La realidad de las personas migrantes que consiguen llegar a Canarias y quedarse en España: “Me gustaría encontrar un buen trabajo y poder ayudar”

‘Infobae España’ entrevista a Khadim, un hombre que viajó en patera a las islas desde Senegal, y a Abrah Suárez, coordinadora de uno de los múltiples proyectos para facilitar la integración de los recién llegados

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Migrantes africanos del campamento de
Migrantes africanos del campamento de Las Raíces, en La Laguna, Tenerife. (Borja Suárez/Reuters)

Khadim estuvo ocho días en el mar. Salió de Senegal a raíz de la persecución política que sufrían los opositores al Gobierno del país. “La mayoría de los jóvenes huimos debido a las amenazas”, recuerda. El líder de la oposición al que él y sus compañeros apoyaban fue encarcelado, al igual que varios de sus amigos. Fue entonces cuando decidió marcharse.

Historias como la de este joven de 35 años se pueden encontrar con facilidad entre los recién llegados a España, especialmente entre quienes han entrado de manera irregular. Al margen de las causas económicas y medioambientales, la protección internacional es una de las razones más habituales por las que muchas personas deciden saltar una valla o cruzar el océano, aun a riesgo de sus vidas. De hecho, España es el tercer país de Europa que recibe más solicitudes de asilo, con casi 118.000, solo por detrás de Francia y Alemania.

Ante el amplio número de personas que viajan a Europa para escapar de esta situación, y de otras muchas, la inmigración se ha convertido en una de las principales preocupaciones para los españoles, según señaló el CIS en septiembre de 2024. “En España, alrededor de la mitad de la población piensa que la llegada de inmigración precariza el empleo y un 40% percibe que su llegada disminuye los salarios de las personas nativas”, señala por su parte un informe elaborado por la Fundación Iseak del año pasado. El mismo estudio que incide en que “El 61% de la población nativa en España considera que la llegada de inmigración aumenta el gasto público. Esta percepción de carga fiscal es mayor entre personas con ideología de derecha, donde sube hasta un 81%”.

Estos miedos muchas veces se vierten hacia los migrantes, a los que se culpabiliza de ciertos problemas, presentes o futuros, económicos, que sin embargo obvian que los más perjudicados económicamente pueden ser los propios migrantes. “Yo tenía un buen trabajo en Senegal”, cuenta Khadim, que era comercial y pescador: ”Quería quedarme ahí para poder participar en el desarrollo de mi país”. La realidad política, no obstante, acabó imponiéndose, y tras las detenciones de sus allegados tomó la decisión de marcharse de la tierra en la que nació para subirse a una patera y cruzar el océano. “Fue muy duro dejar a mi familia detrás de mí sin saber qué iba a pasar después”, reconoce. “Tenía a mi esposa, mis hijas y mis hermanos”.

Khadim, un joven senegalés que
Khadim, un joven senegalés que llegó a Tenerife desde Senegal tras viajar durante ocho días por el océano Atlántico.

15 días en Canarias

El viaje de Khadim empezó mucho antes de subirse a la patera y llegar a las costas de la isla de Tenerife. Estos son los dos hechos que más se tienen en cuenta a la hora de analizar a las personas migrantes que llegan a España. Este año se han registrado, en todo el territorio nacional, 63.970 entradas irregulares, de las cuales más de 61.000 han sido por vía marítima, con un total de 1.807 embarcaciones. Más del 70% de las llegadas se produjeron en las islas Canarias.

Pero las rutas al archipiélago son también las más mortíferas. Según el informe del Monitoreo del Derecho a la Vida 2024, elaborado por la ONG Caminando Fronteras, el número de fallecidos en el Atlántico tratando de llegar a las islas fue de 9.757. Como el hombre que viajaba con Khadim en la patera, que falleció por deshidratación después de que él y todos quienes viajaban a bordo tuvieran que pasar cinco días sin nada de comer ni beber.

“Yo estuve seis días en el hospital”, recuerda el propio Khadim, también con el cuerpo al límite por la falta de agua y alimentos. Lo más duro de todo para él fue dejar a sus seres queridos. “Perdí mi móvil porque estaba mojado”, añade, “entonces estuve un mes y medio sin poder hablar con mi familia”. La policía también le interrogó, trató de averiguar su nombre, su procedencia. “Al principio tenía miedo de que me hicieran volver, porque es el caso de muchos”. Por eso, solo dio su nombre y su edad.

Después de esos días en el hospital, fue ayudado por la ONG Accem y llevado a un centro de acogida temporal junto con otros muchos migrantes, donde convivían personas de diferentes culturas y procedencias, “gente de Senegal, de Marruecos, de Mali, de todo”. Lo que a veces provocaba discusiones: “Los ocho días que estuve ahí, casi todos los días había problemas, porque cada uno tiene su cultura diferenciada y su actitud”.

Ayudar a la integración de los que llegan

La intervención y el trabajo de la gente de Accem ayudaba a que las cosas nunca fueran a más. Esta entidad atendió, solo en 2023, a más de 40.000 personas migrantes en España, a los que habría que sumar otras decenas de miles de Protección Internacional. Su trabajo, junto con el de muchas otras instituciones públicas, privadas y no gubernamentales, es clave para apoyar e impulsar el futuro bienestar de las personas que llegan a España.

El estado anímico de quienes, como Khadim, logran iniciar su vida en España, puede venir muy condicionado por cómo consiguieron llegar. “Todas las llegadas por vía marítima tienen un factor en común, que es el riesgo extremo que han corrido para llegar a tierra”, comenta Abrah Suárez, la coordinadora del proyecto MERAKI, una iniciativa del voluntariado de la Fundación Adsis en Canarias para ofrecer atención integral a chicas y chicos jóvenes migrantes con problemas de alfabetización.

Participantes del 'Proyecto Agua', una
Participantes del 'Proyecto Agua', una iniciativa en la que colabora la ONG Accem para que las personas migrantes se reconcilien con el mar tras la travesía migratoria. (Accem)

A pesar de esto, Abrah recalca que “no existe una realidad migratoria única”, cada experiencia puede ser muy diferente y depende de muchos factores que pueden condicionar el aspecto anímico o psicológico. “Cuando se ofrece un acompañamiento, se dan oportunidades y se permite la integración en la sociedad de estas personas”.

Por eso, trabajan para la alfabetización lingüística y digital de los que incluyen en el proyecto, además de ayudar a que conozcan sus derechos y deberes como parte de la ciudadanía. “La persona siente que forma parte de algo, pertenece al grupo de iguales, a la sociedad, y puede continuar con los objetivos que ha establecido en su proyecto de vida”.

Con todo, las personas migrantes se pueden encontrar con situaciones que dificulten mucho su integración, como “el racismo y la xenofobia que proyectan algunas personas, ya sea por miedo a lo desconocido o por odio”. El cómo se recibe a estas personas puede ser clave para un buen asentamiento en España.

Respecto a los progresos en su alfabetización que logran las personas migrantes con MERAKI, Abrah subraya que “no se puede dar una respuesta generalizada”, pero “sabemos que influye el que haya algún agente externo, como podemos ser las entidades sociales o personas de la sociedad involucradas que incentivemos esas ganas de aprender y los acompañemos en el proceso. Porque, como todas las cosas, si una persona está sola su proceso se ralentizará”.

Khadim se siente muy agradecido con los trabajadores de Accem. “Todas las personas que he conocido de Accem, cada uno ha intentado echarme una mano y darme consejos para integrarme, para saber dónde tengo que ir, qué tengo que hacer”. Son ellos quienes, tras incluirlo en su programa de ayuda humanitaria, decidieron enviarle a Segovia, donde estuvo durante cinco meses hasta mudarse a León.

Khadim está ahora estudiando para
Khadim está ahora estudiando para sacarse la ESO y tener más posibilidades de conseguir un trabajo una vez obtenga el permiso.

Esperando para poder labrarse un futuro en España

“Ahora estoy estudiando para sacar la ESO”. Khadim está volviendo a estudiar lo mismo que hace casi 20 años, solo que en otro idioma. Mientras tanto, ha hecho también un curso de camarero y prácticas, mientras también colaboraba con Accem como traductor. Y es que sus conocimientos de francés y wolof, su lengua natal y una de las más demandadas en los servicios de interpretación (hasta en un 25% de los casos, según datos de ACNUR), fueron de gran ayuda. Más dificultad están teniendo, no obstante, con los trámites burocráticos. “Después de sentirme bien, quería trabajar”, narra. Por eso, ha pedido un permiso de trabajo, necesario para que le contraten, pero no lo ha recibido aún. “Eso toma tiempo”.

A pesar de que no quería venir a España, reconoce que sabía muy poco de nuestro país cuando decidió refugiarse en él. “Ahora que me pregunta mi familia, les digo que no podía ni imaginar que mi vida sería mejor aquí, pero me siento muy bien”, explica. “Ha sido difícil al principio: hay que estudiar el idioma para poder hablar con la gente, y todavía estoy mejorando”.

“La barrera idiomática es una de las (dificultades) más visibles”, coincide Abrah Suárez, “pero sin duda su situación se ve condicionada por la posibilidad de conseguir plaza en un recurso alojativo o no -que en personas mayores de edad es algo muy complicado porque apenas existen recursos a los que puedan acceder-”.

España tiene un nuevo reglamento de extranjería con el que prevé regularizar a 300.000 migrantes al año: estos son los cambios en el arraigo, visados y asilo.

Por otro lado, en el caso de lograr ese sitio en el que quedarse, suele ser con plazos muy cortos, que pueden complicar todavía más la posibilidad de obtener permisos de residencia y de trabajo, “lo que les deja en una situación de desprotección e invalidez muy difícil de gestionar y que va mermando su personalidad, así como los planes con los que vino”, comenta Suárez.

A Khadim, de hecho, le fue difícil encontrar un piso en León. Con el dinero que obtuvo como traductor, pudo buscarse un alquiler de una habitación en una vivienda que comparte con otras tres personas. Ahora solo espera y sigue avanzando en los módulos para poder trabajar cuanto antes, mientras está pendiente de “si van a aceptar el asilo o no”, algo imprescindible para poder quedarse en España. Preguntado por el futuro, no duda: “Me gustaría encontrar un buen trabajo y poder ayudar a las personas que van a necesitar integrarse luego, cuando vengan de África”. “Me gustaría mucho trabajar con las ONG que ayudan a extranjeros, porque aprendí mucho con ellos”.

Desde el Proyecto MERAKI recuerdan, sobre todo, historias que han acabado siendo todo un éxito. “Desde jóvenes con los que apenas podías hablar nada y que años después vienen como traductores para otros jóvenes, a personas que no sabían leer y que terminan con el tiempo un certificado de profesionalidad”. Algunos de los participantes logran obtener también ciclos de grado superior, “e incluso uno de ellos, que cuando lo conocimos en 2019 no tenía ni permiso de residencia, en 2024 se hizo autónomo y ahora tiene su propia barbería”.

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