El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, conocido como SIBO, es cada vez más popular. Las redes sociales actúan como altavoz y plataformas como X y TikTok están repletas de relatos personales que narran una misma sintomatología comparten este diagnóstico. Sin embargo, según advierte el hospital Quirón Salud en su página web, se trata de una patología que “ha existido siempre” y no de un fenómeno reciente.
A pesar del interés creciente, en España persiste una falta de investigación y, sobre todo, de evaluaciones adecuadas que permitan identificar los síntomas de manera precisa. Según especialistas, el principal problema no radica en el SIBO en sí, sino en la frecuencia de diagnósticos erróneos, lo que retrasa un tratamiento eficaz.
El SIBO suele asociarse con otras enfermedades del sistema digestivo, como el síndrome de intestino irritable, la enfermedad de Crohn y otras dolencias inflamatorias intestinales. También se ha vinculado a afecciones como la enfermedad celíaca, fístulas, estenosis, procedimientos quirúrgicos y la obesidad. Su complejidad y relación con diversas patologías subrayan la importancia de un diagnóstico temprano y de estudios que ayuden a comprender mejor su impacto.
Cuándo sé que tengo SIBO y cómo detectarlo
El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, conocido como SIBO por sus siglas en inglés, ocurre cuando se produce un aumento anormal de bacterias en esta zona del sistema digestivo, especialmente de microorganismos que no suelen habitar allí. Este trastorno puede derivar en importantes problemas de salud. El origen de esta patología suele estar relacionado con condiciones que ralentizan el tránsito de alimentos y desechos en el tubo digestivo, como ciertas cirugías o enfermedades. Este retraso crea un entorno favorable para el crecimiento bacteriano. Entre las principales consecuencias de esta afección se encuentran la diarrea persistente, la pérdida de peso involuntaria y la malnutrición, que pueden comprometer gravemente la calidad de vida de quienes la padecen.
Aunque el SIBO es frecuentemente asociado a complicaciones de cirugías abdominales, también puede deberse a problemas estructurales en el aparato digestivo o a determinadas enfermedades subyacentes. Según la clínica Mayo, los síntomas más comunes incluyen pérdida del apetito, dolor abdominal, náuseas, hinchazón, sensación de saciedad tras ingerir pequeñas cantidades de comida, diarrea, pérdida de peso involuntaria y déficits nutricionales.
Es fundamental consultar a un médico para una evaluación completa si se presentan síntomas que podrían indicar problemas en el sistema digestivo, especialmente en personas con antecedentes de cirugía abdominal. Algunos de los signos que requieren atención inmediata son la diarrea persistente, que puede estar asociada a desequilibrios en el microbioma intestinal; la pérdida de peso rápida e involuntaria y el dolor abdominal que persiste durante varios días. Un diagnóstico precoz permite identificar la causa subyacente y establecer un tratamiento adecuado.
Tratamiento del SIBO
El tratamiento del SIBO se centra en reducir el exceso de bacterias, aliviar los síntomas y tratar las causas subyacentes. Las estrategias principales incluyen cambios en la dieta, terapia con antibióticos en donde destacan fármacos como la rifaximina, y, en algunos casos, manejo de condiciones asociadas, como el síndrome de intestino irritable.