
“Destruiré Madrid antes de tener que dejárselo a los marxistas”, declaró Francisco Franco ante unos periodistas portugueses durante la Guerra Civil. Se trata, quizás, de una de las citas más impactantes que recoge la biografía que ha publicado el historiador Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza. En Franco (Crítica, 2025), Casanova recopila la historia de la vida del dictador, con una infancia marcada por la ausencia de un padre que abandonó a la familia, la juventud encaminada a trazar una carrera militar y el fallido golpe de Estado que dio paso a una guerra fratricida que terminó con la democracia e impuso cuatro décadas de dictadura que solo acabaron con el “Españoles, Franco ha muerto” entre sollozos de Arias Navarro.
Existen decenas de biografías del dictador, pero en esta se entrelaza la vida de Franco con la historia del siglo XX en España en clave internacional. El reconocido historiador pone a los lectores a vista de pájaro, porque la Guerra Civil española y la dictadura no pueden entenderse sin un mapa global que vaya desde la pérdida de Cuba en 1989, que llevó al Ejército a sumergirse en un sentimiento anti derrotista que volcó en las colonias del norte de África y que desembocó en el desastre de Annual de 1921, hasta los cañonazos de los barcos italianos de Mussolini contra la población civil que se refugiaba en Málaga y que huía a pie hacia Almería, así como el lanzamiento de bombas en Gernika de la Legión Cóndor de la Alemania liderada por Hitler. Sin embargo, también aparecen países que juegan un papel muy relevante después de la guerra, como Argentina y Estados Unidos.
-Pregunta: ¿Por qué en España hay gente que defiende el franquismo y a Franco? De hecho, hay grupos políticos, como el Partido Popular, a los que les incomoda, y mucho.
-Respuesta: Yo creo que porque no hay un acuerdo sobre el pasado porque nunca se ha afrontado de forma libre. Y el Partido Popular, en sus diferentes variantes y diferentes dirigentes, siempre lo ha visto como una cosa incómoda, por eso creen que es mejor mirar al futuro. Curiosamente, esto nos lo decían a los historiadores: “No miren al pasado, miren al futuro”. Claro, a un historiador sobre la Edad Media no se lo dicen. Después, en general, creo que no ha habido un acuerdo sobre las fosas y los restos. Las memorias han estado divididas. Las de los vencidos llegaron muy tarde porque los hijos no se atrevieron ni siquiera a hablar y con la larga dictadura empezaron los nietos. Y así, se ha combinado con una historiografía sólida, que les iba diciendo verdades, y los otros no aceptaban ni las memorias de unos ni las de otros.
-P: ¿Cuáles son las verdades que llegan después de la dictadura y que habían sido silenciadas?
-R: Las verdades de la historia siempre son relativas y son a través de la indagación. Sin erudición, sin indagación, sin archivos, no hay historia. Y eso cuesta años. Por ejemplo, este libro cuesta décadas. Yo no habría escrito este libro si no hubiera estado investigando más de tres décadas sobre el siglo XX, español y europeo. Es decir, esto no sale de la noche a la mañana.
-P: Una de esas verdades incómodas es la de que Franco podría haber alargado la guerra de forma innecesaria cuando tenía las fuerzas necesarias para terminar con ella. En el libro recoges que fuentes de inteligencia de Reino Unido decían que Franco quería una guerra lenta porque de poco servía entrar en Madrid si luego había que acabar con el enemigo.
-R: Lo captó la diplomacia británica. Al principio, lo que Franco y los golpistas querían era un golpe de Estado rápido. Pero cuando ven que no pueden y empieza la guerra, que no es una guerra de exterminio, se aplican políticas que pueden ser de exterminio, pero no es un genocidio porque el concepto es acabar con un determinado grupo. Podemos hablar de genocidio en Armenia o con el Holocausto, pero no en España. Cuando tú no conceptualizas de esa forma, hay quien cree que le estás quitando peso a la represión, que fue cruel y brutal desde el principio y que no se rompe hasta noviembre de 1975.

-P: Hablando de la diplomacia británica, el libro, a pesar de ser una biografía, está narrado en clave internacional con los agentes extranjeros como hilo conductor.
-R: Sí, pongo orden a todo lo que se ha hecho y mucho que yo he hecho. Incorporo la parte internacional porque creo que no estaba bien planteada. Es decir, coloco a todas esas personas que Franco va saludando a lo largo de su vida y que le van salvando en coyunturas diferentes. Además, estamos en la Península Ibérica, que no es cualquier sitio del mundo. Entonces, en el momento de la derrota, vienen los americanos, y cuando se consolidan, todo es más fácil. No necesitan a los políticos demócratas europeos, que no viene ninguno ni le dan la mano a Franco. Y yo quería incorporar todo esto junto a mi reto fundamental en este libro, que es cómo lo narro.
-P: ¿Por qué la narración?
-R: Porque la narración nunca es neutra, aunque la gente crea que es solo un vehículo. Ni la narración de Vargas Llosa, ni de Almudena Grandes, ni la de Carlos Ruiz Zafón es neutra. Detrás de la pluma, hay una serie de indicios y de contenido. Había decenas de biografías clásicas, donde coges al personaje y lo llevas de la cuna a la sepultura. Yo quería hacer una narración con narraciones transversales. Tú sigues la corrupción y la puedes seguir desde la Guerra Civil hasta Redondela, hasta el final. Yo voy trufando con citas que me interesan y no me distancio ni un momento de lo corrupto que era, pero lo voy trufando todo eso con temas transversales de Franco como la obsesión con la masonería, las disputas internas, los apoyos internacionales, la Iglesia católica, las bases sociales. Creo que todo eso lo pongo en el momento en que lo tengo que poner. Hay un énfasis en la violencia de las políticas de exterminio.
-P: ¿Quién era Franco a ojos de Hitler y Mussolini?
-R: Franco, una vez ha dado el golpe de Estado, se pone en contacto con Hitler y Mussolini para que le ayuden. A partir de ahí, Franco es una persona dependiente totalmente de Alemania e Italia. Primero, porque estratégicamente y geopolíticamente España no está en el centro de Europa. Es decir, Italia y Alemania habían participado en la Primera Guerra Mundial y son excombatientes. Franco ha guerreado en África, pero no es lo mismo porque es otra dimensión. Luego él empieza a ser dependiente porque le suministran armamento en un momento en que las potencias democráticas se retraen. La República tiene acceso más complicado a las armas y sufre fraudes de millones de dólares en aquel momento. Desde ese punto de vista, Franco siempre tiene un flujo fresco de hombres y de armas, y eso se lo debe fundamentalmente a Mussolini.
-P: También depende del resto de países cuando se instaura la dictadura.
-R: Es un dictador dependiente en el exterior porque a partir del 50 lo fue de Estados Unidos hasta el final. La parte más novedosa del libro es la última con información de Wikileaks, de adiciones que no habían sido nunca sacadas a la a luz. En el contexto que yo explico de la caída de las dos dictaduras, la portuguesa y la griega, es un dictador dependiente en el exterior, siempre, y todopoderoso en el interior. Tan todopoderoso que no estuvo nunca al borde de que lo echaran con la combinación de represión y de apoyos exteriores y de legitimación a través de la Iglesia católica.
-P: Otra de las piedras angulares de esta biografía es la corrupción de la cúpula cercana a Franco.
-R: Hay un mito en torno a Franco que es la austeridad frente a la política, donde todos roban. Es un mito que se mantiene hasta ahora. Y, sin embargo, tú ves que desde el principio él va a buscar los ascensos. Decía que combatía el estraperlo, y estaban a su alrededor todos los grandes estraperlistas que controlaban el mercado, por ejemplo el del trigo o el aceite. Todo lo que hubiera escaso o no, lo controlaban ellos, con lo cual vivían tres palmos por encima de todos los demás. ¿Por qué? Porque habían ganado una guerra y estaban con Franco. Luego, en los 50, entra a saco la familia Martínez-Bordiú. Otro gran ejemplo es la aristocratización de Carmen Polo. Luego está el caso Matesa, que es el primero que salta porque la Falange quiere echar a los miembros del Opus Dei; y el de Redondela, en el 72, donde está su hermano y es un escándalo que tampoco se puede ocultar. Además, hay cinco muertos alrededor del escándalo, y a su hermano él mismo no le deja, no quiere que vaya a juicio a declarar.
-P: Todo gira a su alrededor.
-R: Hay un concepto , que lo saco de Kershaw y su biografía de Hitler, en la que todo fluye en dirección al Führer. Es decir, todo el mundo sabía lo que quería el Führer. El Führer no le tenía que recordar nada a nadie y todo fluía en su dirección. Pues ese concepto lo utilizo para Franco y creo que es muy válido. Cuando iba a Valencia, nadie le tenía que decir a la gente qué es lo que quería Franco en Valencia. Nadie tenía que decir que ‘ha dicho Franco que movilice a todo el mundo’, que ‘ha dicho Franco que si hay que detener a la gente que puede protestar, que la detengáis’. Es decir, había una trama grande de gobernadores, presidentes de la Diputación, concejales, alcaldes, policía, medios de coerción... Y entonces, nace el mito de que Franco no interviene en la represión, las penas de muerte, que además después rezaba. Ese tipo de mitos se expandieron y perduraron, y han vuelto en los últimos años. Y cuando alguien tiene que deshacer mitos, tiene el doble de trabajo. Pero no hay que hacer una historia como que te estás deshaciendo continuamente de mitos, hay que hacer que se vea el lado que era el poder, los que estaban con él tenían todos los grandes privilegios, las grandes corruptelas de un poder que no estaba sometido ni a medios de comunicación ni a crítica. Y a partir de ahí hablamos.
-P: Para que todo esto se dé, explica, también hace falta la propaganda, que en muchas ocasiones, sobre todo en este momento del siglo XX, va de la mano con los líderes carismaticos. Pero Franco no encaja en este perfil.
-R: El concepto de líder carismático viene de Max Weber, uno de los grandes sociólogos del mundo en alemán. Él habla de los líderes carismáticos que, sin ser votados ni elegidos, llegan al poder a través de la movilización de masas. Tienen voz y oratoria, algo que Franco no tenía. Pero lo que sí tiene es un culto al poder a través de la victoria en la guerra. Convencen a la gente de que les ha librado del enemigo número uno, que se llama comunismo, y de que la España católica estaba a punto de perecer. El culto al poder, que está lleno de ritos y de recuerdos a los mártires, eso lo supieron hacer. Por ejemplo, la Fiesta Nacional, la única fiesta nacional civil, que es cuando se cobraba la paga extra durante toda la dictadura, fue el 18 de julio, la conmemoración del golpe de Estado. Los ritos, los símbolos y la parafernalia que hay en torno a eso le sirven. A diferencia de Hitler y Mussolini, él no tiene que convencer a nadie porque ya tenía una trayectoria dentro del Ejército.