Ruperto Long y los “pequeños grandes héroes” de la Segunda Guerra Mundial: “La Historia es mucho más rica de lo que uno aprendió en la escuela”

El ingeniero, político y escritor uruguayo presenta en España su nueva novela, ‘Éramos tres niños en la niebla’, donde recoge las vivencias de varios personajes reales en los años más terribles del siglo XX

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Ruperto Long, político uruguayo y
Ruperto Long, político uruguayo y autor de la novela 'Éramos tres niños perdidos en la niebla'. (Helena Margarit Cortadellas)

“Esta novela, si bien posee carácter ficcional, está inspirada en hechos reales”. Con esta advertencia empieza Éramos tres niños perdidos en la niebla (Roca Editorial), la nueva novela de Ruperto Long. Ingeniero civil de formación, pero también político y escritor de profesión, este hombre nacido en Rosario (Uruguay) vuelve así a recoger entre sus páginas una historia verdadera, al igual que en su anterior novela, La niña que miraba los trenes partir (SUMA), que tantos éxitos cosechó dentro y fuera de su país.

En ambos libros, la infancia cobra un papel protagonista: a través de su inocente mirada, de su incipiente comprensión del mundo, los protagonistas cruzan el horror de un siglo XX lleno de destrucción. Como diría Long, también antiguo senador y ministro del Tribunal de Cuentas de la República de Uruguay, “pequeños grandes héroes” que convierten lo extraordinario en algo natural.

Así, Éramos tres niños perdidos en la niebla es una novela con hechos tan insólitos como reales. A través de ella, descubrimos cómo un cónsul uruguayo dio cobijo a decenas de personas en la ciudad de Hamburgo mientras los nazis se dedicaban a romper escaparates por la ciudad; o un campo de concentración como el de la isla de Rab, utilizado por los italianos para proteger a los judíos de los alemanes y salvarles la vida.

Enhebrándolo todo está la promesa de tres niños, que juran ser amigos para siempre poco antes de que estalle la Segunda Guerra Mundial, lo que cambiará sus vidas por completo y mostrará cómo frente al odio o la injusticia sobreviven otras palabras como solidaridad, coraje o esperanza.

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'Éramos tres niños perdidos en la niebla', la nueva novela de Ruperto Long. (Roca Editorial)

Tres amigos en un balneario

-Pregunta: ¿De dónde surge esta novela?

-Respuesta: A partir de uno de los personajes, que se llama Alex y es uno de los tres niños que se encontraban en un balneario de los Cárpatos y que eran muy amigos. Estaban justamente en las previas de la Segunda Guerra Mundial, todavía no había estallado. Eso me resultó notable, porque siempre la visión de los niños es mucho más desprejuiciada. El gran maestro mexicano Luis Barragán lo llamaba “el arte de ver con inocencia”. Esa mirada me atrajo mucho. Con Alex pude hablar mucho y bueno, los otros los fui construyendo ya más con documentos, porque bueno, esas personas ya no estaban con nosotros.

-¿Y el testimonio de Alex en el libro aparece con sus palabras o hay un proceso de novelar de por medio?

-Las palabras de él fueron muy reveladoras. Obviamente, cuando uno lo va a volcar al papel pasan muchas cosas. Puede ser que algo de repente muy extenso no sea lo más adecuado en ese momento. Y otras veces es al revés, uno tiene que desarrollar más una idea. Pero con lo que yo sí soy muy cuidadoso es con respetar los hechos reales, por lo menos lo más cerca que puedo al comprobar si son verdad. En la literatura que tiene base histórica, hay escritores que sostienen que no, que ellos toman los datos y ellos hacen su construcción, pero yo creo que es peligroso porque lleva al lector a que crea que determinados hechos pasaron y de repente nunca sucedieron o viceversa.

Ruperto Long, en entrevista con
Ruperto Long, en entrevista con 'Infobae España'. (Helena Margarit Cortadellas)

-¿Y por qué una novela y no un libro de Historia?

-Primera razón, porque la novela traslada sobre todo sentimiento. Es decir, lo que uno procura es que el que lee del otro lado se comunique con uno. Es un tipo de comunicación muy especial que, obviamente, no se logra con un texto histórico o con un ensayo. Juan Carlos Onetti, escritor uruguayo, decía que él no mandaba mensajes ni le gustaba mandarlos. Si quiero mandar un mensaje, escribo una carta y la mando por correo... pero sí aspiro a dejar una huella en el que lo lee. Quienes leen un libro histórico son solo un pequeño grupo de personas, entre las cuales me encuentro: yo leo mucha Historia, me nutro mucho, voy a los archivos, libros, documentos, todo eso me apasiona. Pero me doy cuenta de que la gente que puede hacer eso y que quiere hacer eso es una minoría. Entonces, yo no pretendo mandar ningún mensaje, pero sí que la persona reciba algo. Para eso necesariamente tiene que leerlo y vivenciarlo, y esa es mi expectativa, que la persona de alguna forma se ponga en los zapatos de ese personaje.

-Zapatos de personajes de diferentes países, también latinoamericanos. El papel de América Latina en la Segunda Guerra Mundial no se conoce mucho, pero tengo entendido que en esos años hubo, por ejemplo, una emigración judía muy grande a Uruguay.

-Sí. Pasaron muchas cosas cuando empieza recién la guerra, por ejemplo una batalla muy importante: el hundimiento del Graf Spee, entre barcos ingleses y barcos alemanes. Se produce enfrente de donde vivimos nosotros, ahí en el Río de la Plata. Había espías, había movimientos de grupos, la Alemania nazi trataba de atraer a muchos países y con algunos tuvo éxito. La gente en general tomaba partido de un lado o de otro. Uruguay siempre tuvo una asociación muy fuerte con la libertad, entonces más bien fue tomado de parte de los aliados. Eso favoreció que mucha gente que quería salir en aquel momento de Europa, de origen judío, básicamente fueran a dar a Uruguay. Llegaban allá y eran bien recibidos. También hubo algunos cónsules, como el cónsul en Hamburgo, durante la noche de los cristales rotos, que tomó partido abiertamente. La gente iba hasta allí durante una noche loca en la cual estaba siendo atacada. Sabían lo que podía pasar. Se venían a refugiar, pero no podían entrar al consulado porque era muy pequeño. Quedaban en el jardín, rodeados de una cerca metálica, y sobre la calle estaban las hordas de gente gritándoles con uniformes nazis. Y ahí sale el embajador, secundado por la cocinera y la secretaria a enfrentar esas hordas: “Ustedes no van a poder entrar acá”. Felizmente, no entran. Ahí se salvaron un montón de personas.

Los negocios y las propiedades
Los negocios y las propiedades de los judíos fueron el objetivo de los actos vandálicos de los nazis en la llamada 'Kristallnacht' o Noche de los Cristales Rotos. (©Bettmann/CORBIS/Bettmann Archive)

Comprender hechos complejos

-Respecto a ese tipo de historias que iba descubriendo, ¿le sorprendió la naturalidad con que eran capaces de contarlas quienes las vivieron?

-A esta gente, que son pequeños grandes héroes, les parece que hicieron lo correcto, simplemente que hicieron lo que había que hacer. En la anterior novela sobre el mismo tema hay varios personajes que actuaron de esa forma, y acá también. Yo hablé con la hija del cónsul, por ejemplo, con una empleada que estaba allí. A ellos les parece que hicieron lo que tenían que hacer, pero cuando uno lo mira hoy día es increíble. Además, no es que haya habido muchas consulados y embajadas que hicieran lo mismo. La de Brasil, seguramente alguna más. También ocurre lo mismo con gente en otras partes de esta novela, gente que salvó vidas: hicieron lo que tenían que hacer. Eso es muy maravilloso. Quiero saber si yo me hubiera animado a hacerlo.

-¿Al escribir se toma partido también?

-Yo creo que uno no tiene que tomar partido por un bando en este tipo de literatura. Uno tiene que hacer el esfuerzo de presentar a los diversos bandos en pugna de la forma más genuina posible. SIn embargo, cuando uno elige el tema está necesariamente haciendo una toma de partido previa, porque hay otros temas que de repente a mí me parecen irrelevantes. Pero no creo que uno tenga que decir “no, no, yo no soy partidario de esto, esto vale para varios de los líderes nazis”. Algunos eran personas realmente execrables, pero en otros casos había personas que tenían una vida muy correcta, excepto cuando llegaba ese momento, y bueno, eso también hay que mostrarlo porque también es una forma de mostrar la complejidad de la realidad. En la novela trato el tema de las persecuciones, pero no son solo persecuciones a las personas judías. El caso de las personas con discapacidad es un caso absolutamente increíble, de cómo se puede emitir una orden para eliminar a todas las personas con discapacidad, empezando con las de Alemania. Eso hace que después se frene y no se traslade a otros países, por la reacción de los padres, hermanos, hijos de las personas con discapacidad que eran eliminadas en la propia Alemania. Muchos eran del propio partido nazi. Son fenómenos muy difíciles de entender: se mandaron 80.000 personas con discapacidad hasta que se paró por la propia reacción de la gente.

-Y el fenómeno del campo de concentración de la isla de Rab y del engaño de Italia a los alemanes... también parece algo complejo.

-Me gustaría decir que es fácil de entender en el sentido de que se conforma una especie de coalición que se basa en que los italianos son humanistas y son sensibles y que, por ende, jamás podrían entregar a otro ser humano para que lo maten. La entrega de esas 4.000 personas de origen judío que estaban bajo su jurisdicción, como lo exigía Alemania, era claramente una condena de muerte. Ahora, ¿cómo se puede aliar el conde de Luca Pietromarchi, que era claramente partidario del fascismo, con Vittorio Castellani, que era un funcionario de carrera y más bien de las huestes del padre Sturzo, que estaba exiliado en Londres en ese momento contra Hitler y contra Mussolini? No era fácil. Sería bueno decir “es lo lógico, esta gente tenía sensibilidad, humanismo, la mejor tradición de la historia italiana”, pero en la realidad había que hacerlo, aun jugándose la vida. Esta gente lo hizo y lo hizo muy bien. Recurrieron a la burocracia, recurrieron a ardides y cuando concentran a los judíos en la isla de Rab es una locura: los traen a todos en barco para salvar a esta gente en medio de la guerra, con otros problemas porque a Italia le estaba yendo muy mal también, con muchos problemas económicos... pero se ocupan de todo eso. Es un ejemplo maravilloso de cómo la Historia al final del día la escribe la gente con ese tipo de decisiones. Les decían (a los judíos): “Bueno, ustedes pueden pueden vivir tranquilos acá, a los demás les vamos a decir que ustedes están presos y que estamos a punto de entregarlos”. Eso es de locura.

Mujeres y niños judíos procedentes
Mujeres y niños judíos procedentes de Yugoslavia llegan al campo de la isla Rab. Los italianos concentraron a los judíos en Rab, protegiéndolos así de los alemanes. Rab, Yugoslavia, verano de 1943. (Jewish Historical Museum)

Quienes escriben la Historia

-¿A usted le asombra la Historia?

-Sí. Uno vive descubriendo cosas que no puede creer que hayan pasado. Eso también tiene que ver con sus preguntas anteriores. Esta forma de encarar la novela hace también que mucha gente se interese y busque, lea, se informe. Primero hay que despertar esa curiosidad. La Historia es mucho más rica de lo que uno aprendió en la escuela.

-¿La Historia la escriben solo seres humanos extraordinarios o también la gente corriente?

-Es una pregunta difícil, sin duda. Si no hubiera habido un De Gaulle que, contrario a la lógica de todo, en uno de los peores momentos de la historia de Francia, agarra y dice “no, yo no huyo, me escapo en una avioneta a Londres y ahí hago un llamado”... Era uno de los generales más importantes de Francia. A partir de ahí empieza a construir el ejército y después termina jugando roles importantes en el norte de África, en la propia Francia, en Alemania. Ahí hay un hombre excepcional, sin duda. Ahora, ¿responde al llamado de Dios? ¿Responden todos los otros generales? No. Responde gente suelta de todo el mundo, inclusive también de Uruguay, que fueron 70 a pelear allá por idealismo, no porque iban a defender la libertad. Esas grandes figuras lo que hacen es conseguir el lápiz y decir lo que hay que escribir. Pero después el que escribe la página son infinidad de personas mucho más anónimas.

Informe sobre el Día Internacional en Memoria del Holocausto.

-Y para terminar, ¿a quién le daría este libro si estuviera seguro de que se lo leería?

-A mí quienes más me gustaría -de hecho, un poco me está pasando- que lo leyeran serían muchachas y muchachos de los que están en el liceo. ¿Ustedes lo llaman secundaria, no? Están en una edad justa en la cual pueden aquilatar todas estas cosas, sentirlo, pero también estan en el momento en que empiezan a tomar decisiones en su vida. Ese sería un perfil muy ideal. Después, por supuesto, cualquier otro, pero me gustaría poder hacer llegar libros, si la editorial lo avala, a los de secundaria, y que se metan en el momento justo en que tienen que empezar a caminar por la vida.

-A escribir la historia.

-A escribir la historia [ríe]. Agarrar el lápiz y empezar a hacer algún garabato, ¿no? Está bueno.

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