
Las naciones no se construyen con ladrillo y cemento, como se hace con los países. Las naciones se construyen con ideas. Y estas, con palabras. Y mientras que los puentes, los embalses y los edificios son sólidos y tajantes, las palabras son sutiles, aunque no por ello tienen menos peso. Pero, ¿cuánto pesa una palabra? ¿Y una idea? Y sobre todo, ¿cómo se cuantifican? No es una tarea sencilla, porque lo que se dice y lo que se calla no tiene medida. Aun así, Zira Box, doctora por la Universidad Complutense de Madrid especializada en el estudio del franquismo entrelazado con las ciencias sociales y la historia cultural, se ha embarcado en ese viaje con La nación viril (Alianza,2025), un libro que explora la idea de “regeneración nacional” promovida desde el fascismo que encarnaban los miembros de Falange en aquella España derruida de la posguerra.
Durante los meses, incluso años, posteriores a la victoria del bando franquista, España quedó sumida en un discurso promovido por los falangistas que querían dibujar un nuevo país. A través de lo que se decía y de lo que se callaba, pero que debía ser interpretado por los españoles, trataron de dibujar una España sobria y de “líneas rectas” que debía desligarse de un pasado decadente y afeminado a ojos de los falangistas.
Box presenta su nuevo libro este año —marcado por la conmemoración de la muerte del dictador Francisco Franco— con una clara perspectiva de género, en el que disemina el discurso del régimen que nace justo cuando acaba la guerra y empieza la reconstrucción de España. Para la autora, el movimiento falangista, que verá su auge y caída en los años posteriores al conflicto bélico, intenta trazar una España “viril” y alejada de lo “afeminado”. Dos palabras con mucho peso, a pesar de que no se puedan colocar en una balanza.
-Pregunta: A lo largo de todo el libro, vemos la importancia de los adjetivos. Hay dos que escoges a conciencia: viril y afeminado. ¿Por qué estos y no otros? ¿Por qué no masculino y femenino?
-Respuesta: La elección de viril responde a dos motivos. El primero es que los falangistas no hablan de nación masculina ni de partido masculino, sino que hablan de una España viril, de modo que merecía la pena preguntarme qué significaba ese término para ellos. El segundo motivo es que tiene connotaciones positivas. No hay una virilidad mala, mientras que las masculinidades son múltiples. Al mismo tiempo, es más fácil deslindarlo de los cuerpos sexuados, porque yo no estoy trabajando sobre hombres y mujeres, sino sobre un concepto político que tiene connotaciones de género. La elección de afeminamiento responde a lo mismo, porque no tiene que ver con las mujeres. De hecho, lo contrario de lo viril no es femenino, sino afeminado, lo cual te sitúa en una idea de distorsión, porque si lo viril ya tiene el componente normativo, lo afeminado tiene el componente condenable. Por ejemplo, un término que utilizan continuamente los falangistas es feminoide, junto con afeminado, dos términos que en sí mismos conllevan esta distorsión y degeneración.
-P: Es blanco o negro, no hay grises, igual que en la construcción que quieren hacer de esa España “renacida” a la que se refieren los falangistas en los textos que recoges.
-R: Pensar en clave dicotómica es algo habitual. Está presente en muchas culturas políticas y, en este caso, dividir entre España y la anti-España les resultaba muy útil, sobre todo porque esta dicotomía se populariza durante la guerra. Falange usa la idea de decadencia y regeneración, pero la hereda del siglo anterior, con la decadencia y regeneración que atraviesa el pensamiento europeo desde la segunda mitad del siglo XIX y que, en España, está presente con el Desastre del 98 [con la pérdida de las últimas colonias]. Están planteando la idea de que hay una parte de España que es el problema del país. Hay una España en decadencia y a lo que dicen que aspiran es a una España regenerada. Falange lo lleva al extremo porque es una ideología totalitaria.
“Sobriedad y autocontrol”, el ideal de la virilidad
-P: ¿Cuál es la interpretación de la virilidad que hacen los falangistas?
-R: La idea de virilidad que manejan los falangistas está formada por dos tipos de atributos complementarios. Por un lado, los que tienen que ver con la idea de fuerza, de arrojo, de movimiento, de acción. Pero hay otro conjunto de atributos complementarios, que son la idea de la sobriedad, el autocontrol, la compostura. Es decir, no es una fuerza bruta, no es una acción irracional, sino que es arrojo, es valentía, pero también es sobriedad y autocontrol. Esa idea de virilidad que se aplica a la nación también puede ser aplicada a los hombres. Por el contrario, la mujer falangista es una mujer que tiene que responder a los atributos de la nueva España con una tendencia muy clara hacia la frivolidad.
-P: Todo esto lo dejas plasmado en el libro, en el que dices que la figura de mujer que presenta Falange está alejada de la “ñoñería” y el “repipismo”. Pero todo esto se construye desde la sutileza, lo que no se dice y lo que se debe presuponer.
-R: Sí, y para poder sacarlo del discurso, en el que hay una connotación de género en la idea de nación que impregna la cosmovisión en su conjunto, analizo a los principales escritores de la Falange intelectual, que están escribiendo en las tribunas de prensa. También recurro al arte, que fue una opción, como podría haber sido otra, porque la intención era mostrar esta connotación de género que permea en la concepción global de la nación que quieren construir. De hecho, una de las espinas dorsales del libro es el análisis de la continua resignificación en clave de virilización de ciertos elementos de los que no podían prescindir y que tenían que incorporar. Optan por resignificar la historia nacional, el patrimonio y la identidad nacional para que encajen en esa España que renace. Por ejemplo, con los toros y el flamenco, elementos susceptibles de afeminarse, pero de los que no pueden prescindir porque siguen siendo un negocio muy próspero, igual que una fiesta nacional fundamental de la identidad española.
-P: Todo desde la sutileza y usando lo simbólico.
-R: Exacto. Y, de hecho, uno de los objetivos era justo ese. Por eso me ha parecido un libro muy difícil de hacer, porque el objetivo era mostrar que eso está flotando en el aire, por decirlo de algún modo. Está por todos lados, pero no de manera forzosamente explícita. Ahí es donde viene mi visión como investigadora, que es ofrecer la interpretación, porque no es una historia factual, no es una historia de archivo, de contar y describir hechos. Es una historia interpretativa donde yo me pongo una lente y entonces planteo que hay cosas que no son tan fáciles de ver, pero que están ahí. Yo he llegado a la historia cultural desde la sociología y la antropología. Es una propuesta de interpretar una cosmovisión desde una perspectiva novedosa y es intentar detectar las connotaciones implícitas de género.
-P: Sin embargo, la nación viril que quieren construir fracasa.
-R: Sí, porque tiene un recorrido muy corto en el tiempo. A partir del año 1941, hay un primer batacazo importante a esta Falange revolucionaria de posguerra, que se repone un poco, pero nunca va a ser lo mismo. O sea, no es la Falange del año 1939 ni la del año 1940, que realmente están pensando y creen que va a ser posible hacer una revolución falangista. Y luego ya, a partir del 45, pues sí que hay una desfascistización clara. Entonces, en el conjunto de la historia del régimen, esto es muy breve. De hecho, incluyo, a modo de epílogo, que alguien en un momento dado empieza a trazarse la conversión a la españolada, que es todo lo que están denostando en clave de afeminamiento los falangistas de 1939 a 1941. El motivo simple sería decir que es un motivo económico, y probablemente haya mucho de eso, porque de repente empiezan a llegar los turistas, y si quieren la España de la paella, pues adelante. Es la gallina de los huevos de oro, que decía Fraga. No sé si el motivo es exclusivamente económico o hay más cosas, pero sí, desde luego. O sea, es la España de la españolada la que empieza a imponerse a partir de los años 50. Es todo lo que los falangistas estaban considerando un escándalo por afeminado y por terrible, o sea, una perversión absoluta de su España viril.