
El 11 de abril de 2006 Josué Monge de 13 años llegó a su casa de Dos Hermanas, Sevilla, con varios suspensos bajo el brazo. A pesar de ello sus padres le permitieron pasar la noche junto a un amigo, como tenía planeado.
La casa estaba a tan solo 300 metros de la suya y salió con su bicicleta, una mochila y 30 euros en su bolsillo. Josué abandonó su domicilio, pero nunca llegó al de su amigo. Tras denunciar su desaparición, los agentes barajaron que se trataba de una fuga voluntaria. Sin embargo, todas las sospechas no tardaron en apuntar a su padre, Antonio.
Pasó la tarde con el padre
Isabel, la madre del pequeño, llevaba sufriendo malos tratos por parte de su marido durante más de 22 años. Siempre actuaba cuando el mayor de sus hijos dejaba la casa, lo que hacía a Josué y su hermano testigos de esta violencia, pero nunca se atrevió a denunciar por miedo.
Sin embargo, las miradas se pusieron sobre Antonio por sus comportamientos raros cerca de la noche de la desaparición. Esa noche supuestamente el hombre iba a arreglar algo en casa de su hermana por lo que preparó una caja con herramientas y una bolsa.
A las 21:30 de ese día el padre todavía no había vuelto y cuando llegó llevaba una ropa diferente a la que se había puesto al salir y a medio vestir, según describió la madre en una entrevista con El Periódico de España. Cuando le preguntó porque se había cambiado, solo le respondió que se había manchado.
Al día siguiente, cuando el pequeño ya no apareció, la madre empezó a preocuparse y llamó al amigo con el que debía haber pasado la noche. Este le dijo que no se había presentado porque tenía que ir con su padre a ayudarle, cosa que Antonio negó. Una de sus vecinas corroboró la versión del amigo, ya que vio al padre hablando con su hijo y ambos tomando el mismo camino, el primero con su furgoneta y el segundo con su bici.

La última pista vino con la tranquilidad con la que el padre se tomó la desaparición de su hijo. No habían pasado ni 24 horas de lo ocurrido y se fue a dormir tranquilo, explicando que al día siguiente tenía que trabajar.
Tras 13 días Isabel no podía no pensar en que había sido su marido el autor de la desaparición por lo que le preguntó directamente y le dijo que si no le decía donde estaba iba a ir a la Policía.
La mujer fue a la comisaría. La tarde de ese día Antonio cogió las llaves de su furgoneta y se marchó, con la excusa de que iba a buscar a su hijo y no volvió a aparecer nunca más. La última conversación que tuvo fue con el policía encargado del caso al que le dijo que iba a encontrarse “en el cielo con Josué”.

Orden de busca y captura para el padre
Ante lo declarado por María Isabel y la extraña desaparición de Antonio, se tramitó una orden de busca y captura contra el padre de Josué. Sin embargo, a día de hoy, todavía no se ha podido encontrar a ninguno de los dos desaparecidos.
14 meses después de que arrancará la investigación, dio un vuelco. Un adolescente se presentó en una estación de tren asegurando ser Josué. Sin embargo, cuando la madre fue al hospital a identificarle, se encontró con un joven que no era su hijo. Todo resultó ser una macabra broma de un chico que pretendía colarse en un tren sin pagar.
Ante los hechos y la falta de pruebas concluyentes, los investigadores sugirieron que el posible móvil del crimen fue que Isabel quería divorciarse de Antonio. Supuestamente, para hacerle daño acabó con la vida de su hijo y dos semanas después se habría quitado la vida cuando se comenzó a sospechar de él.
Ante la posibilidad del suicidio se inspeccionó la ribera del Guadalquivir desde Córdoba hasta Sanlúcar de Barrameda. También se revisaron pantanos y fincas, pero no hubo éxito. En 2016 el Juzgado de Primera Instancia n.º 7 de los de Dos Hermanas declaró el fallecimiento de Antonio Monge.