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María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, más conocida como Cayetana de Alba o la Duquesa de Alba, fue parte de la nobleza española: la XVIII Duquesa de Alba de Tormes, XI Duquesa de Berwick y “grande de España” (la máxima dignidad de la jerarquía nobiliaria española, que es otorgada directamente por el Rey). Como curiosidad, además, según el Libro Guiness de los récords, poseyó más títulos reconocidos que ningún otro noble en el mundo: era cinco veces duquesa, dieciocho marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces grande de España.
Cayetana se casó con Alfonso Díez, funcionario de la Seguridad Social, en 2011, cuando ella tenía 85 años y él 61. Su relación sentimental empezó en el año 2008, y en 2011 el funcionario firmó sus capitulaciones matrimoniales, un total de quince cláusulas por las que renunciaba a “cualquier título, derecho u honores que le pudiera corresponder fruto de su matrimonio”, pero, al enviudar en 2014, recibió varios igualmente, como el de duque viudo de Berwick, conde-duque viudo de Olivares, conde viudo de Aranda, marqués viudo de El Carpio, y también de grande de España.
Los hijos de la duquesa, sin embargo, parecieron considerar insuficiente esa renuncia, según el propio Díez, indica La Vanguardia. El 4 de julio de ese mismo año se reunieron todos con Cayetana en una notaría de Madrid para repartir anticipadamente una gran parte de su patrimonio personal e histórico, aunque, al suceder esto en vida de la duquesa, siguió administrando sus bienes como gerente y haciendo uso de ellos como usufructuaria hasta su fallecimiento en 2014.
El patrimonio total de la Casa de Alba está valorado en alrededor de unos 3.000 millones de euros - según estimaciones de la revista Forbes - entre palacios, terrenos agrícolas, castillos, valores bursátiles, obras de arte, joyas, y esos 51 títulos nobiliarios que consiguieron un récord a Cayetana.
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Cómo se repartió la fortuna de la Casa de Alba
Actualmente, la parte principal de ese patrimonio es gestionado por la Fundación Casa de Alba: le pertenecen el palacio de Liria (Madrid), el de Las Dueñas (Sevilla) y Monterrey (Salamanca); el castillo de Alba de Tormes (Salamanca); los castillos gallegos de Castro Caldelas, de Moeche, de Andrade y Narahío; y el panteón familiar en el monasterio de la Inmaculada de Loeches (Madrid), entre otros bienes. Pero, a pesar de esta sorprendente lista de propiedades, aún queda (y bastante) para repartir.
El patrimonio personal de la duquesa alcanza unos 1.000 millones de euros, que por ley, en una herencia deben repartirse en tres partes iguales: la legítima (que supone que correspondan unos 55,5 millones de euros a cada uno de sus herederos), la de mejora (que supondrá otros tantos millones para cada heredero), y la de libre disposición, que podría repartir libremente.
El acuerdo alcanzado ante notario entre la duquesa y sus hijos recoge que la Fundación Casa de Alba pase al primogénito y heredero, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, aunque con la responsabilidad de preservar el legado histórico. Así, será él quien herede la gran mayoría de ese medio centenar de títulos nobiliarios de la familia, entre ellos, claro, el de duque de Alba, de Berwick, de Liria y de Jérica; además de varias fincas rústicas como El Carpio, uno de los mayores latifundios de Córdoba. Al su primogénito, Fernando Fitz-James Stuart y Solís (nieto de la duquesa y heredero del Ducado), le correspondió el palacio de las Dueñas de Sevilla, ya que es tradición que siempre pase de duque de Alba en duque de Alba.
Al segundo de los hijos de la duquesa, Alfonso, duque de Aliaga, le corresponde la gestión de las finanzas de la Casa de Alba, y recibió también varias parcelas rústicas y la finca del antiguo castillo de El Tejado, en Calzada de Don Diego (Salamanca). Además, en la reunión ante notariado, y con el respaldo de su bisabuelo Alfonso de Silva y Fernández de Córdoba, quien dejó por escrito sus deseos, reclamó a su madre siete títulos nobiliarios. Entre ellos, destacan el Ducado de Híjar, los condados de Guimerá, de Ribadeo, de Aranda y de Palma de Río, tres de los cuales también tienen asociada la Grandeza de España.
En cuanto al resto de hermanos, todos se llevaron una buena parte: Jacobo, conde de Siruela, recibió también varias fincas rústicas. Fernando, marqués de San Vicente del Barco, heredó la mansión de Las Cañas, en Marbella, además de varias propiedades agrícolas. Cayetano, conde de Salvatierra, se quedó con el palacio de Arbaizenea (San Sebastián) y con el cortijo Las Arroyuelas (Sevilla), además del ducado de Arjona. Eugenia, por su parte, duquesa de Montoro, recibió la mansión de Ibiza donde veraneaba la duquesa de Alba, Sa Aufabaguera, además del cortijo de La Pizana (Sevilla), aunque este fue un regalo de bodas.
Todo esto, aunque parezca sacado de los Bridgerton, es el patrimonio de la Casa de Alba, ahora repartido entre varios herederos de apellido compuesto. Desde luego que ninguno de ellos puede tener queja.