La expedición española para encontrar fugas de gas en la Antártida: “Aparte de ganar la Eurocopa, también llevamos proyectos punteros”

Según los cálculos geológicos, el 25% de las reservas de metano a nivel mundial están en la Antártida, cuya liberación puede causar explosiones y provocar grandes deslizamientos del fondo, que derivaran en tsunamis

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Pingüinos en un iceberg de
Pingüinos en un iceberg de la Antártida, en el lado norte de la Península Antártica. (Natalie Thomas/Reuters)

En agosto de 2024, se descubrió que la Antártida es cada vez más alta. Crece, aproximadamente, cinco centímetros cada año, debido a que el deshielo provocado por el calentamiento global hace que su peso sea menor y vaya flotando más. Las consecuencias todavía se están analizando, pero parece que se están acercando a la superficie unas reservas de gas congelado que el continente guardaba en el fondo marino. A su vez, la disminución de la profundidad está reduciendo la presión sobre ese fondo, lo que facilita las fugas de gas.

Los efectos que esto puede tener sobre el cambio climático pueden ser muy relevantes, ya que el gas del que estamos hablando es el metano, cuyo papel en el efecto invernadero y el calentamiento global es de sobra conocido. Solo en la Península Antártica se cree que hay unas 24.000 millones de toneladas métricas de carbono acumulado en el metano, lo que equivale a las emisiones de CO2 de origen humano durante dos años en todo el planeta.

Con el fin de averiguar si, en efecto, ese metano está llegando a la atmósfera, y también para conocer cómo puede afectar este suceso al fondo marino antártico y a su ecosistema, un equipo de científicos españoles viajará hasta el continente más frío del mundo para realizar una investigación pionera.

Algo que ya ocurre en otros puntos de la Tierra

La emisión de grandes reservorios de metano es algo que no solo puede estar ocurriendo en la Antártida. Ocurre, por ejemplo, en el otro extremo del mundo, en el Ártico, donde los sistemas de hidratos de gas están en un estado muy inestable y emitiendo una gran cantidad de metano a la hidrosfera. “En Siberia, con el deshielo provocado por el cambio climático, se está emitiendo una gran cantidad de metano que genera unos grandes cráteres en lo que es el subsuelo marino”, añade el geólogo Ricardo León.

Junto con Roger Urgeles, Ricardo liderará al equipo del proyecto Iceflame, en una colaboración entre el Instituto Geológico y Minero de Espala y el Instituto de Ciencias del Mar, ambos dependientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). 26 personas trabajarán a bordo de un buque para recoger datos del fondo oceánico, desde los 500 a los 4.000 metros de profundidad, localizar fugas de metano y estudiar qué ocurre con el gas. “De lo que se trata es de ver el impacto que está teniendo el retroceso del casquete polar en las emisiones y, por consiguiente, su impacto en el cambio climático y en los procesos geológicos catastróficos que se pueden dar en el fondo del mar”.

Los miembros del proyecto Iceflame
Los miembros del proyecto Iceflame posan frente al Sarmiento de Gamboa, el buque con el que partirán a la Antártida. (Ricardo León)

En la Antártida no se ha hecho nunca una investigación de este tipo, sobre todo por la inaccesibilidad del territorio. Ello hace que, a día de hoy, se desconozca el estado de las estructuras del gas congelado. Además, otra duda es qué ocurre con ese metano una vez se libera, ya que existen diferentes posibilidades.

En zonas profundas, puede ir a parar al fondo marino, produciendo un cambio en la química de los océanos, mientras que en zonas someras puede ir a parar a la atmósfera. “Sin embargo”, matiza Ricardo, “hay una gran cantidad de microorganismos que precisamente se alimentan de este metano, y sobre todo en los fondos marinos, donde consumen gran cantidad de este gas que se está emitiendo en zonas profundas”.

El 25% del metano se encuentra en la Antártida

Aproximadamente el 25% de las reservas de metano del planeta se encuentran congeladas en la Antártida. Desde hace varios años, se conoce que está habiendo una disminución en esta cantidad de gas, pese a que desde hace 6.000 años estos sistemas de hidratos gas “estaban aumentando” debido a un periodo más frío, un cambio que se debe a la aceleración y la disminución de los glaciares del casquete polar, explica Ricardo León.

Todo ese metano ha llegado hasta ese punto del planeta por diferentes vías. “El plancton que está en la columna de agua, al morir en el fondo del mar consume todo el oxígeno y entonces se reduce y genera metano”, añade Ricardo, en lo que se conoce como “oxidación anaeróbica del metano”, algo muy parecido a lo que ocurre en los intestinos de muchos animales, que expulsan (expulsamos) metano mediante flatulencias.

“Otra de las vías”, continúa el geólogo, “es la catálisis de los microorganismos que se van enterrando, por lo que tienes un reservorio de hidrocarburos como el metano, el etanol o el butano”, algo que estaría directamente relacionado con la producción del petróleo. “Y luego hay otra producción de metano que ya no es biogénico, que es el que se produce por la alteración de rocas basálticas”. De un modo u otro, el gas se va generando y congelando por el frío, hasta el punto de convertirse en un gran almacén cuya liberación completa podría alterar significativamente la química de su entorno.

“Debemos estar un poco orgullosos de esto”

La expectación del viaje del equipo de Iceflame es muy alta, debido a que supone una oportunidad única para comprender lo que ocurre en el lugar con la temperatura más fría del planeta y cómo ello podría estar afectando al clima. Varios miembros de la comunidad científica se han ofrecido a colaborar, por ejemplo, para probar equipos de tecnología puntera que sirvan para realizar análisis lo más precisos posibles. “Debemos estar un poco orgullosos de esto”, reivindica Ricardo. “Los españoles, aparte de ganar la Eurocopa, también llevamos proyectos punteros a la Antártida”.

Las campañas hasta ahora realizadas han dejado una serie de datos que han permitido a los científicos de Iceflame concretar una zona en la que creen que se pueden encontrar las grandes estructuras de gas. Una vez las localicen, realizarán un modelo en tres dimensiones de la presión a la que está sometida el gas, tratarán de localizar burbujas que indiquen una posible emisión, analizarán la estructura del fondo del mar en busca de fallas para estudiar los estratos y tomar muestras del sedimento y utilizarán sondas que analicen las columnas de agua y su temperatura, además de examinar los microorganismos presentes en el agua para comprender la relación del metano con el ecosistema.

Un trabajo ingente para el que necesitarán las 24 horas de cada uno de los 24 días que pasen allí, para lo que se han dividido en tres turnos desde que este domingo 12 de enero hayan salido rumbo a la Península Antártica desde Punta Arenas (Chile). “En principio, no sabemos si va a haber o no va a haber estas estructuras”, expone Ricardo. “Nuestra hipótesis es que sí, y de hecho, ya hay notificadas algunas estructuras que pueden ser volcanes de fango”, de donde ascenderían los hidrocarburos gaseosos. Con todo, estarán atentos a cualquier hallazgo que implique un cambio en su plan de trabajo, de cara a recabar los máximos datos posibles.

Un científico explora las áreas
Un científico explora las áreas poco profundas de la Antártida en busca de esteras microbianas. (Andrew Thurber/Universidad de Oregón/Europa Press)

Un viaje “movidito”

La propia inaccesibilidad de la Antártida supondrá un reto añadido a la expedición. “Hay olas de cinco a ocho metros y un viento muy fuerte de casi 40 nudos”, explica Ricardo, que concluye reconociendo que, en esas condiciones, va a suponer un reto trabajar con las diferentes sondas. “Vamos a estar muy pendientes de las ventanas de buen tiempo para las sondas más críticas”. Mientras tanto, cuando haga mala mar, emplearán otras herramientas más resistentes, además de reducir los trabajos en cubierta para prevenir riesgos.

Pero más allá del tiempo que haga en la Antártida, el propio viaje puede ser duro para el equipo de investigadores, que pueden sufrir alguna indisposición debido a los mareos producidos por un mar tan bravo. “Es una sensación bastante jodida”, reconoce Ricardo, “porque además es una cosa que no depende de ti”. “Es delicado porque realmente incapacita a la gente”. Él nunca se ha mareado, pero habrá compañeros que deberán hacer uso de algunos medicamentos para reducir los efectos del mareo y esperar a que el cuerpo se acostumbre con el paso de los días.

El día 8, llegarán a la isla Rey Jorge, desde donde cogerán un avión que les llevará de vuelta a Punta Arenas para analizar todos los datos que hayan recabado. “Nadie de la comunidad científica internacional ha estudiado los sistemas de hidratos de gas como nosotros lo queremos investigar”, recalca Ricardo, que ya se encuentra a bordo de un barco en busca de las fugas de metano de la Antártida.

Cambio climático y Antártida verde. Fuente: Universidad de Cambridge
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