Una investigación liderada por la Universidad de Barcelona ha confirmado la eficacia terapéutica del nuevo compuesto MRS7787 para combatir la psoriasis. Este consiste en una molécula que se activa al entrar en contacto con luz azul, modulando la actividad del sistema inmunitario para combatir la enfermedad.
“Este es un progreso relevante de la investigación en fotofarmacología”, celebra la institución en un comunicado. Esta rama consiste en la acción de ciertos compuestos activados o desactivados con la irradiación de luz, algo que permite realizar intervenciones de “alta precisión” y reducir los efectos secundarios que pueden tener los tratamientos actuales contra la psoriasis, entre los que se incluye el cáncer de piel.
Una enfermedad común con tratamientos arriesgados
La psoriasis es una enfermedad crónica de la piel que presenta síntomas como la sequedad, el picor o la aparición de escamas en la piel, además de manchas y placas. Se trata, además, de una dolencia bastante frecuente, puesto que afecta al 2% de la población. Los casos leves se suelen tratar con corticoides, agentes queratolíticos, inihibidores de la calcineurida y otros análogos de la vitamina D.
“Los casos más graves, cuando se producen afectaciones generalizadas de la piel”, explican desde la UB, “se tratan con agentes biológicos o fármacos químicos con administración oral”, que a menudo se han combinado con fototerapia localizada o de cuerpo entero, con el uso de radiación ultravioleta que a largo plazo podía ser causante de cáncer de piel.
Encendido y apagado
Lo llamativo del nuevo compuesto es que, si la luz azul es capaz de activarlo -con un isómero que los investigadores han bautizado como E-MRS7787-, con la luz verde se puede hacer que la molécula pase a inactivo -es decir, a Z-MRS7787-, como si de un interruptor se tratara. “Este efecto conmutador se logra mediante la unión covalente de un fotocromo llamado diazocina”, explica Francisco Ciruela, del Departamento de Patología y Teraéutica Experimental de la UB y líder del estudio.
“Lo especial del fotocromo de diazocina”, incide Jordi Hernando, del Departamento de Química de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y otro de los participantes en la investigación, “es que permite que, a oscuras, el fotofármaco MRS7787 se encuentre en su configuración inactiva Z, de modo que se pueda inyectar sin generar ninguna respuesta fotofarmacológica y que, a continuación, pueda ser activado selectivamente”.
El efecto del compuesto es activar el receptor A3 de adenosina, con un efecto antiinflamatorio y reductor de la producción de citoquinas proinflamatorias que produce el sistema inmunitario. “Por tanto”, señala Marc López-Cano, primer autor en el estudio, “activar este receptor es una estrategia eficaz para tratar procesos inflamatorios en general y, en particular, en el abordamiento de la psoriasis”.
La combinación de esta terapia con otros métodos como la exposición a radiación ultravioleta podría “aumentar la eficacia del tratamiento y reducir los efectos adversos”. La dosificación de la irradiación de luz sería clave en este sentido, limitándose a una vez al día, mientras que “la eficacia antipsoriásica se mantendría y el paciente mejoraría el compromiso con el tratamiento”.
Otros usos de los fotofármacos
En el estudio, los investigadores concluyen que “este avance no solo demuestra el potencial de los fotointerruptores de diazocina para la fotofarmacología”. Además, también “abre el camino para el desarrollo de nuevas estrategias para enfermedades relacionadas con la piel que requieren una acción farmacológica localizada y controlada temporalmente”. De hecho, informan desde la UB que el equipo ya se encuentra trabajando en “validar esta nueva diana farmacológica en otras condiciones inflamatorias”, así como en “ampliar sus capacidades farmacológicas y potenciar su posible interés en otros ámbitos clínicos”.
Ciruela ya ha participado en el diseño de otros fármacos que funcionan mediante la activación con luz: en 2017 se anunció el primer fotofármaco para el tratamiento del dolor, mientras que en 2018, en una colaboración con la UAB, Ciruela y su equipo, entre quienes ya se encontraba Jordi Hernando, diseñaban otro compuesto pionero en la lucha contra el párkinson.