
Muchas de las personas que trabajan de cara al público, sobre todo en el sector de la hostelería, se enfrentan en su día a día con una serie de situaciones incómodas y molestas: por ejemplo, con clientes que no se comportan de manera adecuada en el establecimiento o que, a través de las reseñas, critican cuestiones que nada tienen que ver con el servicio. En estos casos, el propietario del restaurante o bar responde desmintiendo lo que relatan los comensales y explicando su propia versión de los hechos.
Jesús Soriano, conocido en internet como Soy Camarero (@soycamarero), se ha alzado como uno de los portavoces de este sector en España. A través de sus redes sociales, comparte con compañeros de profesión y otros usuarios estas historias que revelan las situaciones a las que a veces se enfrentan los camareros. De esta manera, se deja claro que el cliente no siempre tiene la razón.
Sin embargo, tampoco la tiene siempre el trabajador. En uno de los vídeos más recientes publicados en su cuenta de TikTok, el creador de contenido recopila una serie de respuestas completamente desproporcionadas que el dueño de un establecimiento le dedica a los consumidores que critican, sobre todo, el trato recibido durante el servicio.
“Pedazo de cromañón” o “el tonto del pueblo”
“Le pongo una estrella porque no puedo poner menos. El nombre del restaurante señala la comida y trato recibido. Pésimos ambos. Menú del día 13,50 euros: menestra aceitosa, cachopo sin jamón ni queso y crudo, el risotto era un arroz blanco con un poco de queso rallado y las carrilleras con 4 patatas fritas. Postres también malos”, reza la primera de las reseñas. La respuesta no intenta desmentir ninguna de estas cuestiones o disculparse por ello, sino que tira del insulto para hacer frente a la crítica: “Luisito, si no te aguantan ni en Sodupe, ¿para qué sales de casa? Sin duda, llegado el día, tu mujer será la viuda más feliz del mundo, se lo merece. Y el premio para el “tonto del pueblo” es para...”.
Como esta valoración, de una estrella, Jesús Soriano muestra una larga lista en la que sobre todo se destaca el mal trato recibido: “Persona superborde, para no volver y no recomendar. Un infierno, sin duda”. Todas ellas tienen su consiguiente respuesta, siempre con descalificativos y poniendo el foco en el cliente que se queja: “Sin duda, soportarte a ti y a toda tu pandilla de traficantes fue un infierno. Menos mal que duraste poco allí. Impresentable, espero no volverte a ver nunca más”.
En otra de las reseñas, el consumidor califica el menú de “muy de batalla”, haciendo referencia a que la comida era simplemente aceptable. Además, incide también en la pésima atención y los malos gestos de la camarera: “Gracias, troll, aquí te estaremos esperando. Todo un honor que te hayas creado una cuenta para valorarnos y eso que tú aquí no te has comido ni los mocos. Cuando nos den la tercera estrella Michelín ya te avisaremos para que vengas a degustar nuestros ‘menú muy de batalla’. Nosotras también te queremos”, responde el propietario del establecimiento.

Es en estas cuestiones en las que todas las valoraciones que muestra Jesús Soriano inciden: “Los clientes son tratados como una molestia, Dios no permita que cuestiones su comida o toques las decoraciones. Lugares como este desaparecen sin dejar rastro”. De nuevo, la respuesta del propietario ha causado la risa y la sorpresa del creador de contenido por ser desproporcionada y surrealista: “Aprende a comportarte antes de salir de tu guarida, pedazo de cromañón”.
Incluso en aquellas en las que el cliente intenta poner en una balanza las virtudes del local (”El restaurante está muy bien ubicado y tiene una chimenea muy acogedora. Amplia terraza”) y sus deficiencias desde el respeto (”Lo que no nos ha gustado nada ha sido el trato. Estás de cara al público y hay que ser más educada y nunca hablar mal a los clientes”), la respuesta sigue la línea general del resto: “Si los clientes son imbéciles, se les da lo que se merecen. Si no saben comportarse, que se queden en su casa”.
Teniendo en cuenta todas estas muestras, Jesús Soriano sentencia que, en este caso “el cliente tiene la razón”, puesto que, aunque la tuviese el propietario del restaurante, “la pierde” con la forma de sus contestaciones: “Me parece que se pasa tres pueblos”.