Las inyecciones de bótox fueron muy discutidas en la primera década de los 2000, cuando la Agencia Europea de Medicamentos registró 28 muertes de personas que habían fallecido por su uso. En España, su uso fue aprobado en 2004, y desde entonces, varias voces del mundo de la cirugía estética salieron en defensa de este método, convertido en el tratamiento facial más realizado con cientos de miles de personas que recurren a él cada año.
Su popularización ha hecho que el recelo que la toxina botulínica pudiera producir en un primer momento se haya reducido. Sin embargo, su éxito comercial ha implicado también la aparición de numerosos casos de personas que, de manera fraudulenta, han ofrecido sus servicios, algo que ha comprometido la seguridad de los clientes. En Bélgica, esta semana se ha confirmado el dato de que al menos dos personas han fallecido en los últimos años por intervenciones con bótox realizadas por un falso especialista.
“Probablemente haya habido otros incidentes”
La institución encargada de corroborar esta información ha sido la Real Sociedad Belga de Cirugía Plástica, Reconstructiva y Estética (RBSPS). En una publicación en la revista Nieuwsbland, explicaron los riesgos del bótox cuando este es inyectado por una persona sin la formación necesaria.
“En caso de una mala inyección, parte del labio o de la nariz puede necrosarse o perder la vista”, afirman, para luego explicar que, en caso de que el relleno se inyecte en una vena de la cara conectada al cerebro, puede ser letal al “provocar un coágulo de sangre, lo que provoca una trombosis”. Las dos muertes que mencionan se habrían producido en las ciudades de Bruselas, hace dos años, y en Amberes, hace cinco, aunque advierten de que la cifra podría crecer, ya que es muy probable que haya habido otros incidentes.
Una mujer española acabó en la UCI
Hace unos meses pudimos hablar en Infobae España con Jordi Mir, el vocal de la Sociedad Catalana de Cirugía Plástica Reparadora y Estética, institución que publicó una encuesta en la que se concluía que la mitad de las intervenciones estéticas no son realizadas por especialistas. De hecho, en nuestro país llevan años intentando regular el campo de la cirugía estética a raíz del caso de Sara Gómez, una mujer que falleció tras someterse a una liposucción por un médico sin la especialidad en cirugía plástica.
En cuanto a las inyecciones de bótox, fue muy sonado el caso de una mujer de mediana edad ingresada en la UCI un hospital de Zaragoza por problemas derivados de un tratamiento con bótox al que se sometió en un domicilio particular. Esta mujer sufrió lo que se conoce como botulismo iatrogénico, una intoxicación causada por la toxina (tan potente que en su momento fue usada como arma biológica) administrada en exceso. Problemas para tragar, hablar, respirar, ver bien o la parálisis fueron algunos de los síntomas que tuvo.
“La toxina botulínica es una sustancia con un gran potencial terapéutico, pero que, por sus características, su uso fuera de los cauces legalmente establecidos es muy peligroso”, advertía entonces al periódico El País el doctor López Pitalúa, presidente de la Sociedad Española de Medicina Estética. “Tiene que ser administrada por un médico en un centro sanitario autorizado. Todo lo que no sea eso va contra la normativa y es asumir importantes riesgos”.