La campaña electoral en Alemania pone fin al modelo migratorio de Merkel: los refugiados ya no son “bienvenidos”

En apenas una década, el país europeo ha pasado de ser un referente en la acogida de migrantes a plantear el cierre de fronteras y el rechazo de las solicitudes de asilo

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El candidato conservador alemán a
El candidato conservador alemán a canciller y líder del partido CDU, Friedrich Merz, y la colíder de AfD, Alice Weidel. (Michael Kappeler/Reuters)

Una formación con vínculos neonazis al alza en las encuestas, el cierre de fábricas automovilísticas en el ‘motor’ económico de Europa o el bloqueo de fronteras en el país que acogió a más de un millón de refugiados. Es difícil detallar todo lo que ha cambiado Alemania en la última década, pero lo cierto es que la campaña electoral ha puesto de relieve que el país europeo camina hacia un fin de ciclo, el adiós a la ‘era Merkel’.

Hace diez años, en 2015, la canciller germana Angela Merkel abrió las puertas de Alemania a cientos de miles de refugiados sirios e iraquíes que huían de la guerra y la pobreza en su país. La medida, por inusual que parezca, gozó de un amplio consenso político ―por entonces la extrema derecha no tenía presencia política―. El vicepresidente de entonces, del partido socialdemócrata, llegó a asegurar que esta iniciativa podría mantenerse “durante varios años”, al tiempo que lucía un pin con un lema de bienvenida a los solicitantes de asilo.

Los ciudadanos, por su parte, respondieron también con los brazos abiertos. “Welcome Refugees” (bienvenidos, refugiados) podía leerse en los carteles escritos a mano por cientos de voluntarios que acudieron a recibirles a su llegada en las estaciones de tren. Grifos de chocolate caliente, bretzels, botellas de agua, pañales, dinero recaudado... El escenario era un oasis dentro de un continente que abogaba por cerrar a cal y canto sus fronteras.

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Ahora, estas escenas de bienvenida parecen impensables no solo en Europa, sino en la propia Alemania. Precisamente, el endurecimiento del control migratorio ha sido uno de los debates que han encendido la campaña electoral, que tendrá su final el 23 de febrero. La derecha de la Unión Demócrata Cristiana (en sus siglas, CDU), y sobre todo la extrema derecha de Alternativa para Alemania, han sabido capitalizar este discurso. Parte de su éxito en las encuestas se debe a las promesas de detener el flujo migratorio en un país que sufre un problema de escasez de mano de obra que solo puede ser cubierta con la llegada de migrantes.

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El punto de inflexión en la campaña ha sido la masacre en el mercado navideño de Magdeburgo. El pasado 22 de diciembre, un conductor de origen saudí arrolló a varias personas, dejando cinco muertos (entre ellos un niño de nueve años) y más de 200 heridos. Aquella desgracia fue el combustible que aprovechó Alternativa para Alemania para relanzar el debate sobre la seguridad de las fronteras y cargar contra los “fallos” en las políticas del canciller socialdemócrata, Olaf Scholz. Hay que recordar que el partido que colidera Alice Weidel obtuvo 77 diputados en las pasadas elecciones europeas, convirtiéndose así en la segunda fuerza en Alemania.

Manifestantes de extrema derecha participan
Manifestantes de extrema derecha participan en una protesta después de la masacre de Magdeburgo. (Christian Mang/Reuters)

También envalentonó al líder de la CDU y favorito en las encuestas, Friedrich Merz, que propuso ante el Bundestag (el Parlamento alemán) un plan migratorio de carácter simbólico, que prometía un endurecimiento drástico de las leyes migratorias y de asilo del país. A pesar de las sospechas de que este plan podría violar las leyes de asilo alemanas y de la UE, Merz decidió seguir adelante incluso con la ayuda de la extrema derecha, rompiendo por primera vez el cordón sanitario impuesto desde el fin de la Alemania nazi. Merkel, ya alejada del mundo de la política y reacia a pronunciarse sobre ella, reprochó públicamente al candidato a canciller de su partido sus intenciones de aliarse con la AfD: “No me habría parecido correcto callar”, afirmó.

Poco tiempo después, en Aschaffenburg, una ciudad del norte de Baviera, un ataque con cuchillo a manos de un solicitante de asilo de Afganistán que iba a ser deportado volvió a dejar en shock a Alemania. El asalto, que dejó dos personas asesinadas, reforzó la línea dura de un Merz muy criticado e incluso castigado en las encuestas, que volvió a arengar al Parlamento para endurecer las solicitudes de asilo. La medida finalmente no salió adelante y acabó con desertores en el partido por querer aliarse de nuevo con AfD.

A una semana de ir a las urnas, un presunto atentado en Múnich volvió a sacudir Alemania. En vísperas de la Conferencia de Seguridad celebrada en esta ciudad, un hombre afgano, solicitante de asilo, atropelló deliberadamente a varias personas en una manifestación organizada por el sindicato Verdi. Tras esto, los líderes políticos de todas las formaciones han prometido medidas duras contra los inmigrantes, unos de manera más comedida, otros por la vía más radical. Con esto, el mensaje político está claro: lo que antes era un tabú ahora es el debate central. La ‘era Merkel’, salga quien salga, ha terminado.

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