
Con ocho brotes en activo y más de 100 casos desde enero, el sarampión ha vuelto a España tras años prácticamente desaparecida. Vizcaya es la provincia más afectada, con 51 personas infectadas por el virus desde noviembre —44 de ellas en este año—. Las cifras nacionales multiplican las registradas por Sanidad en febrero de 2024, cuando los casos apenas llegaban a la quincena.
En 2017 la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó España un país libre de circulación del virus. El actual repunte del sarampión responde a casos importados por Rumanía y Marruecos (hasta el 34%), países que están sufriendo epidemias, según explicó Gregorio Montes Salas, secretario general de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria (SEMPSPGS) a El País.
El paramixovirus del sarampión es el causante de esta enfermedad sumamente contagiosa y que se ceba especialmente en los niños, aunque puede presentarse en personas de cualquier edad que no estén inmunizadas.
El virus se transmite principalmente a través del contacto directo con secreciones respiratorias de una persona infectada. Es decir, cuando una persona infectada tose o estornuda, liberando pequeñas gotas que pueden ser inhaladas por otras personas. También es posible contraer la enfermedad al tocar superficies contaminadas con el virus y luego llevarse las manos a la boca, nariz o ojos.
El virus del sarampión puede permanecer en el aire durante varias horas, lo que aumenta su capacidad de propagación, especialmente en espacios cerrados y con poca ventilación. Las personas que no han sido vacunadas y aquellas con un sistema inmunológico debilitado tienen un mayor riesgo de infección.
Síntomas del sarampión
El sarampión se caracteriza por la aparición de varios síntomas que suelen desarrollarse en etapas, explica MedlinePlus. En la fase inicial, que ocurre entre 7 y 14 días después de la exposición al virus, los síntomas pueden incluir fiebre alta, tos seca, congestión nasal y ojos llorosos. Estos signos pueden confundirse con los de un resfriado común, lo que hace que el diagnóstico inicial no siempre sea evidente.
Luego, en la fase activa de la enfermedad, aparece una erupción cutánea muy distintiva, que comienza en la cara y se extiende gradualmente al resto del cuerpo. Es de color rojo, con manchas planas que pueden unirse y formar áreas más grandes de inflamación en la piel.
Otros síntomas comunes incluyen tos persistente, conjuntivitis (ojos rojos e inflamados) y sensibilidad a la luz (fotofobia). Además, un signo característico del sarampión son las manchas de Koplik, pequeñas manchas blancas que aparecen en la cara interna de las mejillas y que pueden ayudar en el diagnóstico clínico.
Cómo se trata el sarampión
No existe un tratamiento específico para el sarampión, por lo que el enfoque médico se basa en aliviar los síntomas y prevenir complicaciones.
Para el tratamiento de los síntomas, se recomienda descanso, una adecuada hidratación y el uso de medicamentos para reducir la fiebre y aliviar la tos y el malestar general. En algunos casos, los médicos pueden indicar suplementos de vitamina A, especialmente en niños pequeños, ya que esta vitamina ayuda a reducir la gravedad de la enfermedad y el riesgo de complicaciones.
Es fundamental evitar la exposición a la luz brillante si el paciente presenta sensibilidad ocular. Además, se recomienda el aislamiento de la persona infectada para prevenir la propagación del virus a otras personas no inmunizadas.
La vacuna, la forma más eficaz de prevención
La forma más eficaz de prevenir el sarampión es a través de la vacunación. La vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubeola) se administra en dos dosis durante la infancia y proporciona una protección duradera contra estas enfermedades.
La inmunización masiva ha reducido significativamente la incidencia del sarampión en muchas partes del mundo, pero los brotes siguen ocurriendo en comunidades con bajas tasas de vacunación. Por ello, es fundamental que tanto niños como adultos no inmunizados reciban la vacuna para evitar la propagación del virus.