
El pasado 20 de marzo, para celebrar el Día Internacional de la Felicidad, la Universidad de Oxford y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (SDSN) publicaron el Informe Mundial de la Felicidad 2025 (World Happiness Report 2025). Este estudio, que se recopila anualmente, utiliza las encuestas realizadas por la empresa de análisis y consultoría Gallup para comprobar cuáles son los países del mundo con la población más feliz.
Entre los parámetros que emplea para llevar a cabo la investigación, encontramos la evaluación de vida de los encuestados, que la ponderan en una escala del 0 al 10, así como factores principales como el PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida, la libertad para tomar decisiones o la percepción de la corrupción. También se tienen en cuenta la generosidad (frecuencia con la que las personas donan dinero a caridad, hacen voluntariados o ayudan a desconocidos) o la confianza (la percepción de la probabilidad de que alguien devuelva una cartera perdida).
La felicidad es volátil, intangible y difícil de detectar (o, más bien, a veces es complicado llegar a la conclusión de que una persona no es feliz), por lo que este tipo de estudios plantean un problema: es necesario analizar demasiadas cuestiones, así como tener en cuenta que las expectativas en cada país son distintas y, por tanto, también los motivos por los que se alcanza la plenitud.
Desde Finlandia hasta Afganistán
El World Happiness Report 2025 ha vuelto a situar, por octavo año consecutivo, a Finlandia como el país con el mayor grado de satisfacción, un 7,74 sobre 10. Entre los aspectos que se destacan como causantes de esta felicidad están la bonanza económica, el alto nivel de empleo, la igualdad de género o la gran cantidad de espacios verdes que hay en el país.
En las siguientes posiciones se encuentran otros países nórdicos: Dinamarca (segunda), Islandia (tercera), Suecia (cuarta) y Noruega (séptima). Por primera vez alcanzan el top 10 Costa Rica (sexta), México (décima), y Holanda (quinta). Israel (octava) y Luxemburgo (novena) cierran el ranking de los mejor posicionados.
España, por el contrario, continúa descendiendo posiciones: este año se sitúa en el número 38. Que nuestro país se encuentre en el puesto 13 de la creencia de que un vecino devolvería una cartera perdida evidentemente no es suficiente para contrarrestar una serie de problemas que afectan al país: el aumento desproporcionado del precio de los alquileres, la inflación de la cesta de la compra, un panorama político complejo y una serie de emergencias climáticas que despiertan la preocupación en la población general.
En cuanto a los países que se sitúan en la parte baja del ranking encontramos Líbano, Lesoto, Sierra Leona o la República Democrática del Congo, aunque es Afganistán el que cierra la lista: con una cifra de 1,36 sobre 10 en cuanto a satisfacción, destaca especialmente la situación de las mujeres, cuyas libertades han quedado seriamente reducidas en los últimos años por la toma del poder de los talibanes en agosto de 2021.

Lo que se esconde tras el índice de la felicidad
La felicidad es multifactorial. Depende de la estabilidad económica, el acompañamiento, los niveles de estrés, el clima o la salud mental. Medir los índices de satisfacción se convierte en una tarea ardua cuando el ideal de plenitud en cada país es tan diverso: el éxito empresarial, la formación de una familia feliz, la tranquilidad, la posibilidad de elegir libremente las decisiones o simplemente sentirse protegido en tu propio territorio.
Finlandia, el país que durante ocho años consecutivos se ha alzado como el líder en este índice, cuenta con una alta tasa de mortalidad por suicidios (15,3 por cada 100.000 habitantes, según indican los datos de 2019 de la Organización Mundial de la Salud). Tanto este como Suecia (14,7), Islandia (11,9), Dinamarca (10,7) y Noruega (11,8), que también ocupan puestos predominantes en el World Happiness Report 2025, se sitúan en este aspecto por encima de la media mundial (9,2).
Esta cuestión es mucho más compleja que la ausencia de felicidad y no se pueden reducir los casos de suicidio a la tristeza sin tener en cuenta otros factores como la salud mental o el bienestar socio-económico, que influyen en gran medida en estas decisiones. Sin embargo, de la misma manera tampoco se puede reducir la felicidad a un conjunto de aspectos que consisten en la percepción de la generosidad o la libertad en la toma de decisiones.

Destaca especialmente el caso de Israel, un territorio en guerra que, si bien ha descendido tres posiciones con respecto al estudio del año pasado, continúa ocupando un puesto predominante en la lista. Según informes de la OMS y la ONU, el conflicto ha afectado gravemente la salud emocional de los ciudadanos, especialmente aquellos que se encuentran en las zonas más cercanas a los enfrentamientos. Este aumento de la inestabilidad e inseguridad del territorio contrasta significativamente con un país que se sitúa como el octavo con la población más feliz de entre una lista de 147.
En México, las desapariciones forzadas se han convertido en un drama nacional. Son miles las familias que continúan buscando a sus seres queridos y, a día de hoy, todavía se reportan casos: según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, desde 1950 hasta el 8 de agosto de 2024 se acumula una cifra de 116.386 desapariciones sin localizar, tal y como señala Amnistía Internacional. Pese a esta violencia y un dolor colectivo que continúa agrandándose, México ha entrado este año en el top 10 de países más felices del mundo.
La falta de certeza en un mundo en constante cambio
El mundo atraviesa un panorama de incertidumbre. Los conflictos bélicos actuales, la mayoría de ellos enquistados en el tiempo desde hace décadas, han hecho tambalear la seguridad a nivel global, más aún con tantos actores políticos implicados en las negociaciones, cada uno con sus propios intereses. La inflación en buena parte de los países ha provocado que cada vez sea más complicado acceder a ciertos servicios, especialmente para un gran número de ciudadanos que se encuentran con la imposibilidad de acceder a un puesto de trabajo o sueldos insuficientes. La desigualdad (en todos los niveles posibles) supone una losa a la espalda de aquellos que ven mermados sus derechos, aunque las leyes generalmente avalen que deben poder acceder a los mismos servicios y oportunidades.
El futuro es incierto, especialmente para el sector de la población más joven, y es esa incertidumbre en gran medida la que ha provocado que aumente el número de casos de problemas de ansiedad o depresión. Por este motivo, aunque se pueden utilizar ciertos indicadores para intentar medir los niveles de satisfacción, el presente es tan complejo y el bienestar tan cambiante que se convierte en una tarea que solo puede aspirar a reflejar una parte de la realidad, no su totalidad.