Rudiger Koch, el ingeniero aeroespacial que ha batido el récord Guinness viviendo bajo el mar para demostrar que mudarse al océano puede ser una opción

Pese a haber salido satisfecho de las profundidades, en algunas ocasiones el ingeniero llegó a sentirse bastante solo

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Rudiger Koch, viviendo en las
Rudiger Koch, viviendo en las profundidades del óceano. (Martin Bernetti/AFP)

Despertar por las mañanas, prepararte el café con un buen desayuno y… cambiar las reglas del juego. Vivir rodeado de agua, peces y crustáceos puede parecer una solución de futuro, o así ha querido demostrarlo el alemán e ingeniero aeroespacial Rudiger Koch, quien ha establecido un nuevo récord mundial viviendo a 11 metros bajo el nivel del mar durante 120 días, en el mar de Panamá, superando los 100 días establecidos por el norteamericano Joseph Dituri en 2023. ¿Y lo más curioso? Que parece que no le han faltado comodidades.

Al salir de la cápsula, brindó con una botella de champán y dándose un chapuzón. “Ha sido una gran aventura, y ahora que se ha terminado, casi tengo un sentimiento de arrepentimiento por irme. He disfrutado mucho mi tiempo aquí”, admitía Koch en una entrevista en la BBC.

Bajo el mar, en 30 m²

El ingeniero vivió esta aventura no solo para batir el récord, sino para demostrar que se puede tratar de una alternativa para la humanidad. Él mismo diseñó el habitáculo donde se mudaría a lo largo de cuatro meses, con 30 metros cuadrados y un tubo vertical que ascendía hasta una estructura flotante en la superficie.

A pesar de estrechez de su residencia, contaba con una cama, internet, ordenador e incluso una bicicleta estática. No obstaste, las limitaciones también existían, como la falta de una ducha o la necesidad de controlar constantemente los niveles de salud y calidad del aire.

Disponía de varios sensores, medía la temperatura y humedad y tenía un reloj inteligente que registraba sus signos vitales. Así, no solo tenía controlada su propia seguridad, sino que generaba datos para la investigación.

Así era el día a
Así era el día a día de Rudiger Koch. (Martin Bernetti/AFP)

Entre peces, crustáceos y corales

Pero no era todo el tiempo trabajo. Las seis ventanas que rodeaban la cápsula daban a Koch una vista privilegiada de la vida marina. El ingeniero aeroespacial pasaba varios minutos del día contemplando los peces, escuchando el chasquido de los crustáceos y los ruidos de otros animales.

Esto era debido a que su estructura favorecía la formación de un arrecife de coral. Desde las paredes externas de la cápsula, se iban pegando algas, corales y otras criaturas marinas que utilizaban la estructura como refugio.

Durante las horas del día, el alemán pasó gran parte de su tiempo realizando pruebas técnicas, grabando vídeos y atendiendo asuntos cotidianos de forma remota gracias a la conexión a internet. Reconoció que lo más difícil fue luchar contra la humedad y la falta de espacio, además de la imposibilidad de poder tomarse una buena ducha en condiciones. Pese a ello, consideró que había conseguido hacer rutinaria su vida bajo el mar.

Aunque mantenía comunicación constante con su equipo, varias veces se llegó a sentir bastante solo. En la plataforma contaba con sus compañeros, que se encargaban especialmente de proveer de alimentos al ingeniero y monitorear los aspectos vitales, como el suministro eléctrico y las condiciones meteorológicas.

Plataforma exterior donde estaba el
Plataforma exterior donde estaba el equipo de Koch. (Martin Bernetti/AFP)

Además, tenía el respaldo de varias personas vinculadas al movimiento seasteading o “colonización del océano”. Para ellos, el experimento de Koch se trataba del primer paso para demostrar la viabilidad de instalar comunidades habitables en alta mar.

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