En un contexto en el que la sociedad británica considera a Meghan Markle como una de las figuras de la monarquía más odiadas y criticadas, se alza por detrás el hijo pródigo de la difunta Isabel II. El príncipe Andrés, que este miércoles 19 de febrero cumple 65 años, se vio salpicado por la trama pederasta de Jeffrey Epstein y enfrentó la acusación de forzar a Virginia Giuffre, cuando ella tenía 17 años, a mantener relaciones sexuales en 2001.
Desde que fue investigado en 2019 por agresión sexual, todo su círculo cercano le dio la espalda, e incluso su propia madre decidió en 2022 arrebatar al duque de York de todos sus títulos militares y patrocinios reales. Pero, tres años después de que la monarquía británica saltara por los aires, ahora es Carlos III quien tiene que enfrentar todas las acusaciones de su hermano.
A pesar de estar alejado de la vida pública y de haber sido apartado de la agenda institucional de la corona británica, el príncipe Andrés sigue acaparando titulares en el Reino Unido. Sobre todo, tras la reciente publicación del libro Yes Ma’am: The Secret Life of Royal Servants, del periodista Tom Quinn. Este ha vuelto a situar al duque de York en el centro de la polémica, revelando detalles sobre su comportamiento con el personal de Buckingham Palace y exponiendo testimonios de antiguos trabajadores.
Según el autor, Andrés tenía un temperamento impositivo y un comportamiento autoritario. Exempleados lo describen como alguien que disfrutaba dando órdenes y que, en ocasiones, actuaba “como un clásico matón escolar”. Estas actitudes, según los testimonios, se originaban en la frustración del príncipe "por no ser el primogénito y, por lo tanto, destinado a convertirse en rey. Esta frustración lo convirtió en un poco abusivo en privado".
“Si le agradaba un miembro de su personal, podía ser muy leal y comprensivo, pero no podía resistirse a ser imperioso, mandón y de mal carácter si algo salía mal o no se hacía exactamente como a él le gustaba”, señala un testimonio anónimo en el libro. Además, se le compara con su tía, la princesa Margarita, quien también ha sido criticada por mostrar resentimiento por su posición en la línea de sucesión.
Los empleados del Buckingham Palace también revelaron que el duque de York tenía exigencias peculiares sobre la apariencia y vestimenta del personal. En el libro, mencionan una anécdota en la que un sirviente fue despedido por un lunar en el rostro que el príncipe consideraba inaceptable, y otro por llevar una corbata de nailon. Unas quejas que supuestamente fueron ignoradas para evitar escándalos dentro de la familia real.
Otra excentricidad del duque de York es su colección de entre 50 y 60 peluches, que debían estar organizados meticulosamente según un esquema predefinido. “Es una familia muy excéntrica, un auténtico filón. Pero el caso del príncipe Andrés, casi más que manía son hechos dignos de un psicólogo. Todos tienen que estar colocados en la misma posición. La persona empleada recibe una foto de cómo están situados los peluches y debe colocarlos todas las mañanas en el mismo lugar”, explica un trabajador a Tom Quinn.
Un miembro cada vez más incómodo para la familia real
El escándalo sexual que protagonizó no ha sido su única actitud reprochable en los últimos años. Su amistad con un presunto espía chino también ha generado preocupación en el gobierno británico, lo que ha llevado al rey Carlos III a apartarlo completamente de la institución. Además, en los últimos meses han librado una batalla por su residencia, Royal Lodge.
El rey ha instado en numerosas ocasiones a su hermano a abandonarla por los altos costes que supone su mantenimiento, aunque Andrés se ha negado hasta ahora a dejar la propiedad. Por ello, la presión dentro de la familia real ha aumentado y, según afirmaron en el diario The Mirror, sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, estarían desesperadas por verlo alejarse de los escándalos.
Ahora, tras perder su asignación anual de un millón de libras y ser apartado de la vida oficial, el duque de York ha buscado nuevas formas de generar ingresos. Según informó The Times, el hermano de Carlos III ha decidido reincorporarse al mundo empresarial como intermediario en inversiones, colaborando con la empresa holandesa Startup Boot Camp (SBC). A través de esta firma, el príncipe está reviviendo antiguos contactos empresariales que forjó durante su tiempo en la familia real.
En enero, el hijo de Isabel II organizó una conferencia en Japón para facilitar reuniones entre emprendedores e inversores, un movimiento que, según fuentes cercanas, podría traducirse en un negocio “potencialmente millonario”. A pesar de estos intentos, la monarquía británica ha dejado claro que no respaldará ninguna de sus actividades financieras.
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