Detrás del “mundo dorado” de las supermodelos: “He visto ‘señoros’ revoloteando con ganas de carne fresca y a mucha niña con necesidad”

Las grandes supermodelos españolas revelan la realidad del mundo de la moda en los años 90

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El último libro de Luis
El último libro de Luis Sala revela la realidad detrás del mundo de las supermodelos españolas. (Montaje Infobae)

Judith Mascó no quería ni buscaba ser modelo. La oportunidad llegó un día a las puertas del colegio, pero en aquel entonces el trabajo podía llegar a tener alguna connotación negativa. “Mi abuela, cuando empecé a trabajar, le dijo a mi madre que tuviera cuidado con la nena, se pensaba que iba por el mal camino”, confiesa. Laura Ponte tampoco soñaba con ello. Veía en el mundo de la moda el “antitodo” caracterizado por la avaricia, la vanidad, la chulería, la prepotencia... Y, sin embargo, las dos españolas terminarían por trabajar con algunos de los mejores diseñadores del mundo, convertidas en supermodelos. Requisito esencial para ello era “que te reconozcan por tu nombre”, asegura Luis Sala, autor de Supermodelos (Plaza&Janes, 2025), novela en la que recoge los testimonios de seis grandes leyendas españolas de la moda internacional.

“Nací en el 2002 y la corriente de la supermodelo es algo muy noventero, me pillaba lejano. Pero veía detrás de ellas un mundo que era despampanante, de brillo, en el que todo era dorado”, cuenta Sala a Infobae España en una entrevista. Con su libro, sin embargo, quería ir más allá de esta fachada y descubrir “cómo se vivió en aquel entonces el fenómeno supermodelo en primera persona”. “Los que lo veían desde fuera pensaban que aquello debía de ser maravilloso, pero había cosas muy guays y otras que no lo eran tanto”, dice. Sala deja en sus páginas el testimonio de Judit Mascó, Laura Ponte, Nieves Álvarez, Verónica Blume, Martina Klein y Laura Sánchez para desvelar el lado humano de las leyendas de la moda española.

La inalcanzable 90-60-90

Una mujer se toma las
Una mujer se toma las medidas de la cintura. (Pexels)

Para Sala, en la década de los 90 se vivieron “los años en los que se crean los mitos”: con las grandes sitcoms americanas y el auge de la música pop, las estrellas dejan de ser solo famosas y “llegan a ser modos de vida”, en muchos casos “inalcanzables”, según el escritor. Entre los grandes mitos, destaca el 90-60-90, esas dimensiones perfectas que supuestamente debía alcanzar toda modelo que se precie. “Son unas proporciones corporales prácticamente imposibles”, asegura, y así lo admiten las propias supermodelos en su libro. “Nadie tenía ese cuerpo. Lo tendrían dos. Y lo importante era saber eso, que cada una teníamos una fisionomía, un físico... y es lo que nos hacía únicas”, confiesa Nieves Álvarez.

Si bien ella nunca sufrió el “momento metro”, otras de sus compañeras sí padecieron los efectos de las presiones estéticas, como Verónica Blume. En su paso por la agencia Ford, asegura que fue pesada y medida a diario. “Comenzaron a controlarme qué comer y qué no. Ahí empecé a esconder la comida, a desarrollar una bulimia que era más grande que yo y a fumar como un carretero”, cuenta. “Todo el mundo lo veía como si me hubiera tocado la lotería y para mí era lo peor”, afirma.

Los estándares de belleza también marcaron a Martina Klein, que ya con 16 años era rechazada por no ser lo suficientemente delgada para el momento. “Si no hubiera sido necesario un culo de noventa centímetros y me hubieran dejado uno de cien, me habría comido el mundo”, expresa.

Con los años, sin embargo, los cánones de belleza fueron cambiando y con la explosión del grunge, las modelos empiezan a ser “demasiado guapas” para las revistas. “Ha caído el Muro de Berlín y se da una globalización. Ahí es cuando ellas dicen que llegan las rusas, llegan las chinas, llegan [mujeres] de todas nacionalidades a la moda”, explica Sala. Esta apertura permitió que llegasen cuerpos distintos a la pasarela, “como Kate Moss, que mide 1,60 m. Antes eso hubiera sido impensable”, añade. “La mujer ha vivido esclavizada al 90-60-90, que no podían conseguir, más que nada porque, en algunos casos, por mucho que lo intentes no vas a tener esas dimensiones”, lamenta el autor, aunque opina que “la moda se va abriendo”.

“Queda mucho por hacer, mucho por trabajar, pero igual que queda por trabajar en el cine o en otros ámbitos. Se tiene que dar esa apertura a todos los niveles”, reflexiona.

Cualquier cosa por un bolso de Fendi

La vida profesional de una modelo es corta y empieza bien temprano, también para las españolas. Mascó consiguió su primer trabajo con 13 años, Blume con 15, Klein comenzó a intentarlo con tan solo nueve años... Y es lo que se buscaba, hasta tal punto que Álvarez tuvo que ocultar su edad para conseguir el Look of the Year, prestigioso concurso de modelos, porque con 18 años “iba a parecer mayor”. “Empezábamos muy jóvenes”, afirma Ponte en su entrevista, lo que daba lugar a abusos de poder e “historias para no dormir”. “La perversión existe en todas partes, pero en este trabajo se dan circunstancias que parece que la atraen. Porque había modelos con 14 años”, cuenta la supermodelo.

Aunque a ninguna le tocó sufrirlo, reconocen que estos eventos los vivieron de cerca. “No voy a negar que he visto ‘señoros’ revoloteando con ganas de carne fresca y a mucha niña con necesidad de salir de un círculo de miseria, con su buen porte y belleza”, admite Klein.

Luis Sala, autor de 'Supermodelos'.
Luis Sala, autor de 'Supermodelos'. (Imagen cedida a Infobae España)

“El mundo de la moda te puede dar mucho y muy poco a la vez. Un día eres portada de Vogue y, al otro, nadie se acuerda de ti”, explica Salas. “Y por estos mundos convivían niñas de 16 años, 14 incluso, con señores y señoras de 50-70 años. Se junta el hambre con las ganas de comer, por así decirlo. Ellas dicen que han visto a niñitas hacer de todo por un bolso de Fendi“, enfatiza el escritor, que asegura que ”había un silencio alrededor” de estas situaciones.

En este mundo, las modelos llegaban a verse como simples objetos de usar y tirar, algo que se permitía si el fotógrafo o diseñador que les prestaba atención tenía suficiente renombre. Así se sintió Ponte en una sesión de fotos con Steven Meisel. El fotógrafo, sin siquiera encontrarse con ella cara a cara, exigió que se cortara el flequillo, solo para rechazarla en el momento. “Cuando la gente me habla de la mujer objeto, siempre digo que esa es la vez que más objeto me he sentido“, asegura Ponte, que dice haberse sentido ”ofendida como profesional y como mujer”.

El sueldo medio de las mujeres en España es un 16% inferior al de los hombres y todavía existe brecha salarial.

Sororidad: la forma de ser española

Mucho quedaba todavía para que el feminismo calara en España, pero las supermodelos nacionales destacaban por una sororidad única en el mundo de la moda. Frente a los cotilleos y enfrentamientos que se publicaban en las revistas, ellas hicieron piña.

La hermandad que hay entre ellas es algo que siempre me había resultado distinto y que nunca me habían comentado. Visto desde fuera, el mundo de las supermodelos es un mundo de odios en el que compiten por ser la primera de la foto, o la más guapa”, explica Sala. “Pero cuando tocamos terreno español, iban un poco en troupe. Es la forma de ser que tenemos en España, tan cercana, de crear estos lazos”, añade.

Esta necesidad de cercanía haría que todas ellas terminaran radicando su carrera a nivel nacional. “Estaban muy lejos y, como ellas dicen, tuvieron que elegir entre quedarse dando vueltas por el mundo o volver a España a estar con los suyos. Y eligieron lo segundo”.

De Mascó a Kendall Jenner: ¿Vuelven las supermodelos?

Kendall Jenner durante el show
Kendall Jenner durante el show 'Walk Your Worth', organizado por L'Oreal. (Johanna Geron/Reuters)

Cobraban barbaridades y salían en todas las revistas, pero la crisis de 2008 tumbó el mundo de las supermodelos. “Diseñadores, editores y estilistas vieron que habían creado auténticos monstruos, en el sentido de lo que se pedía para realizar ese trabajo, tanto ellos como sus agentes”, dice Sala.

La caída de la economía mundial hizo que las marcas redujesen sus presupuestos, acabando con gran parte del lujo de las supermodelos. “Tuvieron que dejar de llamarlas y ellas también tuvieron que bajar sus sueldos”, cuenta. Esto, unido a los egos de la moda, hacen que el escritor defienda que el fenómeno de la supermodelo no vaya a resurgir al nivel de los años 90. “No interesa que una persona cobre una barbaridad para hacer un desfile. Sobre todo porque cuando salga esa mujer o ese hombre, todo el mundo estará mirándolo a él y no lo que lleva puesto”.

Ahora, caras conocidas inundan las pasarelas, pero no de la misma forma. “La supermodelo se creaba desfilando, no eran influencers y luego llegaban a la pasarela, como el caso de Kendall Jenner”, reflexiona Sala. “Es lo que buscan las firmas, el clipping y el ‘esa está desfilando para mí’”, concluye.