalla se ha convertido en un auténtico problema para la sociedad, incluso en una adicción para muchas personas. Y España es de los países que más tiempo pasa conectado. Según el estudio anual de la empresa de ciberseguridad Qustodio, los españoles pasamos al menos una hora al día en cada red social. TikTok es la favorita de los menores de edad, que la visitan durante 96 minutos diarios.

El teléfono móvil es lo primero que miran un 60% de los españoles al levantarse y, ya en 2020, 7,6 millones de ciudadanos se consideraban adictos a estos dispositivos. Los adolescentes son el grupo de población más vulnerable a la adicción, tal y como certifican las asociaciones que trabajan este problema. Según un estudio de la Red de Atención a las Adicciones (UNAD) y la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR), es la población de 16 a 18 años la que copa los servicios contra las adicciones digitales, que enfrentan problemas de autoestima, ansiedad, depresión, falta de concentración...

Ante este panorama, algunos han buscado alejarse del teléfono inteligente y volver a dispositivos más simples. Se les llama teléfonos tontos o dumbphones. “Si con el término ‘teléfonos inteligentes’ nos referimos a los móviles que ofrecen un amplio abanico de posibilidades de conexión y comunicación gracias a la infinidad de aplicaciones que se pueden instalar, con los dumbphones encontramos teléfonos con menos opciones y que básicamente lo que nos permiten es llamar y mandar mensajes“, explica la profesora de Ciencias de la Información y la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Silvia Martínez, a Infobae España. “Es un tipo de móvil similar al que podíamos usar hace un par de décadas, pero con elementos más avanzados”, añade.

Desconectar pero mantenerse localizado

Las razones por la que algunos optan por un Nokia antes que por el último iPhone son varias, según Martínez. “Este tipo de dispositivos se han ido retomando por parte de algunos usuarios que buscan desde desconectar de servicios digitales, pero mantenerse localizado, hasta tener un móvil de fácil uso, que solo ofrezca lo que realmente quieren usar, más asequible e incluso, para algunos perfiles, más seguro“, dice la profesora.

Es, además, un “recurso útil para aquellas personas que quieran tener una ayuda extra para evitar dedicar un exceso de tiempo a espacios como las redes sociales”. Es lo que le ocurría a Albert Beltran y Carlos Fontclara, que detestaban ver cómo cada día dedicaban más de cuatro horas a esa pequeña pantalla. “Empezamos a probar todas las aplicaciones que existen de controles parentales, límites de tiempo de uso, etcétera, pero todas son reversibles. Dependemos mucho de nuestra fuerza de voluntad y nos las acabamos saltando”, cuenta Beltrán a Infobae España.

Carlos (i) y Albert (d),
Carlos (i) y Albert (d), los dos jóvenes catalanes detrás de 'Balance Phone'.

Los dos amigos terminaron por crear su propia compañía de dumbphones, bautizada como Balance Phone, que ofrece un sistema operativo sencillo y sin distracciones. “Bloqueamos de manera sistemática e irreversible todas las aplicaciones y contenido adictivo. Esto se traduce en redes sociales, pornografía, juegos, apuestas y plataformas de streaming“, defiende uno de sus creadores. Para ellos, ha funcionado: han pasado de dedicarle hasta cinco horas diarias a su teléfono a una hora y doce minutos. Entre sus más de 15.000 usuarios, los beneficios se replican: pasan una hora y 27 minutos al día con el teléfono. “Si lo comparas con las más de cuatro horas al día que la sociedad española está en el móvil, son tres horas menos cada día. Esto, si lo extrapolas al año, son unos 40 días”, afirma Beltran.

Beltran y Fontclara no son los únicos dentro de este negocio: Nokia, Alcatel, LG, Xiaomi y hasta la Barbie han sacado sus propios teléfonos tontos. Algunos vuelven al diseño clásico del teléfono concha, mientras otros calcan los dispositivos smartphone, pero limitando la conectividad. Sin embargo, cambiar a un móvil tonto conlleva desembolsar dinero y “puede resultar costoso para algunas personas”, reconoce Martínez. Aunque hay algunas opciones bastante económicas, versiones como las de Balance Phone pueden llegar a superar los 300 euros. Para los que prefieran medidas menos extremas y más baratas, “se pueden apoyar en el empleo de recursos como marcar limitaciones en el tiempo dedicado a ciertas aplicaciones”, recomienda Martínez.

Equilibrio entre la desconexión y el aislamiento

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Los peligros de la hiperconectividad para los más pequeños han hecho que muchos padres limiten el uso que hacen sus hijos de los teléfonos. En España, algunas comunidades han llegado a impulsar normativas para prohibir la presencia de smartphones en colegios con el fin de proteger a los menores. Sin embargo, varios expertos apuntan que el veto total puede llegar a ser contraproducente.

“Algunos usuarios pueden tener esa sensación de que si no miran constantemente las notificaciones, las novedades o los avisos, se están perdiendo algo importante y no consultarlo les llega a generar incluso ansiedad”, reflexiona Martínez. Para la profesora, lo importante es “encontrar un equilibrio” entre las interacciones sociales reales y las virtuales.