Mediaset España ha estrenado la noche de este martes 10 de diciembre en todos sus canales su spot navideño de 2024. Bajo el lema ‘JUNTOS’, la compañía audiovisual rompe con la tradición y prescinde de sus estrellas televisivas para esta campaña y cede todo el protagonismo a los voluntarios que han ayudado a los afectados por la tragedia de la DANA en Valencia.
Varios voluntarios reales participan en esta pieza audiovisual con la que la cadena de Fuencarral pretende celebrar la solidaridad y enviar un mensaje de apoyo a las víctimas de esta catástrofe en unas fechas tan señaladas. “Era nuestra manera de poder estar y decir ‘no os vamos a olvidar, vamos a estar’”, ha expresado Sandra Fernández, directora de Comunicación de la compañía, en la presentación del spot.
“Asumimos desde la más absoluta humildad que un grupo audiovisual como Mediaset tenía que aportar su granito de arena”, ha agregado Fernández, que afirma que esta campaña resalta dos aspectos fundamentales que hemos aprendido de esta tragedia: el valor de la solidaridad y el papel de los jóvenes, que “fueron los primeros en coger una escoba irse a Valencia de voluntarios”, destaca.
Junto a los actores, los voluntarios protagonizan una emotiva historia de luz y esperanza en la que la unión de la gente y de toda la sociedad es capaz de superar cualquier adversidad. “Al final optamos por una historia en la que fuese una persona, un único joven, que con su ejemplo inspira a que todo un pueblo cambie y que pasen de la oscuridad a la luz”, ha expresado Julio Alonso, director creativo de CHINA, agencia de LLYC encargada de la campaña.
Por su parte, la directora del spot, Joana Colomar, se ha mostrado “agradecida por haber formado parte de todo este equipo”. Y agrega: “Fue un reto poder reproducirlo en una semana, pero hicimos un trabajo con mucha intensidad para poder llevarlo a cabo”.
Así es el spot de Navidad de Mediaset España
Durante la noche, el árbol centenario de la plaza del pueblo, el que cada año se adorna con dedicación y esmero para celebrar la Navidad, ha quedado reducido a cenizas.
Las llamas provocadas por un cortocircuito han acabado con cada rama, con cada brizna, con cada bola y espumillón… y con las ilusiones y esperanzas de todos. Ahí se alza al amanecer, ennegrecido y humeante, ante la mirada entre incrédula y apesadumbrada de los vecinos más madrugadores.
Tras contemplar el desastre, una mujer entra en casa y su mirada se encuentra con la de su hijo adolescente. Apoltronado en el sofá, el joven mira la pantalla de su móvil con indiferencia. No se ha enterado del incendio; o si lo ha hecho, ni se ha conmovido. Su madre lo observa y amaga con hacerle partícipe, pero se va sin hacerlo, resignada y consciente de que su atención está secuestrada por unas redes de las que le resulta imposible escapar. Como siempre. Él alza la vista, pero calla.
Mirando por la ventana, el joven observa el árbol calcinado con cierta apatía. La gente deambula por la plaza y lo mira, con el ánimo tan ceniciento como su maltrecho esqueleto. Una pena, la verdad. Pero, ¿qué puede hacer él? ¿Qué puede hacer nadie? Las cosas pasan y punto. Aunque… ¿hay que aceptarlas como vienen? ¿Es el destino tan implacable que no se le puede plantar cara? Quizá sí... o quizá no.
Armado con cables y alargadores, el joven sale a la calle. Con decisión y coraje comienza a tirarlos alrededor del árbol y enrosca una primera bombilla. Otros jóvenes le observan y en sus ojos empieza a brillar la esperanza. Contagiados por su energía e inspirados por su determinación, estos y otros vecinos se unen a la tarea.
Cada uno aporta lo que puede a la improvisada restauración del árbol: el faro de una moto, el neón de un negocio, un flexo, un globo terráqueo, una vieja lámpara de salón. Aupada por su padre, una niña cuelga sus zapatillas luminosas; una joven deja encendido el móvil, su bien más preciado. Todo el pueblo trabaja unido y emocionado.
Al caer la noche, todos se reúnen entusiasmados para contemplar el encendido. El árbol vuelve a brillar, pero aún brillan más los corazones de los allí presentes. Y las miradas, como la que cruzan el joven que ha hecho posible la magia y su madre orgullosa.
Pequeños y mayores se han rebelado contra la adversidad y han hecho posible lo que parecía imposible. Y lo han logrado como solo era posible hacerlo: juntos.