Que no veamos las bacterias no significa que no estén ahí acechando y un lugar en el que pueden residir es en los baños públicos. En muchas ocasiones estos espacios están asociados con lugares descuidados e incluso socios, donde echamos en falta elementos básicos como el papel. A pesar de que la higiene en ellos haya mejorado bastante si lo comparamos con hace unos años, siguen siendo un “criadero de patógenos”, tal y como ha explicado Lucía Almagro (@diariodeunacientifica) en una publicación de Instagram.
Bacterias presentes en los baños públicos
Como a estos espacios acudimos a hacer nuestras necesidades fisiológicas, hace que uno de los patógenos más numerosos y peligrosos sea la bacteria del colon (Eschericihia coli), tal y como se explica en el blog de Faneco. Su presencia puede ser la causa de diversas enfermedades, desde infecciones del tracto urinario, hasta intoxicaciones alimentarias (incluyendo la llamada diarrea del viajero), hasta peritonitis o meningitis.
Aunque este microorganismo no es el único que está presente en los baños públicos, también encontramos:
- Salmonella: causante de la inflamación intestinal y la fiebre tifoidea.
- Shigella: causante de la disentería bacteriana.
- Clostridioides difficile: puede causar inflamación en el intestino grueso.
- Estreptococo fecal: también presente de forma fisiológica en el tracto digestivo, a menudo es la causa de la cistitis o la uretritis.
- Rotavirus: especialmente peligrosos para los niños pequeños causando gastroenteritis.
Cinco claves a tener en cuenta antes de utilizar un baño público
Teniendo en cuenta que los baños públicos, parecen un festival de gérmenes. Almagro ha compartido la rutina que ella sigue antes de utilizar uno de estos servicios “como científica”. El primer paso es elegir el que va a utilizar. Para esta importante decisión siempre se decanta “por aquel que tenga la tapa bajada”, porque, según explica, “es más probable que esté recién limpio, ya que, hay muy pocas personas que bajan la tapa”.
Después, apunta que nunca limpia la taza del váter con papel, sino que lo hace con “una toallita hidroalcohólica o papel con gel hidroalcohólico” que lleva siempre en el bolso. La tercera clave es no usar el primer tozo del rollo, puesto que, “está expuesto a todas las bacterias de todas las personas que han pasado por ahí”. “Siempre descarto los primeros trozos y utilizo aquellos que ya están dentro del dispensador”, añade la experta. De esta manera, reduce considerablemente la probabilidad de contagiarse.
Cuando acaba, destaca que “siempre” baja la tapa para evitar que “salgan microgotas”. Para ello hace uso del papel porque confiesa que no le gusta “tocar nada que tenga que ver con el váter con la mano”. Por último, se lava las manos antes de salir y aquí intenta no tocar el pomo de la puerta “si es posible” para evitar infecciones.
La científica explica en su publicación que es complicado saber “cuál es el alcance a nivel de salud de estar expuestos a estos baños” haciendo un uso corriente. No obstante, apunta que sus conocimientos sobre microbiología le sirven para disminuir la probabilidad de contaminarse.