Jéremie es un hombre de 39 años con una pasión muy clara: la música. Forma parte de la junta directiva de la sala de conciertos L’Antipode, en la ciudad de Rennes. Es un auténtico melómano, y por eso esperaba con ansias la llegada del festival Trans Musicales. Sin embargo, un suceso inesperado, y prolongado durante demasiado tiempo, no solo le impidió asistir a este deseado evento: también condicionó todas las facetas su vida durante una semana.
La historia, recogida en el medio francés 20 Minutes, comenzó un martes cualquiera. Jéremié, que va en silla de ruedas, volvía a su casa con su cuidador, pero al subir a su piso el ascensor se averió. Hacía ya un mes que el ascensor de su residencia empezó a funcionar mal, lo que provocaba un incidente así más o menos una vez a la semana. Ese martes, en cambio, llamó y cuando volvieron a repararlo, pasada una hora volvió a funcionar mal.
Sin vida hasta que no se solucione
“Finalmente, me avisaron de que el problema era más grave y que venía de la placa base del ascensor”, explica Jéremie. Hasta que la repusieran, no se podría utilizar, por lo que él debería permanecer en su casa durante el tiempo que tardaran en realizar la reparación. “La pieza fue encargada el jueves por el proveedor del servicio y desde entonces hemos estado haciendo un seguimiento todos los días”, explican desde la empresa de arrendamiento Archipel Habitat, responsables de gestionar el edificio.
Sin una fecha precisa, le explicaron a Jéremie, el más perjudicado ante esta situación, que la nueva placa base llegaría a principios de la semana que viene, pero que no había una fecha concreta. “Espero que lo reparen lo antes posible”, confesaba al periódico francés. “La situación ya no es sostenible: tengo una vida muy activa y desde el martes no he podido acudir a ninguna cita”, denuncia. “Afortunadamente, tengo familiares y amigos que acuden para ayudarme”.
Jéremie permaneció más de una semana sin poder salir de su piso, pese a que durante más de un mes había estado alertando al arrendador sobre los problemas que presentaba el ascensor. El festival ya pasó, pero no quería perderse más cosas. “Este fin de semana celebraré mi cumpleaños número 40 y planeo salir pase lo que pase”.
Una situación frecuente
Por desgracia, la situación que vive este hombre no es una excepción. Los ascensores en mal estado pueden condicionar seriamente la vida de las personas con algún problema de movilidad. En la ciudad francesa de Mulhouse, un hombre denunció llevar más de diez meses sin poder salir de su estudio de 24 metros cuadrados porque nadie arreglaba la cabina para poder subir y bajar de planta. Un problema que le había impedido, incluso, acudir a su trabajo y seguir percibiendo su salario.
En España también ha ocurrido: muy sonado fue el caso en Alicante de una madre de un niño de 11 años, al que cargaba a la espalda para poder llevarlo hasta su clase solo porque el ascensor averiado impedía su uso. El asunto llegó incluso hasta el ministerio de Educación, en un cruce de declaraciones políticas sobre los supuestos responsables de la situación que, por otra parte, no aportó una solución inmediata ni para el menor ni para su progenitora.