
Pablo González ha pasado más de 900 días en una prisión polaca. El periodista rusoespañol cubría la invasión de Ucrania para varios medios de comunicación cuando fue detenido en febrero de 2022 por presunto espionaje. Las autoridades polacas acusaban a Pavel Rubstov, como consta en el pasaporte ruso de González; de pertenecer al servicio secreto de Moscú, el GRU, y por estos cargos ha estado encarcelado durante dos años y medio.
González fue liberado en agosto de 2024 como parte de un intercambio de 26 prisioneros de Estados Unidos y sus aliados europeos con Rusia. El periodista fue recibido por el presidente Vladímir Putin, que le saludó personalmente junto con el resto de liberados en una ceremonia de recibimiento en el aeropuerto de Moscú.
Ahora, González ha hablado públicamente por primera vez a través de una carta publicada el domingo por el diario vasco Gara, donde asegura que las acusaciones contra él “no tienen nada que ver con espionaje”. “Se han difundido una enorme cantidad de mentiras e imprecisiones sobre mí, mi vida y el caso de espionaje abierto en mi contra en Polonia. No me cabe duda de que todo esto es una provocación destinada a asustarme, a blanquear a los servicios secretos de los países de la OTAN y a encubrir sus flagrantes violaciones de derechos humanos”, asegura el periodista en el escrito. Para el periodista, las razones tras su arresto están en su “voz crítica” contra los países de la OTAN y “su proyecto de uniformización de los pueblos”.
Carga contra “programas como USAID [Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional] y otros similares” que, según el periodista, “han trabajado arduamente” en “estandarizarnos y despojarnos de nuestra identidad”. “Ahora que sale a la luz la realidad de esas organizaciones, muchos se sorprenden. Pero cuando yo lo advertía, me tachaban de conspiranoico”, afirma, en referencia al programa recientemente recortado por las políticas de Trump y Elon Musk.
“Me sometieron a un trato denigrante”
González ha descrito en su carta al diario Gara su tiempo encarcelado, donde sufrió “un trato denigrante”, afirma: “Polonia me tuvo durante dos años y medio en el módulo de aislamiento. Sufrí registros diarios, tanto personales como en mi celda. Me sometieron a un trato denigrante, obligándome a desnudarme y hacer sentadillas. Solo podía salir una hora al día para pasear por un cubículo de 3,5 por 6,5 metros. Mi celda tenía una ventana que no se abría, lo que provocaba una ventilación deficiente y la formación de humedades y hongos en las paredes. Además, la ventana era opaca, impidiéndome ver el exterior”.
Según explica, tan solo pudo contactar con sus familiares por carta, pues la Fiscalía le negó las llamadas telefónicas por si “podía transmitir a mis hijos información secreta en código”. “Por el mismo motivo todo mi correo era censurado”, añade. En general, las comunicaciones con sus familiares tardaban entre cuatro y seis meses debido a la intromisión de las autoridades polacas: “Muchas cartas no me llegaron nunca. Otras, las que sí lo hicieron, eran traducidas primero, leídas en fiscalía y servicios secretos y solo tras eso llegaban a mis manos”, ha explicado.
Todo esto le llevó a una situación física y psicológica peligrosa. “Pedí varias veces hablar con el psicólogo, pero esas charlas eran bastante deprimentes. Así, en una me retó a probar a suicidarme si estaba mal, ya que en sus palabras textuales “no es tan sencillo como parece”, ha afirmado. El maltrato recibido en prisión le ha dejado secuelas y actualmente su pulmón derecho ha reducido su capacidad en un 40%. “Si Rusia no me hubiera rescatado, es muy probable que mi salud hubiera sufrido daños irreparables”, ha sentenciado.

“Me han juzgado y sentenciado por quien soy”
En el escrito que ha dirigido al periódico vasco, señala que le intercambiaron sin juzgarle, “sin leer las actas ni investigar realmente nada” y que le han condenado “de manera oficiosa, ya que oficialmente no han podido hacerlo”. Pero afirma que el trato recibido “no es algo único y especial” pues los estados europeos “violan los derechos básicos de manera sistemática” y “muchas de las cosas que me han hecho son modus operandi normal en Polonia".
“Las acusaciones que me lanzan no tienen nada que ver con espionaje, sino con el simple ejercicio del periodismo, en especial del periodismo de investigación”, defiende, a la par que entiende que le han atacado “por ruso, por vasco, por ser de izquierdas, por no simpatizar con el régimen de Kiev”. “Me han juzgado y sentenciado por quien soy”, añade.
Varsovia desestima el caso contra González
El Tribunal de Distrito de Varsovia anunció a principios de este mes la suspensión del proceso penal contra González al estimar que tras su liberación es poco probable que comparezca de manera voluntaria.
En septiembre de 2024, poco después de la liberación de Pablo López, la activista rusa Zhanna Nemtsova reveló a la BBC que el periodista vasco la espiaba al seguir sus pasos, asistía a eventos de su círculo y grababa entrevistas.
Nemtosova es hija de Boris Nemtsov, un acérrimo opositor de Vladímir Putin, que fue asesinado en 2015 cerca del Kremlin.
El año pasado Nemtsova dijo que recibió pruebas de la actividad de González como parte de la investigación criminal, por lo que no tiene “ninguna duda de que era un espía. Estoy segura al 100 %”.
*Con información de EFE