El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España, también entre los jóvenes de 14 a 18 años, y de hecho los adolescentes empiezan a beberlo, en promedio, a los 14 años, según la última Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España ESTUDES 2023, que también indica que el 75,9% de ellos ha bebido alguna vez en su vida y el 1,5% lo ha hecho diariamente el último mes. Un 20,8% de los jóvenes consultados declaran haberse emborrachado en el último mes y un 28,2% reconoce haber bebido cinco o más copas en un tiempo aproximado de 2 horas, lo que se conoce como binge drinking o consumo en atracón. En este grupo de edad, además, el consumo de alcohol es algo más frecuente entre las chicas que en los chicos, con una brecha que se ha ido agrandando en los últimos años.
Estos datos reflejan que la ingesta de bebidas alcohólicas en España está muy extendida y normalizada, tanto que, tal y como explica a Infobae el epidemiólogo Albert Espelt, “tenemos una sociedad que ve el alcohol como un compañero de viaje”, tanto en celebraciones como en otro tipo de planes, y en muchas ocasiones los jóvenes tienen una baja percepción del riesgo que comporta. A esa normalización ha contribuido la publicidad y “cómo la industria del sector juega con ello, pues normalmente en los anuncios de bebidas alcohólicas siempre aparece gente simpática y guapa pasándolo bien o incluso haciendo deporte y te hacen creer que te aporta clase social, un prestigio, una forma de hacer”, añade el investigador del grupo de trabajo sobre alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología.
Sin embargo, pese al elevado porcentaje de jóvenes que beben alcohol en España, los datos recogidos por el Ministerio de Sanidad a través de las encuestas también muestran que la frecuencia de consumo entre adolescentes ha ido descendiendo desde 2012. Y no solo eso. Entre las nuevas generaciones cada vez hay más jóvenes que se declaran abstemios. De hecho, la generación Z, aquellos nacidos durante los últimos años de la década de los 90 y los 2000, son los que menos beben, si bien también se enfrentan a la presión social de su entorno.
Es el caso de Marina Patiño, una joven de 25 años de Murcia que no bebe alcohol porque “nunca le ha llamado la atención”. Aunque admite haber probado algún sorbo “estando de fiesta con sus amigas”, el sabor del alcohol “no le gusta nada y sería incapaz de beberse una copa entera”. Eso sí, lamenta, cada vez que sale con gente nueva siempre se topa con la misma pregunta: “¿Cómo te lo puedes pasar bien sin beber?”, aunque asegura que después aguanta mucho más de fiesta que quienes consumen alcohol.
A Carlos Novalvos, de 24 años, tampoco le han faltado oportunidades de probar el alcohol tanto en eventos familiares como en fiestas con amigos, pero ha optado por no consumirlo. “En la adolescencia, ya más consciente de lo que suponía beber alcohol, hice un balance entre lo que me podía aportar positivamente y los efectos negativos, y decidí que no valía la pena, opté por cuidarme. Además, ahorraba bastante dinero en comparación con mis amigos”, apunta. Si bien a la gente nueva que conoce “le puede chocar” que sea abstemio, asegura que cada vez son menos quienes se extrañan.
En el caso de Pablo Benítez, su mayor contacto con el alcohol, recuerda, se produjo a los 13 años, cuando junto a otros amigos robaron una botella de whisky en un cumpleaños y se la bebieron “aunque no les gustara nada”. Poco después se centró en el deporte, compitiendo en judo, y en el programa de jóvenes talentos en el que entró siempre les advertían del riesgo de las fiestas y consumir alcohol, por lo que nunca adoptó ese hábito. A día de hoy, con 32 años, sigue siendo deportista de alto rendimiento y, “aunque hay años en los que no ha competido o no ha entrenado tanto, ha seguido sin beber alcohol”. “No me llama la atención”, añade.
Mayor concienciación y un ocio nocturno que ha cambiado
Entre los factores que han influido en ese descenso del consumo de alcohol entre los jóvenes en los últimos, si bien Espert advierte de que aún queda mucho por hacer porque “estamos lejos de que se produzca un cambio de tendencia notable”, destacan una mayor concienciación sobre los problemas que puede suponer y que la juventud dispone de alternativas de ocio más variadas que años atrás. También influye el hecho de que ahora se sale menos de fiesta y los hábitos son muy diferentes a los que dominaron en los años 90.
“Ahora las personas jóvenes se quedan mucho más en casa, el ocio nocturno ha cambiado -hay menos botellones y menos discotecas- y eso es un factor clave. También hay un porcentaje elevado de personas jóvenes que valora el dinero de forma distinta al de antes, porque la situación socioeconómica actual es muy distinta” y el poder adquisitivo de los jóvenes se ha visto reducido de forma notable, añade Espert. Influyen también, recuerda el experto, los influencers y famosos que han dejado de beber alcohol y comparten su proceso en redes sociales. Hasta la cantante Rosalía ha mostrado ese orgullo abstemio en uno de sus últimos temas: “Ya no bebo, ya no fumo, no consumo y lo presumo”.
Por último, destaca Espert, cuando alguien que se declara abstemio y empieza a encontrar a más personas que han optado por lo mismo, “de alguna manera comienzan a poner por bandera ese estado de vida más saludable”. Además, actualmente, existen incluso aplicaciones móviles que ofrecen una alternativa saludable y segura para dejar de beber.