La lluvia y el tiempo propio del invierno obligan a miles de familias que no disponen de una terraza techada a tender la ropa en interior. Sin embargo, si colgamos la ropa lavada en espacio mal ventilados, puede aumentar la proliferación de moho y representar así un riesgo para la salud, según explica Rebecca A. Drummond, profesora adjunta de inmunología e inmunoterapia de la Universidad de Birmingham (Inglaterra).
Los últimos datos indican que las muertes por infecciones de hongos representan el 6,8% de todas las muertes mundiales, que se han duplicado en la última década. El moho es un conjunto de hongos que producen esporas microscópicas que pueden pulular por el aire y asentarse en superficies húmedas, como en los techos de los baños o las paredes mojadas. El Penicillium y el Aspergillus son los tipos más comunes que se hallan en los hogares.
Por lo general, nuestro sistema inmunológico suele ser bastante eficaz eliminando estas esporas antes de que lleguen a provocar infecciones. Esto lo consigue gracias a los macrófagos, que son las células inmunitarias presentes en los pulmones encargadas de capturar y acabar con ellas.
No obstante, algunas personas con un sistema inmune comprometido o más debilitado pueden ser más vulnerables a la infecciones fúngicas. Por ejemplo, los fumadores, los pacientes de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), de fibrosis quística o las personas con asma son especialmente sensibles al moho. La exposición a los hongos puede empeorar la inflamación ya preexistente de las vías respiratorias y agravar los síntomas de la enfermedad, dificultando la respiración.
En situaciones extremas, el moho puede invadir los pulmones y bloquear las vías aéreas, provocando hemorragias pulmonares. Esto ocurre cuando las esporas germinan dentro del organismo y forman estructuras en forma de telaraña llamadas micelio, que dañan los tejidos del pulmón.
La resistencia a los medicamentos antimicóticos
Las infecciones por Aspergillus se tratan con antifúngicos llamados azoles, que impiden la formación de las células del hongo. Aunque estos medicamentos son eficaces, cada vez hay más casos de resistencia a ellos, así como a los antibióticos. De hecho, la resistencia a los antibióticos ya mata 20 veces más que los accidentes de tráfico en España, en lo que para muchos es ya la “era post antibiótico”. Su traducción en cifras es preocupante: el año pasado, más de 23.000 personas fallecieron en el país a causa de bacterias multirresistentes, y 700.000 en todo el mundo, según los datos que ofrece la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un factor clave en la aparición de esta resistencia es el uso de azoles en la agricultura, explica la profesora Drummond. Los hongos afectan los cultivos y, para combatirlos, se utilizan los mismos antifúngicos empleados en humanos. Con el tiempo, los hongos expuestos a estos químicos desarrollan resistencia, lo que hace que las infecciones en humanos sean más difíciles de tratar.
Otro aspecto preocupante a tener en cuenta es que el cambio climático está acelerando este proceso, ya que se ha descubierto que la exposición a temperaturas más altas favorece la resistencia a los antifúngicos en los mohos ambientales. Además, se han registrado casos de personas enfermas por especies de moho que antes no afectaban a los humanos, lo que indica que estos microorganismos podrían estar adaptándose a las condiciones del cuerpo humano.