La peste negra, el “castigo divino” que arrasó Europa: “Como con la pandemia del Covid, no tardaron en aparecer teorías de la conspiración”

La peste bubónica acabó con la vida de la mitad de los europeos, alterando el rumbo de la historia del Viejo Continente. Pese a los cinco siglos de distancia, se encuentran similitudes entre la pandemia del coronavirus y la de la peste del siglo XIV

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'El triunfo de la muerte',
'El triunfo de la muerte', de Pieter Brueghel el Viejo (1562).

Desde la (mal llamada) gripe española de 1918 hasta el coronavirus, pasando por la viruela o el VIH, el ser humano ha convivido durante toda su existencia con pandemias. Los virus y las bacterias han golpeado a las personas hasta el punto de ser capaces de moldear el transcurso de la historia y desbaratar la medicina de cada época. Pero si hay una pandemia que hizo temblar el mundo, y especialmente Europa, fue la peste negra.

La peste negra es, hasta la fecha, la pandemia más mortífera registrada en la historia de la humanidad. Pese a que la enfermedad tuvo su epicentro en Asia, el brote arrasó el continente europeo, alcanzando su pico máximo entre 1347 y 1352. Los historiadores aún no han llegado a un consenso en torno al número de muertos que provocó la peste negra, pues oscila entre los 70 y los 200 millones de víctimas.

“Sufrimos la pandemia de Covid hace apenas cinco años y no sabemos la cifra exacta de muertos debido a que hay regiones en el mundo sobre las que tenemos pocos datos. Hacer un cálculo preciso para una pandemia medieval es, en ese sentido, mucho más complicado”, aclara a Infobae España Pedro Martínez García, profesor de Historia Medieval en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). “Si nos centramos en Europa, se calcula que entre un 40% y un 60% de la población murió a causa de la peste negra”.

La medicina medieval se vio impotente ante los millones de infectados por la virulencia de una enfermedad que se extendió de este a oeste (de Oriente Medio a Groenlandia) y de norte a sur (de Finlandia al norte de África). Se intentó detener “usando la cuarentena y modificando los protocolos de los hospitales”, que con el tiempo se hicieron más limpios y más amplios. Las mejoras en la salud pública lograron que ciudades italianas como Milán tuvieran una tasa de mortalidad relativamente más baja en comparación a otras urbes europeas.

Los primeros experimentos científicos para comprender la enfermedad llegaron de la mano de Guy de Chauliac, uno de los más importantes cirujanos en la Edad Media. Según Martínez García, este francés consiguió el permiso del Papa para realizar la disección de un cadáver (algo terminantemente prohibido por la Iglesia Católica) con el fin de encontrar el origen de la peste negra.

Sin embargo, los europeos también intentaron detener el avance de la pandemia con métodos que nada tenían que ver con la ciencia. “La peste fue asociada en muchos casos con un castigo divino y no tardaron en aparecer teorías de la conspiración absurdas. Leprosos, extranjeros y minorías religiosas sufrieron persecuciones y abusos tras ser acusados de haber originado la enfermedad en diferentes localidades”, explica el historiador.

Los judíos fueron, sin duda, los más perjudicados. De acuerdo con el experto, “entre 1348 y 1352 cientos de comunidades sufrieron persecuciones y matanzas tras ser acusadas de contaminar pozos y fuentes de agua. En muchos casos, detrás de estas persecuciones y de estos ‘libelos de sangre’ no había más que operaciones inmobiliarias y económicas orquestadas por nobles y patricios que se beneficiaban de sus muertes”.

Enterramientos durante la peste negra
Enterramientos durante la peste negra en Tournai (Bélgica). Miniatura de Pierart de Tielt realizada entre 1349 y 1352. (Bibliothèque Royale de Belgique)

La ‘muerte negra’: bubones, convulsiones y fiebre

Al comienzo de la enfermedad nacían, igualmente a varones y a hembras, ciertas hinchazones en las ingles o bajo las axilas, algunas de las cuales crecían hasta alcanzar el tamaño de una manzana, otras hasta alcanzar el de un huevo […], que el pueblo llamaba bubones. Y desde esas dos partes del cuerpo, en poco tiempo empezó el mortífero bubón a extenderse indiferentemente por todo el cuerpo, e inmediatamente comenzó la enfermedad a mutar en manchas negras o lívidas, que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo. Y del mismo modo en que el bubón había sido —y seguía siendo— indicio cierto de muerte futura, también lo eran estas manchas para quienes les sobrevenían”.

En solo un párrafo, Giovanni Boccaccio describe toda la sintomatología de la peste negra. Su Decamerón es uno de los testimonios más fieles de la pandemia del siglo XIV no solo por la premisa de la obra (diez jóvenes que se retiran a las afueras de Florencia para contar historias para protegerse de la enfermedad que asola la ciudad), sino también por la descripción tan certera de la infección y del sentir de un pueblo; una sociedad que, según el italiano, cayó en el individualismo y en la falta de solidaridad por el miedo a la infección: “De estas cosas nacieron diversos miedos e imaginaciones en los que quedaron vivos, y casi todos tendían a un remedio muy cruel: esquivar y huir a los enfermos y a sus cosas, y, obrando así, cada cual creía que conseguía la salud para sí mismo. Por no decir que los ciudadanos se esquivaban haciendo ascos los unos a los otros; que casi ningún vecino se preocupaba del otro y que los familiares raras veces o nunca se visitaban, y de lejos”.

Fosa común de fallecidos por
Fosa común de fallecidos por la peste bubónica encontrada en Martigues, Francia. (Wikimedia)

Lo que Boccaccio describía era la peste bubónica, el tipo de peste que provocó la pandemia en Eurasia. La enfermedad causaba una infección de los nódulos linfáticos cuyos síntomas aparecían repentinamente, solo un par de días después de la exposición a la bacteria. Quienes se contagiaban sufrían fiebre, escalofríos, dolor muscular, convulsiones y una inflamación de los ganglios linfáticos (bubones). Estos bubones o bubas eran dolorosos y podían aparecer en la ingle, en las axilas o en el cuello.

El origen en sí mismo de la peste negra hay que ubicarlo en Asia Central, en las llanuras de la actual Kirguistán, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Nature en 2022. No obstante, fue la península de Crimea, concretamente la ciudad de Caffa (actual Feodosia), la cuna de la enfermedad. Durante la Baja Edad Media, la región del mar de Azov era un potente núcleo comercial que unía las rutas del Cáucaso, de Rusia y de la Horda de Oro. El tránsito de comerciantes debido a la pujante economía de la región, sumado al asedio tártaro capitaneado por los mongoles que sufrió Feodosia en 1346, desencadenó el brote de la pandemia más mortífera de la historia.

Sin embargo, habría que esperar cerca de cinco siglos para el descubrimiento del bacilo Yersinia pestis, la bacteria responsable de la epidemia de peste de Hong Kong de 1894 y de la peste negra del siglo XIV. “A lo largo del siglo XX surgieron muchas teorías alternativas porque la plaga del siglo XIX había sido mucho menos letal que la famosa muerte negra medieval. Gracias a análisis de ADN realizados ya en el siglo XXI, con muestras de fallecidos por peste negra en la Europa medieval, hoy sabemos con certeza que se trata en ambos casos de la misma enfermedad y que esta también coincide con una primera plaga, la de Justiniano, que estuvo activa entre el año 541 y el siglo VIII”, matiza Martínez García a este medio.

El bacilo Yersinia pestis, la
El bacilo Yersinia pestis, la bacteria responsable de la enfermedad de la peste negra. (Wikimedia)

Sobre quiénes son los responsables directos de transmitir esta bacteria a los humanos, todavía existe debate. La teoría tradicional era que fueron las ratas y otros roedores, a través de sus pulgas, los transmisores fundamentales del bacilo. En cambio, un provocador estudio de 2017 publicado en la revista PNAS puso el foco en las pulgas y los piojos de los humanos como verdaderos responsables de la peste negra.

Cómo la peste negra cambió la Historia

De igual manera que el coronavirus, la pandemia de la peste bubónica marcó un antes y un después en Europa. Más allá de las teorías de la conspiración que se cristalizaron en la persecución de las minorías, el Viejo Continente experimentó una serie de cambios a nivel económico, social y político.

“La elevada mortandad provocó una creciente falta de mano de obra para trabajar en el campo, lo que favoreció el desarrollo de otras actividades económicas como la ganadería, el equivalente medieval del teletrabajo. Esta carencia de trabajadores llevó a un aumento de los salarios y a una subida de precios que desembocó en una inflación disparada en muchas regiones de Europa”, cuenta el profesor.

La resistencia de las bacterias a los antibióticos mata más que los accidentes de tráfico en España.

A la peste negra la siguieron otras epidemias, como la viruela o el tifus, así como una hambruna generalizada que estallaría con “importantes levantamientos sociales liderados por campesinos y asalariados, que veían cómo las condiciones laborables favorables y la libertad de movimiento posteriores a la pandemia iban desapareciendo”.

Con la llegada del siglo XV y la sombra de la peste cada vez más difusa en el tiempo, Europa vivió una especie de renacer. Según Martínez García, “hay autores, como James Belich, que argumentan que el crecimiento de la población y las mejoras técnicas de la Europa postpandémica influyeron incluso en la expansión de este continente en la edad moderna temprana”.