
En 2020, Anthony Hopkins dejó a todos boquiabiertos con su desgarradora actuación en El padre, encarnando a un hombre atrapado en la niebla de la demencia, aferrado emocionalmente a su hija. Su interpretación fue tan poderosa que muchos olvidaron que, en la vida real, ese personaje contrastó brutalmente con la realidad de su propia vida familiar.Fuera del set y los premios, la historia es otra: la relación entre el actor británico y su única hija biológica, Abigail, es prácticamente nula desde hace más de veinte años. Declaraciones cruzadas, silencios prolongados y heridas sin cerrar han tejido un distanciamiento profundo que ni el tiempo ni la fama han logrado remediar.
El inicio del distanciamiento
Anthony Hopkins conoció a la actriz Petronella Barker a mediados de los años 60. Se casaron en 1966 y, fruto de esa relación, nació Abigail en 1968. Sin embargo, cuando la niña tenía apenas 14 meses, Hopkins decidió abandonar a su familia y mudarse a Los Ángeles junto a su nueva pareja, Jennifer Lynton. En palabras del propio actor, aquel fue un momento difícil: “Fue doloroso en mi vida y no es algo de lo que pueda hablar”, reconoció al New York Post. También admitió que su comportamiento se debió a una actitud centrada en sí mismo: “Supongo que soy egoísta. No he sido un buen esposo ni un buen padre”.Desde entonces, el vínculo entre padre e hija fue intermitente y distante. Abigail ha contado que durante su infancia veía a Hopkins apenas una vez al año. Esa ausencia afectó profundamente su estabilidad emocional y tuvo consecuencias de largo alcance. “Siento un poco de tristeza, pero tengo que seguir adelante con mi vida. Siempre ha sido así: verlo y luego no verlo”, afirmó en una entrevista con The Telegraph en 2006.
Consecuencias emocionales en Abigail
La falta de presencia paterna dejó una huella marcada en la vida de Abigail Hopkins. Durante su juventud, sufrió un profundo deterioro psicológico que la llevó a experimentar pensamientos suicidas. “Estuve a punto de suicidarme. La causa principal fue que mi padre y yo tuvimos una relación intermitente cuando era joven. Estaba furiosa y había mucho duelo”, declaró.Abigail también luchó contra la adicción a las drogas y abandonó la universidad en medio de esa espiral. Reconoció haber reprimido emociones durante años hasta que su mente colapsó.
En su página web personal, expresó que su vínculo con Hopkins nunca fue profundo: “Tendría que ser algo mutuo. No sé cómo me sentiría al respecto. Nunca hemos sido muy cercanos. Nunca hemos hablado de temas importantes de la vida”.
Reconexión temporal y nuevo quiebre
Durante la década de 1990, padre e hija intentaron reconstruir su relación. Se los vio juntos en eventos públicos, incluida la alfombra roja del estreno de Little Man Tate. Además, Abigail tuvo pequeños papeles en dos películas protagonizadas por Hopkins: The Remains of the Day y Shadowlands, ambas de 1993.No obstante, esa tregua no se sostuvo. En el año 2001, ya no se hablaban. En una entrevista con Howard Stern, el actor confirmó el distanciamiento: “Supongo que estamos distanciados. No creo que ella quiera saber mucho. Espero que esté bien”.
Por entonces, Hopkins parecía saber poco sobre la vida de su hija, y no mostró intenciones de retomar el vínculo. Según relató, Abigail vivía “en algún lugar de Inglaterra”, sin mayores detalles.
Un padre que eligió el olvido
A lo largo de los años, Hopkins ha reiterado que no siente culpa por la ruptura. En 2018, mientras promocionaba una adaptación de El rey Lear para la BBC, fue consultado por The Times sobre su hija. En esa oportunidad, respondió con frialdad: “No tengo la culpa. La gente hace lo que hace. Y no lo entiendo y no me molesta. No puedo perder el tiempo preocupándome por ello”.Esa misma semana, en diálogo con Radio Times, confesó que no sabía si su hija tenía hijos. “La gente se separa. Las familias se separan y, ya sabes, ‘sigue con tu vida’. La gente toma decisiones. Me da igual lo que pase”. Afirmó también que no tenía recuerdos de Abigail ni deseos de reconectar: “Hice lo mejor que pude, pero bueno, creo que si alguien no quiere ser parte de mi vida, bien. Que haga lo que quiera”.
Al ser confrontado con la posibilidad de que sus palabras fueran interpretadas como insensibles, Hopkins fue tajante: “Bueno, es frío. Porque la vida es fría”.
En otra entrevista con el Sunday Times, admitió que tiene arrepentimientos, pero se mostró decidido a no mirar atrás: “El pasado está sellado. No se pueden deshacer las cosas. Hay que seguir adelante con la vida, vivirla y no mirar atrás”.
También expresó una visión radical sobre los lazos familiares: “No tienes por qué querer a tu familia. A los niños no les gustan sus padres. No tienen por qué quererse los unos a los otros”. Sus palabras no solo revelan un desapego personal, sino una filosofía de vida que minimiza el peso de los vínculos de sangre.
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