
La Dirección General de Tráfico (DGT) ha desarrollado un sistema de etiquetado ambiental con el objetivo de clasificar los vehículos según sus emisiones contaminantes. Esta iniciativa nace como parte de un conjunto de medidas destinadas a mejorar la calidad del aire en las ciudades españolas, y se ha convertido en una herramienta clave para los ayuntamientos a la hora de aplicar políticas de movilidad y sostenibilidad urbana.
El distintivo ambiental se presenta en forma de una pegatina que debe colocarse en el parabrisas del vehículo, en un lugar visible, o en cualquier parte reconocible del vehículo en el caso de motocicletas. Aunque su colocación no es obligatoria por ley, su uso se ha vuelto imprescindible para circular por determinadas áreas urbanas, especialmente las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), cuya regulación depende de cada municipio. En estos espacios, se restringe o prohíbe la circulación de vehículos según el nivel de emisiones, determinado por el tipo de etiqueta que porten.
La clasificación propuesta por la DGT incluye cuatro categorías: Cero Emisiones, ECO, C y B. Cada una corresponde a un rango diferente de emisiones, favoreciendo a los vehículos menos contaminantes mediante ventajas fiscales o exenciones en restricciones de circulación. En episodios de alta contaminación, algunos ayuntamientos ya han empezado a limitar la circulación únicamente a vehículos con ciertas etiquetas, lo que convierte a este distintivo en un instrumento de control fundamental en políticas de emergencia medioambiental.
Cuatro etiquetas para una movilidad más limpia
La etiqueta Cero Emisiones es la más valorada dentro del sistema. Está destinada a los vehículos completamente eléctricos con batería, aquellos con autonomía extendida, híbridos enchufables con una autonomía mínima de 40 kilómetros y los de pila de combustible. Estos vehículos son los que más beneficios obtienen a la hora de acceder a zonas restringidas o disfrutar de ventajas fiscales y de aparcamiento.
En segundo lugar se encuentra la etiqueta ECO. Esta categoría incluye a los vehículos híbridos enchufables cuya autonomía es inferior a los 40 kilómetros, híbridos no enchufables, y aquellos propulsados por gas natural o gas licuado del petróleo. Aunque generan más emisiones que los del grupo Cero, siguen siendo considerados opciones respetuosas con el medio ambiente.
La etiqueta C agrupa a los turismos y furgonetas ligeras de gasolina matriculados desde enero de 2006, y a los diésel desde 2014. También entran en esta categoría los vehículos pesados o de transporte colectivo, tanto de gasolina como diésel, matriculados a partir de 2014. Por su parte, la etiqueta B corresponde a vehículos más antiguos, aunque aún cumplen con normativas anteriores a la actual EURO. Incluye a los turismos de gasolina matriculados desde 2001 y diésel desde 2006, además de vehículos de gran capacidad matriculados desde 2006.
Aquellos vehículos que no cumplen con los requisitos mínimos —como los de gasolina anteriores a 2000 y diésel anteriores a 2006— no pueden obtener ningún distintivo, quedando automáticamente fuera de las Zonas de Bajas Emisiones en muchas ciudades. Esto ha generado preocupación entre los propietarios de vehículos más antiguos, que se ven obligados a replantear su forma de movilidad urbana o incluso a renovar su automóvil.
La validez de las etiquetas

El precio de la etiqueta es de cinco euros, y puede adquirirse en diferentes puntos autorizados como las Oficinas de Correos, talleres de CETRAA, otros talleres colaboradores, Gestores Administrativos o el Instituto de Estudios de Automoción.
En cuanto a su validez internacional, el etiquetado español no está homologado en países como Alemania, Austria, Dinamarca o Francia, por lo que es necesario informarse previamente sobre la normativa del país al que se vaya a viajar. De igual manera, aquellos vehículos extranjeros que ingresen a territorio español deben conocer la equivalencia de sus etiquetas para evitar sanciones.