
¿Queda algo por explorar en el planeta Tierra? ¿Hemos cartografiado ya cada palmo de terreno? Lo cierto es que aún quedan montañas sin escalar, cuevas sin explorar y, sobre todo, misterios del fondo marino por conocer. En el Amazonas, por ejemplo, según la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas de Brasil (Funai), alrededor de 100 grupos no contactados aún habitan en lo profundo de la selva. De vez en cuando, sin embargo, esa cifra se reduce, como acaba de ocurrir esta semana.
El pasado 12 de febrero, un hombre de una de estas comunidades decidió encontrarse con sus vecinos. Según cuenta la agencia de noticias Associated Press, el joven emergió de la selva cerca de la aldea rural de Bela Rosa, ubicada en el río Purus. Descalzo y vestido con un taparrabos, el hombre “parecía tranquilo” y saludable mientras agitaba “dos palos de madera” al acercarse los aldeanos. Se cree que intentaba pedir fuego, aunque los lugareños tuvieron dificultades para enseñarle a usar un mechero.
Tras recibir pescado para cenar, representantes de Funai llegaron para escoltarlo hasta la cercana Base de Protección Etnoambiental Mamoriá Grande. Un informe posterior de la agencia confirmó que miembros del Frente de Protección Etnoambiental Madeira Purus (FPE) y funcionarios locales estaban brindándole la atención necesaria, mientras se esperaba la llegada de un equipo médico. Además, uno de los tres miembros restantes de la tribu Juma intentará establecer comunicación con él.
En este tipo de contactos, toda precaución es poca. La organización de defensa de derechos Survival International explica que “no es inusual que el 50% de un pueblo no contactado muera en el primer año tras el contacto” debido a enfermedades euroasiáticas como la gripe y el sarampión, que no existen en sus comunidades. Por ello, la cuarentena, el monitoreo y el intento de establecer un diálogo tras un primer contacto pueden salvar vidas y garantizar la supervivencia de la comunidad.
Una zona protegida
Aunque no ha sido confirmado, Associated Press destaca que es probable que el visitante pertenezca a un grupo indígena documentado por primera vez en la región de Mamoriá Grande en 2021. En aquel momento, trabajadores de Funai encontraron campamentos abandonados y otras señales de actividad, pero hasta esta semana nadie había visto o interactuado con un miembro de esa comunidad.
Este encuentro histórico ocurre apenas dos meses después de que Brasil declarara la zona de Mamoriá Grande como territorio restringido para comunidades no indígenas. Estas protecciones buscan resguardar a estos grupos de la apropiación de tierras, posibles conflictos con aldeas cercanas y amenazas a su salud. “En el contexto actual, en el que la indecisión sobre el marco temporal ha provocado un retraso aún mayor en la demarcación de los territorios indígenas y la violencia contra los pueblos indígenas y sus territorios no ha cesado, es vital utilizar la Ordenanza para proteger el territorio y garantizar así la supervivencia de los indígenas no contactados de Mamoriá Grande hasta que se complete la demarcación del territorio”, ha señalado una portavoz de la organización Survival International.