
Patricia Altea (Sevilla, 1988) no tenía claro que quisiera dedicarse a la investigación científica. Ni siquiera sabía que existía la carrera como investigadora. “Yo sabía que a mí me gustaba la ciencia, la biología... y me metí en Ciencias Ambientales”, cuenta esta sevillana a Infobae España. Hoy, la doctora Altea es directora del Laboratorio de Regulación Metabólica y Señalización en Cáncer en el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (CABIMER) y cada día trabaja intentando comprender mejor cómo funciona el lado más oscuro del cáncer: la metástasis.
Sus investigaciones en metástasis, especialmente en el cáncer de mama, le granjearon el año pasado el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes en la modalidad Gabriella Morreale, en Medicina y Ciencias de la Salud. “Cada descubrimiento, por pequeño que sea, nos acerca a nuevas terapias y mejores tratamientos para mejorar la calidad de vida de las personas, lo que hace que este trabajo sea tan apasionante y gratificante”, declaró la investigadora en la sesión científica organizada por la Real Academia Nacional de Medicina Española (RANME) con motivo del pasado Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Antes de lanzarse a la investigación del cáncer metastásico, Altea dio sus primeros pasos en su Doctorado en Biomedicina, por el que obtuvo la calificación de sobresaliente Cum Laude y Mención Internacional y que se centraba en el estudio del uso de nanopartículas en los fármacos dirigidos en células tumorales: “Quería entender qué tienen de diferente las células tumorales de las células normales, porque al final las primeras son células de nuestro cuerpo que se desregulan y no hacen los procesos que deberían hacer. Esto significa que esas células tienen los procesos y los mecanismos para crecer también alterados”.
Entender el factor diferencial entre una célula sana y una célula tumoral es el punto de partida para desarrollar un tratamiento que sea capaz de atacar las células malignas sin dañar las sanas, el mayor hándicap de la quimioterapia. Para conseguirlo, el grupo de investigación desarrolló nanopartículas que hacían las veces de transportadoras de fármacos. Además, se les introducía unas moléculas específicas para que las nanopartículas se dirigieran únicamente a las células tumorales.
La incógnita de la metástasis

Según cuenta la investigadora a este medio, lo que la motivó a adentrarse de lleno en el mundo de la metástasis fue darse cuenta de que la mayoría de pacientes de cáncer que acababan muriendo lo hacían por la diseminación de las células cancerígenas a otras partes del cuerpo. De hecho, “no hay un tratamiento específico para los tumores de metástasis en los órganos distantes, sino que el tratamiento que se le da al paciente es el del tumor primario”.
Lo que sí se ha observado es que la metástasis se produce normalmente en los mismos lugares del cuerpo: pulmón, cerebro, hígado y hueso. “Una de las preguntas que se está intentando responder en la investigación es por qué esos órganos, qué tienen de especial para que las células lleguen allí y encuentren una casa donde crecer bien”.
El mayor obstáculo para el desarrollo de tratamientos concretos para estos cánceres tan agresivos es que la metástasis sigue siendo, en buena medida, una gran desconocida. El proceso que sufre una célula tumoral primaria para convertirse en una célula metastásica sigue siendo un misterio. Es más, tampoco se sabe si todas las metástasis funcionan de la misma manera.
No obstante, la doctora Altea se muestra optimista con el presente y el futuro de la investigación. “Hoy estamos más cerca que ayer de la cura de la metástasis. No estamos tan lejos. Lo que falta todavía es mucha investigación, tanto por la parte preclínica que hacemos nosotros como la clínica”, asegura a este medio.
Un acercamiento al cáncer de mama metastásico
La tasa de supervivencia del cáncer de mama temprano alcanza el 99% cuando se trata de un tumor localizado en el seno, según datos de la American Cancer Society. Sin embargo, dos de cada cinco mujeres con cáncer de mama desarrollarán metástasis, una condición que todavía no tiene cura. A cinco años, la tasa de supervivencia del cáncer de mama metastásico gira en torno al 23%. A los diez años, apenas llega al 10%.
La comprensión de esos tumores más agresivos puede conducir a descubrir qué tipo de tratamiento se puede utilizar para frenar la progresión de la enfermedad. El laboratorio de la doctora Altea aborda esta cuestión desde el estudio de la obesidad. Esta línea de investigación pretende dar respuesta a la relación existente entre ambas enfermedades, a la que cada vez se le dedican más estudios epidemiológicos.
“En el caso del cáncer de mama, en mujeres postmenopáusicas o con obesidad o sobrepeso, también tienen más riesgo de desarrollar metástasis. Ahí hay una correlación, pero no se entiende todavía muy bien el porqué. Y al no entender el porqué, no podemos poner un tratamiento diferente”, concluye la investigadora.