
Cuando José Salvador Alvarenga llegó a las costas de las Islas Marshall el 30 de enero de 2014, su estado físico era crítico. Había sobrevivido a 438 días a la deriva en el océano Pacífico, enfrentando hambre, sed, tormentas y una soledad abrumadora.
Su historia comenzó el 17 de noviembre de 2012, con una jornada de pesca rutinaria en Chiapas, México. Zarpó desde la costa de Pijijiapan, acompañado por su joven compañero Ezequiel Córdova, de 22 años. Su objetivo era capturar tiburones en un viaje que no debía durar más de 30 horas.
Sin embargo, una fuerte tormenta inesperada los arrastró mar adentro, dejando su embarcación sin control y estropeando las comunicaciones con tierra firme. Lo que debió ser una rutina laboral se convirtió en una odisea que desafió los límites de la resistencia humana.

La lucha contra el Pacífico
El motor del barco se averió, y los dos pescadores quedaron a la deriva sin provisiones suficientes ni agua potable. La situación era cada vez más desesperante: definitivamente, estaban perdidos en el océano, obligados a depender de los recursos que el mar les ofrecía.
Peces crudos, tortugas, aves marinas… mientras que el agua de lluvia era su única fuente de hidratación. La resistencia de Ezequiel no fue la suficiente para soportar la dieta y tales condiciones extremas. Tras semanas de sufrimiento, falleció, dejando completamente solo a Alvarenga, que ahora tenía que poner a prueba no solo su fortaleza física, sino sobre todo la mental.
Más de un año naufragado
Durante 438 días, el pescador vivió en condiciones que pocos pueden imaginar. Un sol abrasador, tormentas espeluznantes y noches interminables que se convirtieron en su nueva rutina.
Combatir la soledad era el mayor desafío, pero encontró consuelo en los recuerdos con su familia y en una promesa que se repetía una y otra vez en su mente: volver a abrazar a su madre.
Aunque muy limitada, su dieta le proporcionaba los nutrientes necesarios para evitar enfermedades graves como el escorbuto. Además, las corrientes del Pacífico, aunque impredecibles, lo llevaron finalmente a encallar en las Islas Marshall, situadas a 10.000 kilómetros de su punto de partida.

El momento del rescate y un viaje lleno de dudas
Cuando al fin fue rescatado, Alvarenga presentaba signos evidentes de desnutrición, deshidratación y graves heridas. Según el informe de los expertos, su supervivencia fue considerada un milagro, por lo que no estuvo exenta de escepticismo. Muchos dudaban de su travesía, pero los cartógrafos y meteorólogos examinaron las corrientes del Pacífico y corroboraron que su experiencia era más que posible.
Así, la carne cruda de las tortugas y los peces le aportaron la vitamina C necesaria para evitar las enfermedades y, aunque las corrientes le alejaron de México, también jugaron un papel crucial en su rescate.
“Volveré a verte”
Cuando por fin regresó a México, hizo realidad su mayor anhelo, que lo había mantenido con vida. En ese abrazo, encontró la promesa cumplida que había hecho antes de su calvario: “Volveré a verte”.

En ese momento, Alvarenga puso el cierre a una experiencia que desafió todos los límites físicos y mentales. En sus propias palabras, su historia es un recordatorio de que incluso “en las circunstancias más desesperadas, la esperanza y la voluntad de vivir pueden prevalecer”.
Las secuelas de una experiencia extrema
No obstante, el regreso de Alvarenga a la civilización no fue fácil. El náufrago enfrentó acusaciones por parte de la familia de Ezequiel Córdova, quienes lo demandaron por presunto canibalismo, una acusación que él negó rotundamente.
Además, las secuelas emocionales de su experiencia lo acompañaron durante años. El insomnio, el miedo al agua y los recuerdos traumáticos del tiempo que pasó en el mar continúan marcando profundamente su vida.
A pesar de ello, en 2015, el pescador decidió compartir su historia en el libro 438 Days: An Extraordinary True History of Survival at Sea, escrito en colaboración con el periodista Jonathan Franklin. El libro no solo narra los detalles de su odisea, sino que también reflexiona sobre las lecciones aprendidas y la capacidad del ser humano para superar las adversidades más extremas.