Casi todo el mundo se ha visto alguna vez en la situación incómoda de no acordarse del nombre de alguien que ya se ha presentado. Claro, no es nada personal, pero puede sentirse así, sobre todo porque habrá algún otro nombre que si se recuerde y, simplemente, la cabeza ha decidido omitir ese (o esos) en particular.
No hay que sentirse culpable, en realidad. Teniendo en cuenta la cantidad de gente con la que se interactúa a diario, lo preocupante sería acordarse de todo. Además, aunque no se recuerde el conjunto de sonidos (generalmente sin significado ni información asociada) con el que se identifica a una persona, lo más probable es que sí se recuerde su cara: según investigadores de la Universidad de York en Reino Unido, recordar un rostro tiene que ver con reconocimiento, pero acordarse de los nombres de la gente depende de la memoria.
En general, uno no se dará cuenta de que se ha olvidado del nombre de alguien hasta que ve su cara y la reconoce. Es probable, de todas maneras, que si uno no se acuerda el otro tampoco lo haga. Según Charan Rangathan, un neurocientífico de la Universidad de California en Davis, existen trucos y técnicas para acordarse de los nombres de las personas, las cuales reveló en una entrevista reciente con Carmine Gallo, según informa INC.
Lo primero que aclaró es que no hay que sentirse culpable: “No se te da bien recordar los nombres de la gente porque no estamos hechos para recordar todo nuestro pasado. Los mecanismos de la memoria no fueron construidos para ayudarnos a recordar el nombre de ‘ese tío que conocimos en esa cosa’”. Continuó con un dato importante: el ciudadano americano promedio recibe 34 gigas de información cada día, lo cual equivale a 11.8 horas de imágenes, sonidos, palabras... por ese motivo, el cerebro está diseñado para omitir la mayoría de la información que le llega.
“Cuanta más información se tenga sobre una persona, su nombre se hace mucho más fácil de relacionar con su cara”
Aun así, para evitarse la incomodidad: lo más importante es tener la intención de acordarse. Si uno se plantea el objetivo consciente de acordarse de algo, las probabilidades de que lo haga son mucho mayores. Supuestamente, el “secreto” es hacer asociaciones: “cuando me dices que te resulta difícil acordarte de los nombres de las personas, lo que realmente estás diciendo que no recuerdas la asociación entre el nombre y la cara”, además, añadía que “cuanta más información se tenga sobre una persona, su nombre se hace mucho más fácil de relacionar con su cara”.
Puso un ejemplo con el mismo entrevistador: “Sé que existe un personaje que se llama Carmine en la serie Laverne & Shirley.” Comenzó, añadiendo que “también conozco Gallo, la marca de vinos”. Así, a Raganath le resultará mucho más fácil recordar el nombre del entrevistador, ya que, en lugar de una serie de sílabas sin significado, podrá recordar que tenía algo que ver con una serie y una marca de vinos.
Continuó con Charan, su nombre: “si sabes de mitología griega, podrías enlazar mi nombre con Charon, el barquero del inframundo” sugería, añadiendo que “si hay algo de mi aspecto que te recuerde a Grecia o a la mitología, podrás recordar mi nombre la próxima vez que me veas la cara”.
La clave no está solo en hacer esas asociaciones. Realmente, al haber hecho un esfuerzo por encontrar la forma de recordar un nombre, el propio hecho de acordarse de ese esfuerzo también colaborará con la memoria para, con suerte, nunca verse de nuevo en esa situación. De cualquier manera, no recordar nombres no es motivo de vergüenza: el cerebro está funcionando como debe, aunque está claro que acordarse da una mejor impresión y puede abrir muchas puertas.