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Anne-Marie Reynaers es profesora titular de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y obtuvo su puesto a sus 35 años de edad. No obstante, alcanzar esta meta supuso un esfuerzo laboral y personal significativo. Según la profesora, el sistema penaliza la dedicación a la enseñanza, ya que prioriza la investigación como criterio central para la promoción y estabilidad profesional.
La paradoja radica en que, mientras las clases deberían ser la prioridad en las universidades, su dedicación viene relegada. “Dar clase te perjudica cuando eres ayudante de doctor o contratado como doctor”, señaló Reynaers, porque esta actividad reduce el tiempo de investigación.
A pesar de ello, Reynaers logró encontrar un balance, consiguiendo el nivel A en docencia. Sin embargo, este éxito tuvo consecuencias, como las jornadas interminables que afectaron su salud: “Intentar ser buena en todo tiene un coste”, confesó la profesora.
El desequilibrio entre docencia e investigación
Desde 1989, el sistema de evaluación universitaria en España se ha orientado principalmente hacia la producción científica, ha explicado Emilio Delgado López-Cózar, catedrático entrevistado por El Confidencial. Esto genera descontento entre los estudiantes, ya que, como afirmó Reynaers, la promoción de los profesores depende esencialmente de criterios que no se corresponden con su labor en el aula.
La situación es aún más difícil para los jóvenes investigadores, quienes enfrentan altas exigencias de productividad en los primeros años de su carrera para alcanzar la estabilidad laboral. “Yo he visto profesores que a los 45 empiezan a hacer deporte, ir al teatro y a leer, porque han pasado los 15 años anteriores sin poder hacer nada de eso”, explicó Cecilia Güemes, también profesora de la UAM.
Asimismo, la diferencia entre las universidades públicas y privadas es significativa. Según Jorge Tuñón, catedrático en la Universidad Carlos III, en las universidades privadas las condiciones son más restrictivas, ya que dominan las cargas docentes, dejando a estos profesores en desventaja frente a sus compañeros del ámbito público.
Por su parte, desde la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA), son conscientes de este desequilibrio y han iniciado esfuerzos para reformar el sistema, ha indicado su directora, Pilar Paneque.
La solución para encontrar la estabilidad
A su vez, Fran García, otro profesor universitario e investigador acreditado por ANECA, ha confirmado las palabras de Reynaers a través de un vídeo publicado en sus redes sociales. “A los profesores universitarios se nos paga por dar clase, pero se nos premia por investigar”, ha explicado García.
Es decir, estos premios se refieren a las subidas de puesto: “Para subir en la escala académica e ir consiguiendo acreditaciones tienes que investigar y publicar”, lo que lleva a que los profesores tengan que tomar una decisión. “Estos son muchas horas que a veces se quitan de preparar las clases, por lo que al final los perjudicados son los estudiantes” ha subrayado el profesor universitario.
No obstante, el truco de García para equilibrar el tiempo de investigación y las horas para preparar las clases es simple. “Preparo muchísimo las clases y preparo actividades que son de gran interés para los alumnos”, ha indicado.
Precisamente, estas actividades, los resultados, y el estado de satisfacción y aprendizaje de los estudiantes, García las publica “como experiencias en el aula”. “Me está funcionando. Llevo un par de años y he publicado dos artículos, tres capítulos del libro y dos intervenciones en congresos”, ha señalado.
“Es una buena estrategia”, ha expresado el profesor, que así no perjudica a los alumnos porque prepara las clases adecuadamente y puede seguir publicando las investigaciones.