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A la segunda sección del S-81 Isaac Peral se debe entrar en cuclillas. Solo así es posible atravesar la pequeña puerta a ras del suelo que da acceso a la sala donde se encuentran los tres generadores diésel del nuevo submarino de la Armada, el primero diseñado y construido íntegramente en España. Al incorporarse, con cuidado de no golpearse la cabeza con ninguna chichonera, se percibe un considerable aumento de la temperatura. “En pleno funcionamiento, esta cámara puede llegar a coger hasta 38º”, explica el sargento Antonio González Torres, quien pasa varias horas junto a estos motores, imprescindibles para generar la energía necesaria para las baterías, propulsión y los diversos sistemas de la embarcación.
“Contamos con un sistema de refrigeración específico para reducir lo máximo posible la temperatura, pero, al final, estas máquinas desprenden mucho calor”, afirma el sargento. Afortunadamente, a diferencia de la antigua clase de submarinos S-70, en el Isaac Peral, gracias a sus innovaciones tecnológicas, la mayoría de las acciones sobre los generadores diésel pueden realizarse la sala de mando, reduciendo significativamente el número de marineros que deben permanecer en el cuarto de máquinas. “Tiene integrado una serie de autómatas y desde una consola en la cámara de control se operan todos los equipos que alberga esta sala”, detalla González.
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Normalmente, los tres motores con los que cuenta el submarino actúan a la vez, no obstante, también es posible que cada uno funcione de forma independiente, dependiendo las necesidades operativas de cada momento. El S-81 transporta más de 100.000 litros de combustible para alimentar estos generadores, que se almacenan en seis tanques, encargados de alimentar un séptimo depósito ubicado en la cubierta inferior del buque, justo por debajo de los generadores diésel. Este último tiene una capacidad para 4.500 litros.
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Sin embargo, la principal limitación del Isaac Peral, que puede superar los 30 días en inmersión, no la establece el combustible. Según el comandante del sumergible, capitán de corbeta Manuel Corral Iranzo, la autonomía del buque está más vinculada “con los víveres y la resistencia física y mental” de la tripulación, que requiere descansar para “seguir operando a cierto nivel”.
Un entorno hostil
Con casi una década como submarinista a sus espaldas, Corral asegura que, más allá de las capacidades de la nueva embarcación de la Armada, rara es la ocasión en la que un sumergible español debe permanecer todo un mes oculto en las profundidades del mar. “Yo tengo más de nueve años de experiencia en submarinos y nunca he hecho navegaciones de más de 30 días seguidos en inmersión. 30 días seguidos ya es mucho”, afirma el comandante del S-81.
Y es que en la medida en que se van acumulando los días debajo del agua, sostiene Corral, “la cosa se va complicando” ya que un sumergible “es un entorno un poco hostil” que solo puede combatirse con compañerismo y profesionalidad. “La vida en un submarino es dura y la vocación es fundamental para suplir esas dificultades que surgen al ir echando días en la mochila”.