Las cuentas pendientes de la investigación de la leucemia infantil: “Los tratamientos siguen siendo muy tóxicos y con muchos efectos secundarios”

La investigadora Clara Bueno pone sobre la mesa en ‘Infobae España’ que “el peaje a pagar por los tratamientos actuales contra la leucemia es bastante alto”

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Los tratamientos actuales contra la
Los tratamientos actuales contra la leucemia infantil siguen siendo demasiado tóxicos. (AdobeStock)

Casi 1.300 familias en España reciben cada año la noticia de que su hijo o su hija tiene cáncer. De los más de tres diagnósticos de cáncer infantil que se dan al día en nuestro país, el 30% responde a un caso de leucemia, un tipo de cáncer de sangre que comienza en la médula ósea. Son datos que ofrece el Registro Español de Tumores Infantiles, un informe de la Sociedad Española de Hematología y Oncología Pediátricas (SEHOP).

La médula ósea es la fábrica que tiene nuestro cuerpo para producir células madres sanguíneas inmaduras que, con el tiempo, acabarán madurando para transformarse en una célula madre mieloide o en una célula madre linfoide. A su vez, una célula madre mieloide se convierte en glóbulos rojos (los que transportan el oxígeno a los tejidos y los órganos del cuerpo), granulocitos (glóbulos blancos que ayudan a combatir enfermedades) o plaquetas (colaboran en la coagulación de la sangre ante la rotura de un vaso sanguíneo).

Si la célula madre se transforma en una célula madre linfoide, implica que se convertirá en un linfoblasto. Más adelante, lo hará en uno de los tres tipos de linfocitos (glóbulos blancos): linfocitos B, linfocitos T y linfocitos NK (natural killer).

La forma más común de leucemia en los niños es la leucemia linfoblástica aguda (LLA) de tipo B, con un 80% de los casos. Este cáncer implica que la médula ósea está produciendo demasiados linfocitos B, el tipo de glóbulo blanco encargado de producir los anticuerpos que ayudan a combatir las infecciones. Esta sobreproducción impide que el resto de células de la sangre crezca correctamente.

Al comienzo de la enfermedad, los síntomas pueden confundirse con una infección provocada por algún virus, al no ser signos exclusivos de la leucemia. La leucemia linfoblástica aguda B puede provocar en el niño cansancio y palidez, petequias (pequeñas marcas de color rojo en la piel), fiebre, dolor óseo o adenopatía (inflamación de los ganglios linfáticos). Si los síntomas persisten más de dos o cuatro semanas, se puede llegar al diagnóstico.

Un tratamiento tan efectivo como tóxico

El tratamiento varía en función del tipo de leucemia, la edad del niño, el número de leucocitos en el momento del diagnóstico o las características genéticas de las células tumorales. La primera línea de acción es la quimioterapia, administrada vía catéter para evitar las repetidas punciones en el paciente. Así, la medicación llega a través de la sangre a casi todas las células del cuerpo.

No obstante, los medicamentos de la quimioterapia tienen dificultades para llegar a líquido cefalorraquídeo del cerebro y la médula espinal, lo que puede ocasionar que algunas células leucémicas sobrevivan y produzcan una futura recaída del cáncer en el sistema nervioso. Con el fin de evitarlo, el protocolo de actuación contempla la administración de una quimioterapia directamente en el líquido cefalorraquídeo mediante punciones lumbares (quimioterapia intratecal) que puede complementarse con radioterapia craneal.

Casi el 90% de los niños con LLA pueden llegar a curarse, teniendo los mejores pronósticos los pequeños de entre 1 y 9 años. Con estos datos, la investigación da el salto a otras cuestiones, como la toxicidad de los tratamientos actuales. La doctora Clara Bueno es investigadora en Josep Carreras Leukaemia Research, donde estudia junto con su equipo de laboratorio los mecanismos implicados en el origen embrionario/fetal de la LLA. En una videollamada con Infobae España, la investigadora pone el foco en los múltiples efectos secundarios que todavía provocan los tratamientos de la leucemia: “El 90% [de los tratamientos] siguen siendo muy tóxicos y tienen bastantes efectos secundarios. Los niños sufren de problemas cardiacos, problemas de esterilidad... El peaje que se paga con los tratamientos que hay a día de hoy es bastante alto. Obviamente, nada comparable con no superar una leucemia”.

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La Sociedad Americana del Cáncer recoge que los niños que han sufrido de leucemia linfoblástica son más propensos a sufrir efectos tardíos en el cerebro por los tratamientos utilizados para su cáncer. Esto se debe a que las neuronas son especialmente sensibles a la radioterapia, por lo que la radiación puede dañar el desarrollo cerebral y perjudicar las capacidades del aprendizaje. Por ello, los médicos intentan evitar usar la radiación en niños menores de tres años a no ser que sea estrictamente necesaria.

Algunos tipos de medicamentos utilizados en la quimioterapia, tanto intravenosa como intratecal, también pueden provocar discapacidad en las habilidades de aprendizaje del paciente. Estos problemas cognitivos pueden aparecer años después del tratamiento y manifestarse en una memoria deficiente, bajo coeficiente intelectual e incluso problemas de comportamiento.

En el tratamiento de la leucemia a menudo se hace uso de los corticoides, como la prednisona y la dexametasona. Estos medicamentos pueden ocasionar osteonecrosis, una enfermedad que hace que los huesos se debiliten o mueran, lo que a su vez desencadena dolor en los huesos y en las articulaciones o su rotura.

El lema de la Fundación Josep Carreras contra la leucemia, “Hasta que la curemos no pararemos”, ciertamente ambiciona el 100% de curación de este cáncer infantil, aunque la investigadora lo matiza: “Sin olvidarnos de que ese 90% de niños que se curan necesitan un tratamiento menos tóxico”.

La inmunoterapia con células CAR-T, un nuevo horizonte

Con 20 años de experiencia en el campo de la hemato-oncología, la investigadora también anima a echar una rápida mirada al pasado para admirar todo lo logrado: “Muchas veces tenemos una visión muy cortoplacista. En 30 años, la leucemia linfoblástica de niño ha pasado de un 50% de supervivencia a un 90%, que es donde estamos ahora. Tenemos que seguir trabajando en ello”.

Si el niño recae, se suele recurrir a aumentar las dosis de la quimioterapia, haciéndola más intensiva y, con frecuencia, al trasplante de médula ósea. La investigación del equipo de la doctora Bueno y de cientos de laboratorios en todo el mundo han abierto nuevas vías que pueden sustituir o complementar estas actuaciones terapéuticas. Para la leucemia linfoblástica aguda B, una nueva terapia ha supuesto toda una revolución: la inmunoterapia con células CAR-T.

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Con este nuevo abordaje terapéutico, los médicos extraen del propio paciente los linfocitos T, “que son capaces de matar y que están enseñados para que reconozcan patógenos, células infectadas por extraños”. Una vez recogidos estos glóbulos blancos, se modifican genéticamente para que en su membrana expresen un receptor quimérico que va dirigido a la célula tumoral. “Hemos logrado en el laboratorio que esa célula T de manera ‘artificial’ vaya a conocer a la célula leucémica, se pegue a ella y la destruya”, explica la doctora Bueno.

La razón por la que esta inmunoterapia está demostrando ser tan eficaz en la leucemia linfoblástica es “porque tienen un marcador, el CD19, que hemos utilizado para que esa célula T reconozca a la célula B y la destruya”. Ahora, los científicos están trabajando en otros tumores sólidos y en otras leucemias para conseguir identificar otros marcadores que hagan que esa célula T reconozca cualquier otra célula tumoral.

La inmunoterapia con células CAR-T aplicada en pacientes pediátricos con leucemia linfoblástica aguda de células B refractaria solo se administra en tres hospitales en toda España, según la Fundación Josep Carreras: el Hospital del Niño Jesús de Madrid, el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

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