La Fundación ANAR lleva 30 años atendiendo a los más jóvenes para intentar ayudar a los menores de edad a resolver situaciones problemáticas, ya sean de salud mental, conflictivos entre compañeros o asuntos de otra índole. Durante las últimas tres décadas han sido, a través de sus líneas de ayuda y nuevos chats, una de las entidades que más contacto directo ha mantenido con los menores, respondiendo a más de seis millones y medio de consultas.
Sin embargo, los problemas encontrados han ido cambiando a medida que la sociedad también ha evolucionado: la Fundación ANAR ha advertido un aumento del 643% de las llamadas por motivos relacionados con la salud mental en estos 30 años. En ese mismo tiempo, la Fundación ha pasado de atender 1.757 llamadas en un año a recibir 18.893, por lo que su acceso a este tipo de cuestiones ha sido mayor.
En el primer año desde su creación, ANAR atendió varias llamadas relacionadas con las adicciones, los problemas de conducta y otros problemas psíquicos. Entonces, más del 16% del total de las llamadas tenían algo que ver con la salud mental, un porcentaje que subió ligeramente en 2015, cuando se empezaron a registrar también peticiones relacionadas con temas como las autolesiones o las ideas y los intentos de suicidio. Con todo, ha sido en los últimos años cuando la salud mental se ha convertido en uno de los principales focos, escalando hasta más del 28% del total de las llamadas recibidas.
Un año en el que todo se precipitó
ANAR explica en el informe cómo los problemas de salud mental “se incrementan y agudizan durante y después del periodo de la pandemia. La COVID-19 impulsa el aumento de nuevos casos de problemas mentales o el agravamiento de quienes ya los sufren debido a la ansiedad y problemas diversos que la crisis sanitaria y la subsiguiente crisis económica provocan”. Cambios en la vida cotidiana, el aislamiento y el periodo de confinamiento perjudicaron gravemente a muchos jóvenes.
La Fundación hace referencia, en este sentido, a los resultados extraídos de la investigación del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la infancia y Adolescencia en 2022. Entonces, se señalaron como factores de este significativo aumento —de hasta más del 280% en el caso de los niños de 10 a 14 años— tras la pandemia a “la ruptura de las rutinas y las restricciones sociales”, que llevaron a “un mayor uso de la tecnología” y a “limitaciones de la actividad física, además de que en algunos/as niños/as las situaciones de pobreza, abuso o violencia preexistentes empeoraron durante este periodo de crisis sanitaria”.
La presencia concreta y transversal de las pantallas
De este modo, la Fundación va más allá y señala que “el uso inadecuado de la tecnología está implicado de forma transversal en todas las problemáticas, potenciando algunas y presentando nuevas formas de acoso o violencia en otras”. Las llamadas de jóvenes y niños que han sufrido este tipo de acoso con las tecnologías de la relación, información y comunicación (TRIC) como escenario y vehículo principal han aumentado un 834,8% en 30 años.
“En un estudio de 2023 se detectó que las nuevas tecnologías estaban implicadas en el 79,7% de los casos de violencia de género contra adolescentes” detectados a través de sus líneas de ayuda. Los delitos contra la intimidad y la libertad sexual de los menores, y muy en especial en el caso de las mujeres, también han experimentado una transformación similar. Paralelamente, la Fundación ANAR ha tenido que añadir nuevas categorías en sus investigaciones, con términos como el grooming, el sexting, el ciberacoso o el ciberbullying.
Y no solo eso, sino que además, al dotar a los agresores de un mayor poder de cara a la propagación de contenidos hirientes y de persecución, la tecnología puede incluso agravar los efectos. Por ejemplo, en las agresiones sexuales, “la difusión de imágenes de la agresión agudiza los sentimientos de vergüenza y malestar de quien las sufre”. “La posibilidad de agresión permanente y de forma ubicua que ofrecen este tipo de tecnologías limitan periodos de respiro de la víctima”: es un ciclo de amenazas, acoso y cosificación, más constancia, duración y, sobre todo, daño.
ANAR también ha señalado que “la tecnología está incidiendo de forma muy directa en el aumento de comportamientos violentos”, que han resultado en una subida de un 1.618,7% de los casos de violencia en las líneas de ayuda de la Fundación. Las TRIC conllevan actualmente una “visualización frecuente” de diferentes imágenes violentas por las que incluso se ha legislado para ponerle freno e intentar que no se lleguen “a normalizar e imitar conductas” que las perpetúen.
Digitalización, conciliación y educación
En 2006 había un 60% de jóvenes de entre 15 y 19 años que no habían accedido a internet, pero en el periodo comprendido entre 2021 y 2022 ese porcentaje había bajado al 3,5%. De este modo, el avance tecnológico y los entornos digitales han transformado por completo el día a día de las nuevas generaciones, planteando una serie de dinámicas y riesgos que se han visto reflejados en el estudio.
En la sociedad actual, los adultos han perdido significativamente su capacidad para controlar qué es lo que hacen los más jóvenes cuando se sitúan frente a una pantalla. No solo por la falta de control sobre las mismas, sino también por las circunstancias económicas y sociales a las que se ven sometidas las familias, dando lugar a nuevos tipos de relaciones en las que se vuelve más difícil ver el entorno familiar como un “lugar seguro en el que tratar los problemas que afectan en el día a día y en el que se puede obtener apoyo y ayuda para resolverlos”.
Benjamín Ballesteros, director técnico de la Fundación ANAR, señala a Infobae España que “la conciliación en las familias es primordial para fomentar un marco social en el que padres y madres puedan pasar tiempo con sus hijos/as; transmitir valores, evitar la sensación de soledad de los niños/as y adolescentes, que llenan con el uso de pantallas; fortalecer su autoestima y dotar de los recursos, además de ser un apoyo y protección para lograr el desarrollo de una sociedad más madura capaz de afrontar los nuevos desafíos de la vida”. Una vida en la que están más que presentes las TRIC: en 2023, los casos relacionados con las nuevas tecnologías (54,9%) superaron en cantidad por primera vez a los que no tenían nada que ver con la tecnología (45,1%).
A raíz de estos resultados, en el estudio se han incluido una serie de recomendaciones para poner freno a ese ascenso de los problemas de la salud mental, entre los que destaca “la necesidad de reforzar la prevención en las escuelas para promover un uso adecuado de la tecnología y minimizar las conductas violentas”, así como “facilitar el acceso a asistencia psicológica de forma regular, reduciendo listas de espera y generar un marco de conciliación real”.