Bruselas se agarra de la silla y mantiene que, “con pragmatismo”, el choque con Trump no será tan fuerte como parece indicar. El regreso del republicano a Washington ha comenzado, ya desde antes de su investidura, con aires de revanchismo, y las relaciones en ambas orillas del Atlántico serán el elefante en la habitación durante los próximos cinco años: ¿Hay que confiar en nuestro viejo amigo EEUU? Las palabras del presidente estadounidense tampoco invitan a la confianza: “Europa ha tratado muy muy mal a Estados Unidos”, dijo en su discurso en el Foro Económico Global, en Davos, este jueves.
Un día antes de las palabras de Trump, la dirigente europea Ursula Von der Leyen quiso apaciguar las aguas apostando por un enfoque “pragmático”: “Ambos nos necesitamos”, aseguró la germana. Pero también deslizó que, en una nueva era de “dura competencia geoestratégica”, era el momento de buscar nuevas alianzas que sirvan de escudo ante el proteccionismo estadounidense. Por eso, en estos últimos meses la Comisión Europea ha llegado a acuerdos con Mercosur, México, Canadá, Malasia, y la UE comienza a mirar a India e incluso a China.
La psicología del recién elegido presidente estadounidense continúa siendo un misterio para todos. Antes de que decida dar el primer paso, ya hay voces como la de Giorgia Meloni, la única dirigente europea que participó en la en la investidura- o el húngaro Viktor Orbán, que piden ceder ante las pretensiones del magnate. Otros, más apaciguadores como Friederich Merz u Olaf Scholz en Alemania, o la propia Von der Leyen, apuestan por impulsar el modelo europeo mientras siguen negociando con Trump y así evitar una temida guerra comercial. Pero a medida que suben el tono las amenazas, hay quienes piden acelerar a doble tiempo la maquinaria. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, el francés Emmanuel Macron y el polaco Donald Tusk son un ejemplo de ello.
Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano, considera que aún es precipitado realizar juicios sobre las intenciones reales de cada país con Trump: “Ahora mismo, como es evidente, hay una demanda por parte de los españoles, de los franceses, de los alemanes, de saber que piensa su gobierno de Trump, pero responde más a una cuestión de audiencia que no indica que ya se esté desarrollando una relación transatlántica como tal”. Como cualquier gran empresario, Trump evalúa su relación con otros países desde el punto de vista de los negocios: ‘si tú no me aportas, yo estoy contra ti’, podría resumirse.
Férreos aliados...¿también en las malas?
Por eso, siguiendo la doctrina negociadora trumpista, muchos de los que presumen de ser ahora sus aliados políticos pueden acabar convirtiéndose en sus rivales. Los aranceles comerciales se imponen a la UE en su conjunto, pero el investigador señala a su principal socio trasatlántico, la Italia de Meloni, un país que tiene un “enorme superávit comercial” con Estados Unidos (exporta más que importa) y por ello debería ser uno de los países que tendría que tener bastante miedo sobre las exigencias de tipo comercial. “[Italia] No invierte mucho en seguridad y Defensa, poco más que España, y desde el punto de vista comercial es un problema para Estados Unidos, cosa que no es nuestro país”, afirma.
Lo mismo ocurre con Hungría, el líder europeo más próximo a Moscú y que puede englobarse dentro de la ultraderecha internacional. “Trump, sabiendo que es un poco impredecible y muy transaccional con Rusia, puede que a priori quiera llevarse bien. Pero potencialmente puede resultar un líder incluso más agresivo que Biden”, asegura Molina, que añade que al igual que quiere poner fin a la guerra, también ha amenazado a Vladimir Putin con tomar medidas militares y comerciales más duras si no cumple con sus demandas.
Sánchez, el líder de izquierda que puede “ganar”
Mientras otros países europeos se suman trumpismo, en el otro extremo aparece la España de Pedro Sánchez, el único líder de izquierdas de los grandes magnates tecnológicos que ahora apoyan a Trump. Pero paradójicamente, España es un buen socio comercial de Estados Unidos. Según los últimos datos del ICEX, la relación comercial entre ambos países es positiva para EEUU, puesto que es superavitaria en torno a los 10.000 millones.
“En materia de stock de inversión la situación es también bastante equilibrada”, valoran fuentes de la agencia dependiente del ministerio de Economía y Comercio: el stock de inversión de EEUU en España hasta mediados del 2024 está en torno a los 115.000 millones. Y el stock de inversión de España en EEUU está por encima de los 90.000 millones.
El único punto débil, recuerda Molina, es su gasto en Defensa. Los líderes europeos se comprometieron a un 2%, la OTAN ahora pide elevarlo al 3% y Trump catapultarlo al 5%. España es uno de los países que menos invierte, concretamente el 1,28% de su PIB, si bien Sánchez se comprometió a llevarlo al 2% en 2029.
El otro punto de fricción es el tema ideológico. Sánchez es el único líder de izquierda en todo Europa, contando con la salida del socialista alemán: “No hay ningún otro país en todo Occidente, grande o pequeño, que esté más a la izquierda que Sánchez, y Trump a la derecha más escorada. Y ahí hay una distancia grande”, apunta Molina.
El experto admite que ambos líderes chocarán en cuestiones sobre el feminismo, la injerencia de Musk en los procesos electorales u Oriente Medio. En esta balanza entre lo comercial y lo ideológico, “todo dependerá de hasta qué punto quiere dar la batalla ideológica Trump”, subraya
Por eso, dependiendo de cómo evolucione, esta situación puede arrinconar al español en la UE, como un líder que está muy a la izquierda sin gasto en seguridad o; por el contrario, subraya Molina, como un referente sobre cómo definir el futuro de Europa en la globalización, desde el punto de vista de la autonomía estratégica económica, en el ámbito de la seguridad o de tener una voz de cooperación con EEUU, que al mismo tiempo sea capaz de interlocutor con otros actores del mundo.