Los desorbitados precios del alquiler, la oferta insuficiente o la proliferación de pisos turísticos son algunos de los principales problemas para acceder a la vivienda en España. Sin embargo, hay lugares tensionados como Barcelona donde la situación se agrava. En la ciudad condal hay más de 15.000 alojamientos turísticos anunciados o dedicados al alquiler de temporada en Airbnb, y la presión por alquilar hace que 59 personas compitan por cada vivienda anunciada, cuando en Madrid son 44 candidatos por anuncio. También es el lugar más caro del país para alquilar una habitación, con 620 euros al mes de media, según el portal Idealista.
Además, la provincia de Barcelona es donde más ha disminuido la oferta de vivienda, con 37.043 casas menos, un 38,7% del total, según el Barómetro del Alquiler de 2024 del Observatorio del Alquiler de la Fundación Alquiler Seguro y la Universidad Rey Juan Carlos. Así, el año pasado salieron al mercado barcelonés 95.216 viviendas, frente a las 170.764 de 2019. De acuerdo a esos mismos datos, la provincia de Barcelona también es la más cara para el alquiler, con una media de 1.604 euros, seguida de Baleares, con 1.598 euros, y Madrid, con 1.495 euros.
En el caso de la capital catalana, el problema de la vivienda se remonta a la década de los 90, después de que fuera la sede de los Juegos Olímpicos, y se agravó tras el estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008, como recuerda el antropólogo Jose Mansilla, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, en conversación con Infobae España. Pese a todo, el experto destaca que gracias a la labor de los movimientos sociales, que siguen luchando contra los desahucios y demandando medidas para lograr mejores condiciones, la vivienda se ha convertido en uno de los aspectos centrales de la agenda política e institucional.
-Pregunta: ¿Cuándo empezó el problema de la vivienda en Barcelona?
-Respuesta: Si hay que poner un punto de inflexión, diría que a partir de la proyección internacional de Barcelona como referente tras los Juegos Olímpicos de 1992. La gente del territorio no lo sufrió inmediatamente a un nivel desproporcionado, pero fue una primera señal de que algo estaba ocurriendo con el tema de la vivienda y la falta de políticas públicas. La Barcelona de Pasqual Maragall quería estar en el mapa y ser un referente en políticas urbanísticas, pero en ningún caso un referente en políticas urbanas de vivienda. La política de vivienda siempre se ha dejado al albur del mercado. Entonces, los primeros síntomas empiezan a aparecer después de las Olimpiadas, en el segundo lustro de la década de los 90, y se manifiestan con toda su crueldad con la crisis del ladrillo, sobre todo a partir de 2010.
-P: El barómetro municipal del Ayuntamiento de Barcelona del segundo semestre de 2024 indicó que el problema de la vivienda se había disparado, con casi un 69% de los encuestados que lo consideraba “muy grave”. ¿Cuál dirías que es el principal problema en la capital catalana? ¿Es diferente al de otras ciudades?
-R: No creo que sea una situación diferente a la que se vive en otros sitios. Pero puede ser que aquí, al ser una ciudad que ha querido proyectarse al mundo como un sitio especial, y además con unas élites que siempre la han proyectado como cosmopolita y abierta, eso ha hecho que la gente se fije en ella, si bien también hay unos movimientos sociales muy activos que la han situado en un primer plano. Además, hay una suma de elementos que influyen [en que se haya convertido en una de las ciudades más caras para vivir] y que empiezan por una ausencia total de políticas públicas relacionadas con la vivienda desde hace décadas. Por ello, el asunto está en manos del mercado, que actúa con un frente muy amplio, debido a esa proyección internacional de Barcelona como una ciudad atractiva: los pisos turísticos, el alquiler de temporada, la vivienda por habitaciones, las inversiones por parte de los fondos, la llegada de gente de fuera con alta capacidad económica... Si pones todos esos elementos en una balanza, tienes como resultado la situación en la que nos encontramos.
-P: ¿Cómo repercute esta situación en la clase trabajadora?
-R: Si hablamos desde un punto de vista de reacción, hay dos partes. Por un lado está la parte más proactiva, que es la articulación social, con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), el Sindicato de Llogateres, las asambleas de barrio que en su momento hubo a raíz del 15-M, y ahora está apareciendo una nueva variante que son los sindicatos de barrio, además del Sindicat Habitatge Socialista de Catalunya. Por otro lado, la subida de precios está provocando el desplazamiento o la expulsión de mucha gente [a la periferia y otros municipios cercanos a Barcelona], por lo que el problema lo siguen llevando consigo y las soluciones no llegan. En ese sentido, no es muy diferente a lo que ocurre en otros sitios.
-P: ¿Va camino de convertirse Barcelona en una ciudad invivible?
-R: Yo creo que ya es invivible, pero esto se puede sostener mucho en el tiempo, al igual que ha sucedido con los desahucios, que comenzaron a raíz de la crisis económica de 2008 y en los años sucesivos se produjeron de forma continua. De hecho, al barrio de la Ciudad Meridiana la gente lo llamaba Villa Desahucios por la gran cantidad de desalojos que había. Ahora estamos hablando de otra problemática, los desahucios invisibles, que se producen porque no puedes pagar el alquiler y te acabas mudando a un sitio más barato. Esa es la cotidianidad. Y aunque hay una amplitud de movimientos sociales, no estamos en un momento de efervescencia social como para que haya una respuesta potente y, además, hay otros factores que actúan como canalizador del descontento. La gente también mantiene cierta esperanza con las medidas anunciadas [por el Gobierno] en materia de vivienda, lo cual actúa como cierto calmante.
-P: A corto plazo, no parece que la solución sea fácil...
-R: No, porque no hay una actuación decidida por parte de los diferentes partidos políticos y no hay un consenso generalizado ni siquiera en el centro-izquierda, entre el PSOE y sus socios. Pero no hay que ser pesimista, sino al revés, por toda esa organización proactiva que he mencionado antes de los sindicatos, la PAH y demás organizaciones, porque todo esto ha generado una respuesta por parte del Gobierno [que anunció sus nuevas medidas en materia de vivienda el pasado 13 de enero]. Es decir, que algo se está haciendo bien cuando al menos hay un movimiento. El tema de la vivienda se ha puesto sobre la mesa e incluso Pedro Sánchez ya se ha referido a ello como el quinto pilar del Estado del Bienestar. Otra cosa es que eso vaya a tener un efecto inmediato.